Richard Albert, constitucionalista: “Si pueden cumplirse las aspiraciones de la gente sin una nueva constitución, eso debe ser considerado”

FOTO: Isaac Rodríguez

El académico canadiense, que expuso en noviembre pasado ante la Convención, aborda el caso constituyente chileno: del plebiscito de salida a las alternativas que ofrece el proceso.


Si se le consulta, el buscador del sitio web de la Convención Constitucional (chileconvencion.cl) arroja un resultado para “Richard Albert”, el cual remite a una noticia fechada en Concepción, el 25 de noviembre de 2021: “Comisiones recorren Región del Biobío”.

La nota informa sobre cabildos ciudadanos, recorridos territoriales y audiencias, entre estas últimas la que convocó vía remota al académico canadiense, director del Programa de Estudios Constitucionales de la U. de Texas en Austin. En la ocasión, prosigue la noticia, este “comentó que lo más importante que se debe considerar es si se quieren realizar reformas parciales o totales a la actual Constitución”.

La Comisión de Sistemas de Justicia, cuenta hoy Albert, lo invitó a exponer ante la Convención: “Me pidieron asesorarlos en el diseño de los procedimientos de reforma constitucional, y me alegró poder hacerlo, pues es un tema sobre el que escribo mucho. Escribo sobre los procedimientos de enmienda constitucional y sobre la elaboración de las constituciones, así que me invitaron a hablar de eso. Escribí antes una minuta y comparecí ante la comisión”.

En la minuta, que sintetiza algunos capítulos de su libro Constitutional Amendments. Making, Breaking and Changing Constitutions (2019), había planteado que ninguna parte de una constitución es más importante que los procedimientos para su reforma, que estos pueden ser usados “para fortalecer o para debilitar la democracia” y que, por ello, los constituyentes debían ser “especialmente cuidadosos” a la hora de diseñarlos.

Dice el académico que siguió “muy de cerca” y con mucho interés el proceso constituyente. Eso sí, a medida que este fue entrando en tierra derecha, le fue pareciendo que la Constitución “iba a ser ciertamente progresista”, aunque le preocupaba la probabilidad de su ratificación. Y, tras el expresivo resultado del plebiscito de salida, publicó en su cuenta de Twitter un mensaje acerca de las “tres lecciones claves del NO en el referéndum constitucional de Chile”. A saber: “1. Una constitución no es una lista de deseos. 2. Ir demasiado lejos, demasiado rápido, no es una hoja de ruta para el éxito. 3. La gente quiere reformas responsables, graduales y equilibradas”.

¿Cuáles eran sus principales expectativas y preocupaciones respecto del proceso?

Tenía grandes expectativas sobre lo que la Convención podía crear. Tenía la esperanza de que esta fuese una oportunidad para crear algo nuevo, algo inspirador para el mundo y que mostraría lo que es posible a la hora de crear constituciones progresistas. Sabía que hubo elecciones para la CC y que muchas de las personas electas representaban al ala progresista de la política constitucional, así que tenía mucha curiosidad respecto de lo que harían.

La gran mayoría de las propuestas constitucionales, históricamente hablando, han sido ratificadas por los votantes. ¿Qué pasó aquí, a su juicio?

El último libro que coedité (The Limits and Legitimacy of Referendums, 2022) incluye un capítulo escrito por Zachary Elkins y Alexander Hudson, quienes muestran que el 94% de los referendos sobre nuevas constituciones han sido aprobados. Así que, cuando los chilenos rechazaron la propuesta de Constitución, fue un momento histórico, porque rara vez ocurre.

Ahora, si me preguntan por qué los chilenos rechazaron la constitución propuesta, creo que hay varias razones. Una de ellas es que, cuando se pone demasiado en una constitución, se hace muy difícil distinguir lo que es constitucional de lo que no lo es. Es necesaria una selección muy cuidadosa de las reglas que vas a poner en la Constitución y ser muy claro al respecto, sin exagerar. Y creo que este es uno de los desafíos que planteó la Constitución propuesta en Chile: era un documento tan largo, con tantas cosas, que todos podían encontrar algo que no les gustara.

¿Hizo alguna advertencia al respecto cuando lo invitaron a hablar ante la Convención?

