Puente Alto: El conflicto que no descansa

05.03.2020 MANIFESTACIONES EN PUENTE ALTO FOTO: VALENTINA MORA / LA TERCERA

Si a Plaza Italia ahora le llaman “Plaza de la Dignidad”, en Puente Alto, los manifestantes tienen una “Plaza de la Revolución”. Ahí, en el corazón de la comuna más populosa del país, los enfrentamientos no han dado tregua ni en temporada de vacaciones.


Los encapuchados son puntuales. Sin falta, a las seis de la tarde, se encuentran en la entrada de la Estación del Metro Protectora de la Infancia y cortan el tránsito en la calle Concha y Toro con una barricada que se extiende por las pistas exclusivas para el transporte público. Quienes están ahí se enteraron de la cita por grupos de Facebook, WhatsApp e historias de Instagram que desaparecen después de 24 horas o simplemente por el boca a boca.

Mientras esperan al resto de la convocatoria, ingenian más mecanismos para obstruir el paso de los autos. Usan bloques de cemento, tubos naranjos de PVC, cintas de emergencia, extintores y cartones.

Ante esa amenaza, los choferes de micro de la empresa Subus están en constante comunicación. Cerca de las 18 horas, un audio de WhatsApp llega para advertir los desvíos que deben realizar. Uno de sus conductores sostiene que no llegará al final de su recorrido, pero se acercará a la manifestación para que los usuarios entiendan el motivo del desvío.

Desde las micros, los pasajeros pueden ver cómo cada 15 minutos aumenta el volumen del grupo. Algunos llegan y se sientan en el pasto; otros prefieren la berma o las barreras New Jersey para esperar. Cerca de las siete, la masa comienza a caminar. Los asistentes toman dos grandes lienzos: uno blanco que alude a la “zona cero” de Santiago y se lee “Plaza de la Dignidad”; otro negro, más local, con la frase “Puente Alto Resiste”.

05.03.2020 MANIFESTACIONES EN PUENTE ALTO FOTO: VALENTINA MORA / LA TERCERA

La marcha avanza por Concha y Toro poniente en dirección al sur. En la vanguardia, con los lienzos, van los llamados “primera línea”. Se trata de niños, jóvenes y un puñado de adultos que cubren sus caras con paños o prendas oscuras. Algunos agregan jockeys y antiparras; otros, escudos artesanales y máscaras de gas. En el camino recolectan piedras de todos los tamaños.

Más atrás va el grueso de los manifestantes, conformado por unas 150 personas. Van entonando distintas consignas.

A medida que avanzan se encuentran con la Municipalidad de Puente Alto, que dependiendo de los ánimos se puede volver un blanco. El lunes 2 de marzo, específicamente, siete encapuchados se detuvieron para apedrear las ventanas del frontis. Cuando lograron romper varias, se unieron nuevamente al grupo.

Consultado al respecto, el alcalde Germán Codina prefirió no referirse al incidente.

A la altura de la esquina de Eduardo Cordero con Concha y Toro, todos saben que la caravana se detiene. Es ahí donde se hace la gran barricada. “Nosotros los vemos cuando están en esa esquina, justo en la Petrobras, y ahí todos los negocios empiezan a cerrar”, dice Ingrid Coñoeman, comerciante ambulante de la Plaza de Puente Alto.

Mientras los manifestantes cantan en esa esquina, cerca de las 19.30, los “primera línea” se acercan a la 20 Comisaría y le lanzan piedras. Entonces comienza el enfrentamiento y la policía apunta los gases lacrimógenos en varias direcciones.

El coronel Jorge Miranda, prefecto de la Zona Cordillera -que involucra Puente Alto, La Florida, San José de Maipo y Pirque- señala que “nadie quiere intervenir de manera violenta, pero la violencia es necesaria”.

Así, Miranda explica que “existe violencia innecesaria cuando no ha habido ninguna agresión, ninguna acción violenta decidida contra el funcionario. Pero sí existe la violencia necesaria que forma parte del legítimo uso de la fuerza para efectos de lograr detenciones, para repeler un ataque directo o el uso de bombas molotov para evitar el uso de armas de fuego”.

