Columna de Paula Escobar: ¿Quién los cuidará?



“Prefiero cometer un sacrilegio con la Constitución”, dijo esta semana la presidenta del Senado, Adriana Muñoz, “que pasar por sobre una demanda urgente de padres y madres”.

El proyecto de ley que extiende el posnatal mientras durante el estado de catástrofe ha desatado una ola de debates en torno a la declaración de desapego constitucional de la autoridad.

La iniciativa, lanzada hace semanas por un grupo transversal de parlamentarios, y aprobada a principios de mayo en la Cámara, propone que a quienes el posnatal se les acabe durante el estado de catástrofe (dictado el 18 de marzo y por tres meses en principio), se les extienda el permiso hasta que el estado de excepción se acabe. El gobierno argumentó que era inadmisible, pues implica gasto fiscal y se refiere a materias de seguridad social, ambas áreas de iniciativa exclusiva presidencial.

Eso es legalmente correcto, por supuesto.

Sin embargo, lo que no es correcto, como muchas veces pasa con leyes sobre materias de género, es que el escándalo no haya dado paso a, realmente, ir al problema de fondo. Esto es, que a las madres con hijos de meses se les está pidiendo algo bastante cercano al heroísmo.

Desde que se suspendieron las clases en colegios, jardines y salas cunas, a mediados de marzo, las madres y padres de niños pequeños han estado sometidos a una enorme presión para poder realizar sus labores profesionales, domésticas y de cuidado.

Y mientras se espera -con optimismo- que ello contribuya a un cambio social y cultural hacia la corresponsabilidad dentro de la casa, lo cierto es que los primeros datos e informaciones revelan tendencias preocupantes, como que se asume que es la mujer la que debe postergar su trabajo para que el marido o la pareja puedan realizar todas las labores remotas que la empresa les pide. Empresas que a veces no consideran el malabarismo que están haciendo sus empleados para poder cumplir su trabajo.

Con niños tan pequeños, más difícil aún. Que los señores y señoras honorables tan escandalizados con la inconstitucionalidad de la propuesta contesten una sola pregunta. Sin salas cunas, ni redes de apoyo familiar, ni la posibilidad de ayuda, ¿quién va a cuidar a esas guaguas de seis meses?

Lo realmente escandaloso es someter a miles de mujeres a una angustia sin borde. Puede que muchas abandonen el trabajo. Miles ya lo han perdido, y en proporción más alta que los hombres. El Covid ya borró diez años de avance en inserción laboral femenina en Chile, informó ayer este diario en portada. Se bajó del 52.1% al 47.3%. “Podríamos ver una generación completa de mujeres dañadas. Podría ser que estén un tiempo significativo fuera de la fuerza de trabajo, o sus carreras puede desaparecer en términos de promociones”, dijo Betsey Stevenson, profesora de la Universidad de Michigan, en un artículo reciente del New York Times. Lo mismo pasará acá si no hacemos nada.

Me dirán que por qué no incluyo a los hombres en este análisis. Por cierto, hay muchos hombres, especialmente los más jóvenes, para quienes la corresponsabilidad es lo normal. Pero son la excepción. Un solo dato: en Chile, el 0,2 por ciento de los hombres se toma el posnatal parental de un mes, y solo el 20 por ciento, ¡los míseros cinco días de posnatal masculino!

Para avanzar en este impasse legal, y con el tiempo apremiando, la presidenta del Senado envió el proyecto de posnatal de emergencia a la Comisión de Trabajo para, en esa instancia, iniciar un diálogo con el Ejecutivo. El resultado se informará en una semana. El recién nombrado ministro Segpres, Claudio Alvarado, conocido por su espíritu dialogante y por ser capaz de tender puentes, tiene aquí una oportunidad. La ministra del Trabajo, María José Zaldívar, por su parte, tiene un papel importante en construir una solución. Volver obligada a trabajar sin sala cuna ni ayuda, en medio del temor que provoca un virus que está costando miles de vidas en todo el planeta, es inhumano. Después no podrán decir, parafraseando al ministro Mañalich, que no tenían “conciencia de la magnitud”

El Presidente Piñera, artífice del posnatal de seis meses, no puede -no debe- dejar que esas mujeres, y esos niños, estén condenados al heroísmo.

Eso sí que sería un escándalo.

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