Inna Sovsun, la diputada ucraniana en armas: “En el inicio de la guerra todo el Parlamento recibió rifles”

Imagen de video que muestra a Inna Sovsun junto a su arma.

Desde la invasión rusa, la parlamentaria dejó de ver a su hijo, padres y su pareja. “Mi arma principal es el diálogo, pero si no funciona, si Occidente sigue haciendo oídos sordos a nuestras súplicas, tendré que usar armas, literalmente, para protegerme a mí y mi familia”, señala a La Tercera.


Cuando las primeras bombas rusas cayeron en suelo ucraniano, Inna Sovsun, diputada y exviceministra de Educación y Ciencia, estaba al norte de Kiev. Después de dejar a su hijo Martyn (9) a salvo con su papá, la familia había acordado un plan de emergencia para huir al oeste en caso de ataques. Salió raudamente de su casa con dirección a la sede del Parlamento, sin imaginar que a medida que pasaran los días sería “demasiado peligroso volver” y que desde ese momento no volvería a ver a su pequeño. El terror desatado por Rusia desde el 24 de febrero cambiaría la vida de Ucrania y de Inna para siempre.

Tras arribar a la céntrica calle Mykhailo Hrushevskyi -nombre de un político e historiador ucraniano-, a orillas del río Dniéper, ingresó a la Rada Suprema, integrada por 450 asambleístas. “En las primeras horas, todos recibimos rifles de asalto para protegernos, porque sabíamos que estamos en las listas de asesinatos de los rusos. Muchos colegas se unieron de inmediato a las fuerzas militares o a las unidades de defensa territorial haciendo lo que pueden para resistir al enemigo, uno de ellos es mi buen amigo Roman Kostenko, que está luchando al sur de Ucrania. Yo no lo hice, a pesar de que tengo el arma. No recibimos entrenamiento previo, así que con mi hermano buscamos videos en YouTube para entender cómo funcionan las armas y ahí encontramos uno llamado “Entrenamiento inicial”, señala Sovsun en conversación con La Tercera desde Ucrania.

Durante los primeros días de la ofensiva rusa, Inna Sovsun, de 37 años, se ha estado quedando en diversas casas de amigos y se debe cambiar cada vez que alguno de ellos se suma a los más de dos millones de refugiados que han huido del país. Sus padres guardaron sus pertenencias en un par de maletas y escaparon al oeste. Pero su padre, pese a que tiene 61 años, se despidió de su esposa -a quien dejó en una zona segura- y decidió regresar al día siguiente para defender con armas a Ucrania. En tanto, su pareja se reenlistó en el Ejército.

“Mi padre se unió a la unidad de defensa territorial en un pueblo cerca de Kiev. Luego los combates se recrudecieron en el área y no pudimos comunicarnos con él por tres largos y aterradores días. Mi mamá me llamaba llorando todo el tiempo ante la incertidumbre de si estaba vivo o no. Al tercer día recibimos un mensaje de alguien que estaba luchando cerca de mi papá y nos confirmó que estaba con vida. Dada su edad, ahora centró sus esfuerzos en ayudar a civiles a evacuar las áreas de enfrentamientos”, cuenta Sovsun, que hasta hace tres semanas dictaba clases en la Universidad Nacional de Kiev.

Con el transcurso de los días, la situación empeora y las condiciones climáticas son adversas, con temperaturas que llegan hasta -9°, viento gélido y el cansancio abunda entre los ucranianos. Tanto civiles como quiénes han tomado las armas no duermen más de un par de horas seguidas cada noche y siguen constantemente las noticias y redes sociales. Cada vez que escuchan las sirenas corren a los refugios antibombas. “Nunca sabemos cuándo y dónde caerá la próxima bomba o cohete. No hay ningún lugar seguro en Ucrania, porque los rusos lanzan bombas al azar por todo el país. Aun así, no tengo nada de qué quejarme en comparación a las personas en Kharkiv, Mariupol, Sumy, Irpin, que han sido rehenes por 10 días sin agua, comida, calefacción ni medicinas”, lamenta la diputada ucraniana.

