Designated survivor
La aparente debilidad de Blumel en materia política puede ser su fortaleza. No tiene los atavismos de los operadores de la vieja escuela y ha mostrado mayor capacidad de leer la calle y entenderse con la oposición. Genera respeto en el Congreso y ha sabido no hacer gala del poder que tiene, a diferencia de otros funcionarios del piñerismo, que llenan de off los medios para atribuirse éxitos.

El Presidente de la República, ex operador financiero, nunca pierde. Si la señal era desarmar su diseño de un gabinete formado por estrechos colaboradores suyos y mostrar renovación después de una semana que se dieron vuelta las cosas en Chile, no puede resistirse al regateo, y dejó en el nuevo equipo a un ministro del Interior, con el que tiene una larga relación
Gonzalo Blumel es como el Designated Survivor de Apoquindo 3000. Aquella serie de Netflix narra las peripecias del sobreviviente de una hecatombe política y que debe lidiar con tiempos difíciles sin mucha de la experiencia política que tenían los que ya no están. Su supervivencia se debe en buena parte con la conexión con personas comunes, debido a que no es político.
La aparente debilidad de Blumel en materia política puede ser su fortaleza. No tiene los atavismos de los operadores de la vieja escuela y ha mostrado mayor capacidad de leer la calle y entenderse con la oposición. Genera respeto en el Congreso y ha sabido no hacer gala del poder que tiene, a diferencia de otros funcionarios del piñerismo, que llenan de off los medios para atribuirse éxitos.
Tiene, de entrada, una tarea muy compleja. Las violaciones a los DDHH durante el período de emergencia van a apuntar tarde o temprano a responsabilidades políticas de su antecesor, el ex poderoso Andrés Chadwick. El nuevo ministro será el que tendrá que destapar la alfombra y explicarle al país una serie de hechos inexplicables en democracia, como las detenciones ilegales o la cantidad de heridos con lesiones oculares graves. La prueba de fuego será la lealtad a su compañero de equipo o hacer sobrevivir al gobierno. Esta decisión marcará el sello de su gestión y le traerá problemas hacia donde se incline.
Los otros cambios resultaron ser los esperados. Quienes hablaron de más en cada una de las crisis que tuvo el gobierno, y generaron marejadas en redes sociales, tuvieron que salir. Quedó claro que no se tolerará más en los ministros esas especies de reflexiones sobre el país propias de un bar abierto de matrimonio de clase alta. Es probablemente la explicación de por qué el presidente decidió perdonar a la Ministra de Transportes. Pese a su responsabilidad en la crisis, cuidó bastante las formas y no habló cuando no debía hacerlo.
Punto aparte es la designación del nuevo Ministro de Hacienda. El ministro decidió hacer quebrar las casas de apuestas de los actores económicos y apostó por un académico capaz, pero fuera todavía de las grandes lides. Briones tiene inmediatamente una prueba de fuego en el Congreso, pues hay un presupuesto que debe ser aprobado antes del 30 de noviembre y una reforma tributaria que camina muerta por el Senado. Sus textos en varias entrevistas respecto a la crisis de expectativas de crecimiento que sufrió el gobierno y su posición audaz en materias de productividad, hará arriscar la nariz a muchos, pero al final, su designación es una autocrítica correcta.
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