Alrededor de la plaza, el comercio fijo baja las primeras cortinas de sus tiendas a las 20 horas, esas que antes del 18-O bastaban para proteger sus locales. Luego, refuerzan con una puerta de acero, para evitar posibles saqueos. Los vendedores ambulantes, en cambio, mueven sus puestos hacia la periferia, alejándose del espacio que los manifestantes han rebautizado como “Plaza de la Revolución”.

Sin embargo, algunos se quedan, como Ingrid, quien atiende un carrito de sopaipillas y empanadas. La mujer, de 45 años, no siente temor. Asegura que son los propios manifestantes quienes la protegen y le compran en medio del enfrentamiento. “A mí me dicen ‘me como una sopaipilla y sigo protestando’”, comenta. A pesar de esto, cuenta que no logra trabajar de forma normal y que en vez de vender al 100%, ahora lo hace al 70%. “Ellos dicen que están por el pueblo y yo les digo ‘mira, por el pueblo, tú me tienes sin trabajo a mí’”, agrega.

Focos de conflicto

Aunque las manifestaciones dejaron de ser novedad en Chile desde el 18 de octubre, febrero fue un mes tranquilo en comparación con los anteriores. A nivel nacional se registraron 89 eventos graves, un 33% menos que en enero, cuando hubo 134 hechos importantes de violencia.

Sin embargo, en Puente Alto, la comuna más populosa del país (568.106 habitantes), las protestas no pararon durante el período de vacaciones, cuando la capital queda prácticamente desocupada. La salida de 1.308.980 vehículos de la Región Metropolitana entre el 31 de enero y el 23 de febrero -según datos del MOP- no hizo mayores diferencias en la comuna más poblada del país, que no tuvo respiro de piedrazos ni lacrimógenas.

Como en Puente Alto, hubo otros focos conflictivos en zonas alejadas del centro de Santiago. Un ejemplo es la arremetida constante contra la 43° Subcomisaría de Peñalolén. En noviembre, los vecinos de Lo Hermida fueron reprimidos con fuerza tras la toma de terrenos de la Viña Cousiño Macul y los ataques a Carabineros, según los vecinos, se concebían como represalia. La alcaldesa Carolina Leitao comenta que “si bien esto partió con ese tema, hoy día podría ser una excusa, pero tengo la idea de que tiene que ver con otros temas, más bien delictuales”.

A fines de enero, tras la muerte del hincha de Colo Colo Jorge “Neco” Mora, atropellado por el carabinero Carlos Martínez, las manifestaciones se reactivaron en varias comunas de la ciudad. Como la víctima vivía en Pudahuel Sur, este barrio fue uno de los más perjudicados.

Melany Urriola (25), vecina de la comuna, narra que en esa oportunidad se vio extrema violencia por parte de carabineros y manifestantes: “Por más que uno está con el movimiento, es frustrante ver a la gente preocupada de sus negocios, casas e hijos. Vino gente de otros sectores y eso fue peor”.

En Maipú, Mauricio Araya (23) señala que ese día, “de las poblas salieron los piños de Colo Colo de Pudahuel, Cerro Navia y Quinta Normal a tomarse la calle. Salieron con rabia, porque a los carabineros no les importó nada”.

El primer domingo de marzo se habían convocado marchas pacíficas en la zona, pero igualmente las calles fueron cortadas con barricadas y Carabineros llegó con la intención de restablecer el tránsito en Tres Poniente. Una micro del recorrido 106 justo pasaba por ahí y, en medio de los gases lacrimógenos y el fuego, atropelló a un hombre de 48 años.

El transporte que desaparece

Por su emplazamiento y por el tamaño de la comuna, la Plaza de Puente Alto de alguna manera se ha convertido en la segunda “zona cero” de la capital. La Estación Plaza de Puente Alto, según Metro de Santiago, registró siete cierres totales durante febrero, lo que implicó clausurar por completo todos los accesos en forma temporal, sin detención de trenes. Además, se llevaron a cabo diversos cierres preventivos en algunos de sus cuatro accesos.

