El cinismo y la violencia infantil

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Crecer en ambientes violentos legitima la violencia como método para relacionarse. Buscar apoyo y cariño en la familia y encontrarse con golpes y abusos, puede determinar en muchas personas una manera de ejercer luego esos mismos métodos en otros lugares de relacionamiento.


Desde octubre de 2019, Chile vive envuelto en una seguidilla de hechos que han alterado la marcha del país y de la vida personal. Los análisis se alinean dependiendo de la ideología de quien los hace. Súbitamente, para quienes no quieren ver y sienten sus privilegios amenazados, una cantidad de chilenos y chilenas "comunistas y violentos" decidieron hacer la vida imposible al resto. Para otros, la única manera de resolver el problema es mantener un modelo probadamente desigual y no cambiar nada, ojalá no moverse para que esa violencia no los alcance, no los vean y tampoco ellos ver al resto.

Hace 25 años, UNICEF comenzó a realizar estudios para conocer cómo eran tratados los niños y niñas en sus familias y qué opinaban sobre la violencia (o no) que recibían de sus padres. En 1994, el 77,4% de niños y niñas declararon sufrir violencia física leve o grave, además de violencia sicológica. Esa generación, tiene hoy más de 40 años y muchos de ellos seguro son padres o madres.

El organismo internacional siguió haciendo estudios en 2000, 2006, 2012. En todas las versiones los resultados de los estudios sobre percepción de violencia al interior de las familias, se mantuvieron en torno al 70%. Esas son generaciones que hoy tienen entre 20 y 30 años.

El ministerio del Interior, en 2012, con la Encuesta Nacional de Victimización por violencia intrafamiliar y delitos sexuales, cifró en un 75,1% de los niños, niñas y adolescentes que dijo haber sufrido algún tipo de violencia o maltrato por sus padres o cuidadores. En 2017, el ministerio del Interior y el Consejo Nacional de la Infancia implementaron un encuesta nacional pionera en determinar la "polivictimización" que sufren niños, niñas y adolescentes al ser víctima de muchos tipos de violencia en los espacios que frecuentan. Algunos ejemplos apabullantes que se suman a la situación de violencia en sus familias: el 82% de las y los estudiantes declararon haber sufrido al menos una victimización indirecta en su entorno comunitario durante su vida; un 73% dijo haber sufrido algún delito (robos, roturas de objetos y ataques físicos); el 62% de las y los estudiantes declaró al menos una situación de maltrato entre pares; la encuesta también consideró un 32% que vivió alguna situación de violencia en ambiente digital a lo largo de su vida.

Han pasado 26 años desde que se conocen datos y hay evidencia periódica sobre la violencia que las propias familias ejercen en sus hijos e hijas y cómo se mantiene prácticamente inalterable. A esto habría que sumar la violencia que sufren las mujeres, muchas de ellas madres. Crecer en ambientes violentos legitima la violencia como método para relacionarse. Buscar apoyo y cariño en la familia y encontrarse con golpes y abusos, puede determinar en muchas personas una manera de ejercer luego esos mismos métodos en otros lugares de relacionamiento.

Que fácil es señalar al del frente y llamarlo violento, y que difícil es comprender que tenemos un problema como sociedad al que no le hemos dado la importancia que merece. Hay algo de cinismo en el discurso contra la violencia de los otros y la nula reflexión sobre la propia violencia.

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