No les dije eso en mi comparecencia ante la comisión [de sistemas de justicia] porque me pidieron específicamente una asesoría sobre el diseño del procedimiento de reforma constitucional, pero les habría dado algún consejo si me lo hubieran pedido. Habría dicho que no pusieran demasiado en la Constitución porque, si hacían eso, iba a ser difícil ratificarla.

Sé muy bien esto porque soy de Canadá, y allá tuvimos una experiencia muy similar en 1992. Se propuso una nueva constitución [cuyo proceso] incluía muchos aportes populares, muchos comités, muchas comisiones donde la gente podía decir lo que quisiera. Y la constitución que resultó era inmensa: fue un enorme paquete de reforma constitucional y todos encontraron algo en ese paquete que no les gustó, por lo cual no fue una sorpresa cuando Canadá votó No. Lo mismo sucedió en Chile.

El 4 de septiembre, usted tuiteó que esta era “una derrota verdaderamente histórica para lo que podría haber sido una constitución verdaderamente histórica”. ¿De qué manera esto fue doblemente histórico?

Podría haber sido una constitución verdaderamente histórica, porque habría sido la primera Constitución moderna creada en una democracia moderna. Piense en las constituciones a nivel mundial: ¿qué democracias han creado una nueva constitución en la última generación, en los últimos 20 años? Ninguna. Esta habría sido la primera en el siglo XXI, la primera democracia importante en crear una nueva constitución. Eso habría sido histórico. También lo habría sido por el proceso en virtud el cual se había creado: hubo mucha participación popular, una elección de la Convención con paridad de género y representación indígena. Era algo nuevo, algo emocionante, una oportunidad de hacer algo realmente especial en el país. Por lo mismo, es lamentable que la Convención no haya logrado convencer a los chilenos de ratificar la propuesta.

¿Vio lo sucedido como una oportunidad desperdiciada? ¿O es solo que va a tomar más tiempo tener una nueva constitución?

Creo que va a tomar más tiempo, pero aquí hay un punto interesante: incluso si los chilenos hubieran ratificado la Constitución propuesta, ese no habría sido el final del proyecto de elaboración constitucional porque, pasara lo que pasara, habría habido reformas, conversaciones y deliberaciones sobre lo que debería decir la Constitución. Así que ese no habría sido el final. De hecho, habría sido el comienzo del nuevo Chile. Eso sí, hubo una oportunidad perdida: creo que la Convención fue demasiado lejos, demasiado rápido.

En 2019, usted coeditó Constitutional Change and Transformation in Latin America, libro en cuya introducción se lee que lo más probable es que Chile siga con su Constitución por largo tiempo y que siga usando los procedimientos de enmienda “como una salida más simple para ‘adaptar’ su contenido a los nuevos tiempos”, destacando que el texto “no incluye ninguna disposición para su propio reemplazo”.

No creo que nos hayamos equivocado entonces, porque eso es, de hecho, lo que hizo Chile: enmendó la Constitución para crear un procedimiento que permitiese escribir una nueva. No se trataba de una nueva constitución creada tras una guerra o después de una revolución, sino de una que habría surgido a través de un proceso legal, con procedimientos legales. No hay muchos países que hayan hecho eso, y esa es otra razón por la que habría sido un momento histórico para el país, para la región y para el mundo.

Ahora, lo que va a pasar es que la Constitución chilena va a ser reformada, y puede serlo a través de enmiendas o con una nueva constitución, pero creo que, pase lo que pase, los cambios no serán tan transformadores como la Convención quiso que fuesen. Los cambios van a ser más pequeños en escala, van a ser más equilibrados y van a ser menos.

¿Le parece deseable una constitución más breve?

Sería mejor tener una constitución más corta, con menos derechos y menos cambios transformadores. El cambio gradual es más seguro, especialmente si la Constitución que se propone va a ser ratificada por los chilenos. La gente no quiere un cambio constitucional transformador, no quiere una constitución revolucionaria: quiere una constitución que asegure las cosas que le importan y que ofrezca una continuidad entre el pasado y el futuro. Y quiere algunas cosas nuevas, por supuesto. Pero deshacerse de todo lo que has conocido y empezar de cero, sin saber cómo funcionarán las instituciones, no es una receta para el éxito.

¿Y podría, aun así, ser una constitución progresista?

Incluso así podría ser una constitución progresista, pero debería ser una constitución cuyos avances se den de manera gradual.

