Columna de Óscar Contardo: Noticias de un nuevo imperio
American Factory es la historia de un puñado de trabajadores estadounidenses que trata de sobrevivir en medio de cambios económicos y tecnológicos que los superan, un grupo remecido por una nueva fase del capitalismo que ya no habla su idioma ni está impregnado por sus costumbres. Hombres y mujeres abandonados por un sueño que no alcanzó a hacerse realidad. El documental es a la vez el registro de un choque cultural, del declive de un imperio y el ascenso de otro.

El documental American Factory presenta una historia que parece sencilla: el cierre de una fábrica de automóviles en Ohio que deja sin empleo a miles de personas. Podría ser el retrato del final de un modo de vida, la clausura de una era, pero el foco del relato cambia cuando una empresa china levanta en el mismo lugar de la vieja compañía, otra industria, ofreciendo trabajo y esperanza para una comunidad en crisis. Lo que podría haber sido un simple hecho económico que describe a escala local el surgimiento de una nueva potencia, cobra otra textura en tanto van surgiendo los detalles de la organización interna de la firma asiática.
Una secuencia de American Factory muestra a un grupo de operarios estadounidenses recorriendo la casa matriz de la empresa en una provincia china. Los trabajadores llegan invitados por el directorio central y son recibidos con extrema hospitalidad. Sin embargo, la diplomática cordialidad aligera lo que parece ser, en el fondo, una especie de viaje de advertencia para los estadounidenses; cada actividad preparada por los anfitriones está orientada a mostrarles a los huéspedes que la única manera de lograr las metas de productividad que se espera de ellos depende de que trabajen tal y como sus pares chinos, es decir, con jornadas que triplican las suyas, vacaciones escasas y una inquebrantable obediencia a las resoluciones del presidente del directorio.
La vieja clase obrera norteamericana encarnada en ese puñado de operarios, aparece descolocada, fuera de época, sin posibilidad de reivindicar su forma de vida, cuestionada una y otra vez a sus espaldas. Para sus anfitriones, ellos son sencillamente flojos y sus reclamos laborales son comparados con los rebuznos de un burro.
En el viaje a la casa matriz china, los norteamericanos son testigos de una disciplina basada en la obediencia en donde el valor de lo individual se diluye frente a la importancia suprema del progreso colectivo. La empresa es un organismo vivo que demanda toda la energía de los trabajadores para crecer. El representante del Partido Comunista en la compañía está lejos de la imagen de un sindicalista que representa los intereses de los trabajadores y se asemeja más bien a la figura de un agente motivacional perpetuamente entusiasta, que le recuerda al personal que superar las metas de la factoría es una causa mayor. Las aspiraciones privadas son irrelevantes. "Veo a mi familia una vez al año, no tengo alternativa", dice sonriente una obrera china, luego de describir su extenuante régimen de trabajo. Parece contenta.
Hasta hace unos años, China era el futuro, la potencia lejana que no paraba de crecer y provocar admiración por la manera en que su economía se expandía. Un fenómeno que se admiraba a distancia, por el brillo de los rascacielos en Shanghái o los montos inconmensurables de las riquezas que generaba. Asuntos como los derechos humanos o el trato a los disidentes políticos fueron puestos a resguardo en un paréntesis construido por el comercio y el dinero en juego. Progresivamente ese fulgor ha tomado otro cariz en la medida que la potencia se ha desplegado en el mundo en un momento turbulento, con las democracias occidentales en crisis y el autoritarismo en auge. Ahora China ya no es la promesa, es el presente, es la potencia en acción. La distancia con el resto del mundo ha disminuido hasta el punto que uno de sus embajadores puede irrumpir en la política interna de un país remoto, criticando a un parlamentario local por haberse reunido con un activista político de Hong Kong, al que de paso el embajador califica de "matón social" por organizar protestas a favor de la democracia. Ya no solo se trata de comprar y vender, parece ser el mensaje tras el reproche público del embajador al parlamentario. ¿De qué más se tratará en el futuro?
American Factory es la historia de un puñado de trabajadores estadounidenses que trata de sobrevivir en medio de cambios económicos y tecnológicos que los superan, un grupo remecido por una nueva fase del capitalismo que ya no habla su idioma ni está impregnado por sus costumbres. Hombres y mujeres abandonados por un sueño que no alcanzó a hacerse realidad. El documental es a la vez el registro de un choque cultural, del declive de un imperio y el ascenso de otro. También es el anuncio de que la nueva potencia está en plena forma, dibujando su propio mapa del mundo, uno en donde nada está lo suficientemente lejos como para eludir su poderío, y nadie es lo suficientemente fuerte como para contrarrestarlo.
COMENTARIOS
Para comentar este artículo debes ser suscriptor.
Lo Último
Lo más leído
1.
4.
Promoción Día de la Madre 🎁
Contenido y experiencias todo el añoPlan Digital + LT Beneficios $3.990/mes por 6 meses SUSCRÍBETE