El dolor de una madre

En su natal Kharkiv, el drama humano es abrumador. Aunque vivió un corto período en la ciudad, Inna Sovsun ha sido contactada por múltiples personas buscando ayuda. “A pesar de que Kharkiv a menudo se considera una ciudad de habla rusa e incluso prorrusa, todos quieren que (Vladimir) Putin se detenga”. De acuerdo con cifras de la congresista, más de 600 mil personas huyeron de la urbe en tren, y miles lo hicieron en vehículos y buses, 280 edificios residenciales están en ruinas, al igual que 26 colegios y 23 jardines infantiles, barrios enteros están destruidos.

El miércoles, después de que el Kremlin atacó un hospital de maternidad en Mariupol con una serie de misiles, obligando a evacuar y rescatar a embarazadas y recién nacidos, el gobierno ucraniano informó que 71 niños habían muerto y más de 100 resultado heridos en el país desde el inicio de la invasión rusa. Ayer, la fiscalía elevó la cifra de niños fallecidos a 79.

Una mujer que sostiene a un niño en un tren con destino a Lviv se despide de un hombre en Kiev, el 12 de marzo de 2022. Foto: AP

“No he visto a mi hijo desde el primer día de la guerra. Cada día lo extraño más y es extremadamente doloroso hablar con él. Me pregunta cuándo nos volveremos a ver y no puedo aguantar las lágrimas, porque probablemente la respuesta será ‘nunca’. Trato de explicarle lo que está pasando y estar en contacto con él, aunque emocionalmente es difícil no poder abrazarlo, pero estoy feliz de que está a salvo en la medida de lo posible. No puedo imaginar lo que sienten los padres de niños en Kharkiv, Mariupol, Sumy”.

En el conflicto bélico, Inna Sovsun, del partido Voz, asumió la labor de luchar en la arena internacional, hablando con los países y denunciando al mundo la situación de Ucrania para pedir ayuda.

Si hace meses integraba las filas de la oposición al Presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, las bombas explotando sobre Kiev cambiaron todo. “Ya no importa a qué partido pertenecemos. Todos somos ucranianos y luchamos por nuestro país. Volveremos a debatir después de la victoria, pero ahora debemos salvarnos. Sabía que Putin estaba criminalmente loco, pero incluso aun cuando estaba matando ucranianos ocho años antes de la invasión, nunca podría imaginar que comenzaría una guerra a gran escala, bombardeando casas, hospitales y escuelas. Rusia pensó que los ucranianos los recibirían con flores y se equivocaron, estamos contraatacando, no estamos asustados, sino enojados”, advierte Sovsun.

Una muñeca abandonada junto a un automóvil acribillado a balazos en Irpin, al norte de Kiev. Foto: AFP

Y agrega: “Mi arma principal es el diálogo, pero si no funciona, si Occidente sigue haciendo oídos sordos a nuestras súplicas, tendré que usar armas, literalmente, para protegerme a mí y a mi familia, matando a los rusos”.

En un llamado desesperado a la comunidad internacional, la diputada ucraniana urge por un embargo comercial completo a Rusia, país que se transformó en el más sancionado del mundo, superando a Irán, y pide el cierre del espacio aéreo.

Para esto, apunta, es vital que los gobiernos suspendan todos los negocios con el Kremlin, aun cuando Europa aseguró que no dejarán de comprar gas ruso, porque dependen del suministro. “Los políticos europeos se lamentan de lo duras que serán las consecuencias de dejar de comprar combustible ruso, pero acaso ¿comprarían petróleo y gas a los talibanes? ¿Del Estado Islámico? Rusia actúa como un Estado terrorista y nuestros socios tienen que dejar de financiar el terrorismo, porque cada dólar suyo ayuda al asesinato de civiles ucranianos”, finaliza Sovsun.

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