05.03.2020 MANIFESTACIONES EN PUENTE ALTO FOTO: VALENTINA MORA / LA TERCERA

“Me gusta que protesten, pero sin llegar a los extremos”, explica Raúl Fredes, joven de 28 años que vive en Bajos de Mena. Para llegar a su casa, se baja en la última parada y espera la micro F13 que lo deja a pasos de su hogar. Sin embargo, durante la época estival tuvo que caminar a la estación que la antecede -Las Mercedes- más de una vez para conseguir locomoción.

Fredes añade que mientras va caminando, escucha comentarios de toda índole: algunos critican y se muestran cansados; otros apoyan y justifican la protesta.

Transantiago también ha tenido que adaptar su funcionamiento a estas circunstancias. Desde el 28 de enero, y a partir de las 21 horas, se han realizado desvíos preventivos con el fin de proteger a los conductores y a la gente que va en los buses. Solo entre el 2 y 4 de marzo hubo 134 desvíos en Av. Concha y Toro. “Por estas manifestaciones, la gente que viene de vuelta de sus trabajos se ve notoriamente afectada”, enfatiza Juan Carlos Herrera, chofer de la línea de colectivos “Papelera”.

El colectivero dice que no se arriesga a juzgar a Carabineros, pero aún así los califica como poco eficientes: “Todos en Puente Alto saben que se juntan en Protectora de la Infancia, ¿entonces por qué no los contienen antes de que lleguen a la plaza?”.

Al respecto, el coronel Miranda asegura que desde el inicio del estallido social hasta el 5 de marzo, la Prefectura Cordillera ha efectuado 343 detenciones por desórdenes y 21 por daños. También aclara que Carabineros está pendiente de las redes sociales para saber cuándo y dónde se desarrollarán las manifestaciones. “Desde el punto de vista operativo táctico, puedo señalar sin temor a equivocarme que la gran mayoría de los participantes son vecinos de las comunas”, asevera.

Los comerciantes de la plaza también intentan mantenerse informados. Carlos Salgado, quien actualmente es jefe de local de la tienda Patuelli ubicada frente a la plaza, comenta que se enteran de las protestas por distintas vías: redes sociales, comentarios de los vendedores ambulantes y, a veces, por Seguridad Ciudadana. Para el comercio callejero es más fácil, ya que pueden ver a la masa de gente avanzando hacia ellos.

Cerca de las 20 horas, los protestantes rodean distintos puntos de la emblemática plaza y prenden, por lo general, entre cuatro y siete barricadas por Concha y Toro. Cuando ya son las 21 horas solo quedan algunos funcionarios policiales y uno que otro manifestante. A lo lejos se ven personas que vienen caminando desde el último Metro que quedó abierto en la Línea 4, que a veces es Hospital Sótero del Río y, en otras, Las Mercedes. Ya no hay micros, y mientras deciden qué hacer, varios se acercan al carrito donde está Ingrid. “Me preguntan qué pasa con el transporte, no entienden y no saben que hay desvíos y se van por otras calles a partir de las nueve”, asegura.

A pesar de que a esa hora hay menos movimiento, las manifestaciones no cesan. El lunes 2 de marzo, por ejemplo, se extendieron hasta las tres de la madrugada, aunque en ese horario los enfrentamientos tienden a desplazarse de la denominada “Plaza de la Revolución” hacia afuera, a la Estación de Metro Elisa Correa, que se encuentra a cuatro paradas del final de la Línea 4.

Con la misma puntualidad, a las 22.30, Ingrid ordena sus cosas para irse. El humo de las barricadas y los gases lacrimógenos se comienzan a esfumar, mientras los puentealtinos aún buscan cómo llegar a sus casas, esperanzados en que al día siguiente el panorama será distinto, pero asumiendo que si hay llamado a manifestación, los que van delante y detrás del lienzo volverán a estar ahí.

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