Días atrás, Le Monde publicó una columna de Hélène Landemore y Claudia Chwalisz, para quienes “el fracaso del 4 de septiembre no señala la necesidad de volver a una asamblea constituyente puramente política, sino la de pasar, al menos en parte, a un método de selección que garantice un órgano constituyente más representativo y democrático: el sorteo”. ¿Puede un sorteo ayudar a escribir una nueva constitución?

No es la mejor idea. Creo que es mejor no tener una lotería, sino una elección de chilenos calificados, competentes, interesados y comprometidos. Ahora, si la propuesta para la lotería es que tiene que haber un proceso de selección para asegurarse de que haya personas calificadas, competentes, serias y comprometidas, y que luego se sortee entre ellas, entonces está bien. Pero la idea de que solo elijas a 100 o a 150 personas de toda la población con derecho a voto, no es algo que recomiende.

¿Está pensando en tener expertos?

Ciertamente, puede haber personas que sean expertos, pero no tiene que haberlos necesariamente, porque queremos que una sección transversal de la sociedad participe en la determinación del contenido de la Constitución.

Ahora, supongo que esto depende de lo que quieras decir cuando dices “expertos”. Si te refieres a políticos, no tienen que ser políticos. Si te refieres a constitucionalistas, definitivamente no. Algunos de ellos pueden ser parte del comité, pero yo no llamaría a reunir a un grupo de expertos en derecho constitucional para debatir y decidir qué habrá en la Constitución, ni sugeriría que un grupo de políticos decida al respecto. Debería haber algunos políticos, algunos académicos, algunos abogados, algunos profesores, algunas enfermeras... una verdadera sección transversal de la sociedad. Pero tienen que ser las personas que quieran hacerlo, no solo las personas que son elegidas al azar, que pueden o no querer hacerlo.

Una nueva constitución es un deseo mayoritario, según han mostrado las encuestas, además del plebiscito de entrada. ¿Qué tan necesaria le parece? ¿Esperan mucho los chilenos de este tipo de texto?

Una nueva constitución puede hacer mucho por un país, pero no puede borrar el pasado, y la gente no debe poner todas sus esperanzas y deseos en una constitución. Entiendo que quieran dar vuelta la página de Pinochet. Lo entiendo totalmente. Sin embargo, si hay un modo de concretar las aspiraciones y las ambiciones de la gente sin tener que escribir una nueva constitución, eso debe ser considerado. Es posible enmendar la Constitución para cumplir con las aspiraciones y ambiciones de la gente en términos de lo que quieren para sus vidas y para su posteridad, y eso debe considerarse, porque si intentas escribir una nueva constitución y se sigue el camino que siguió la Convención, que fue meter todo en la Constitución, constitucionalizarlo todo, entonces van a fracasar de nuevo.

¿Es posible pasar de un Estado subsidiario a un Estado social y democrático de derecho a través de reformas, sin una nueva constitución?

Una constitución es un vehículo para permitir que la gente logre lo que quiere lograr, pero también hay otros. Si es demasiado difícil adoptar una constitución completamente nueva, puedes hacer las cosas que querías hacer enmendando la Constitución. La única diferencia sería que no vas a tener una nueva constitución. Y creo que vale la pena considerarlo. Una constitución no es un pedazo de papel: una constitución es el espíritu de las personas en la forma en que interactúan entre sí, en la forma en que van a ser gobernadas. Una constitución no es el acto de escribirlo todo: es el acto de aceptar una nueva forma de gobernarse, y eso es posible sin un nuevo texto constitucional. Basta con tener una nueva realidad constitucional.

Ahora, puede que se haya apostado muy fuerte por una nueva constitución, pero es posible lograr los mismos objetivos reformando la Constitución existente. Se puede hacer. De hecho, la Constitución lo autoriza: tiene procedimientos para producir pequeños y grandes cambios. Use el procedimiento para grandes cambios, y así realizar los cambios que necesite. Las reglas de enmienda fueron reformadas, de modo de hacer posible enmendar la Constitución. Este podría ser el camino a seguir, de la mano de un conjunto más gradual de cambios a la Constitución, en lugar de tratar de transformar completamente el derecho y la sociedad. Esto último supondría un cambio constitucional revolucionario y totalizador, y puede ser que los chilenos no estén listos para eso.

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