La Tercera PM

Cariño y cachamal

Desde hace un tiempo, por ejemplo, los amigos en Chile se saludan de beso, como los argentinos y otros. Eso era impensable hace quince o veinte años. Quizás, entonces, esta forma chilena de la amistad bruta, incluida su deriva de apodar según defectos, desaparecerá o se debilitará, quedando arrinconada en clubes de Toby, fondas, el Club de la Unión y otras instancias proclives a la jugosidad.  

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Si bien puede plantearse acerca de la humanidad entera, en Chile es especialmente pertinente la pregunta sobre cuán cerca puede llegar a estar, entre amigos –y sólo entre amigos–, el afecto de la agresión. Es una cuestión que se vuelve evidente en estos días de patriotero desborde lleno de manifestaciones amistosas que rozan el insulto o el forcejeo ñoño, como esas peleas de amigos curados que más que pegarse bailan una cueca chueca que termina en el suelo en un abrazo giratorio que más que mocha parece cacha.

En tuiter –ese resort de la indignación– alguien posteó hace unos días un diálogo que le tocó presenciar entre un tipo que esperaba micro y otro que pasó en un auto:

-Fonasaaa, pa onde vay?

-Pal mall culiao y voh?

-Pa otro lao, chupa el pico.

-Wena culiao, ahí lo vimo.

Este intercambio recoge y explica bien todo esto. Esas expresiones en dicho contexto no son ofensivas sino modos nimbados de familiaridad, de cercanía. Es una comunicación efectiva, inequívocamente amistosa. Son usos y códigos socialmente transversales y sobre todo masculinos. Los especialistas podrán dilucidar si estas formas escindidas de la amistad ayudan a licuar la agresividad terrible del chileno, o si, por el contrario, son más bien su caldo de cultivo y/o las últimas manifestaciones no reprimidas del machito en retirada.

En todo caso, hay que remarcar una cosa: entre compadres, camaradas, huasos y zorrones puede manifestarse el querer propasándose en el lenguaje y los gestos, dándole a estos un uso otro, pero de ahí al barsa que se desubica y se pasa tres pueblos hay una distancia insalvable. Se podrán reemplazar palabras de cariño por insultos y abrazos por cachamales, pero la violencia, el mechoneo, la prepotencia y el bullying serán siempre otra cosa muy distinta.

El doble uso, tan curioso como frecuente, no es lo mismo que el doble sentido, esa otra práctica tan chilena de significar a la vez dos cosas contrarias o reñidas, preferentemente en el ámbito genital. El doble uso, en cambio, es la distinta aplicación que se le da a una misma expresión en dos situaciones. Una vez, en la caleta de San Antonio, Nicanor Parra oyó un grito que, según su diccionario mental, supuso sería el inicio de una pelea, pero que no era sino el apelativo amistoso con que un pescador sospechaba de lo que le decía su compadre: "¿Te tragaste un filósofo maricón reculiao?". Parra pondría después la frase tal cual en un poema donde un tipo increpa a otro que se las da de profundo.

Pienso en esto ahora que, pasando el aniversario de esa agresión pura y dura y alevosa que fue el Golpe –que aún ostenta apologistas, aunque cada vez más sólo sean como Carlos Cáceres–, viene un largo 18 y mucho se hablará de la conducta y la identidad o idiosincrasia chilena. En cualquier caso, todo está mutando y la chilenidad huasamaca irá dando paso –perforada la Cordillera de los Andes por la migración, los TLC y la tecnología– a un mix que recogerá de impensadas formas lo peruano, lo venezolano, lo argentino, lo colombiano, lo haitiano, lo europeo, lo chino, lo afro. Así, con tanto influjo, vendrán cambios; desde hace un tiempo, por ejemplo, los amigos en Chile se saludan de beso, como los argentinos y otros. Eso era impensable hace quince o veinte años. Quizás, entonces, esta forma chilena de la amistad bruta, incluida su deriva de apodar según defectos, desaparecerá o se debilitará, quedando arrinconada en clubes de Toby, fondas, el Club de la Unión y otras instancias proclives a la jugosidad.

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