Elena Iparraguirre: La vida de la encarcelada número dos de Sendero Luminoso y viuda de Abimael Guzmán

La número dos de la guerrilla Sendero Luminoso, Elena Iparraguirre, también conocida como "camarada Miriam", levanta el puño en un tribunal, en Lima. Foto: AFP

“Elena dice sufrir por los muertos, que le pesan y le pesaban durante la guerra, pero que lo había asumido como el costo inevitable que se paga por hacer una revolución y que no existe una sin violencia", dice a La Tercera el historiador peruano y biógrafo de la "camarada Miriam”, Antonio Zapata.


“Honor y gloria a mi esposo. Seguiremos su ejemplo de comunista hasta el fin”. Así, Elena Iparraguirre, también conocida como la “camarada Miriam”, respondió en una llamada ilegal desde el penal Virgen de Fátima en Lima, donde cumplía cadena perpetua, después que el Ministerio Público de Perú informó de la muerte en la cárcel del líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, por “neumonía”.

La noticia caló hondo en la guerrillera que fue incomunicada y trasladada al penal de máxima seguridad de mujeres Anexo de Chorrillos, mientras inició una disputa legal para obtener los restos de su marido, con quien planeó y desató el terror en el país entre 1980 y 1992, año de su captura, mediante una lucha armada que le arrebató la vida a 70 mil peruanos y dejó más de 20 mil desaparecidos, según cifras de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

El 30 de octubre de 1993 el gobierno peruano publicó esta foto con líderes de Sendero Luminoso encarcelados: Angélica Salas, Osmán Morote, Martha Huatay, Elena Iparraguirre, Abimael Guzmán y María Pantoja.

Elena Albertina Iparraguirre Revoredo, tiene 74 años. Nació en Ica, en una familia tradicional. Su padre, Carlos Alberto Iparraguirre Guerra, era militante del Partido Aprista Peruano, masón y trabajador, y su madre, Blanca Elena Revoredo Relis, manejaba su propio negocio desde casa. Eran tres hermanas, la mayor falleció en un trágico accidente a los 23 años, y fue una de las escasas penas que ha experimentado la terrorista en su vida.

La “camarada Miriam” estudió en el colegio Gran Unidad Escolar Teresa González de Fanning y terminó su educación básica en Huacho, para luego ingresar al Instituto Pedagógico y validar su título posteriormente en la Universidad de Educación, lugar en que fue “captada” por el Partido Comunista de Perú a través de una docente amiga en 1968.

Un año después, conoció a Augusta La Torre, la esposa de Abimael Guzmán, en ese entonces un profesor universitario de Filosofía, que había liderado un levantamiento de docentes públicos en Ayacucho.

Sin embargo, la primera cercanía de Iparraguirre con las bases del movimiento maoísta enfrentó una pausa debido a que se enamoró del ingeniero químico Javier Verástegui, quien era ajeno a la militancia. La pareja se casó y en 1970 se radicaron en París, donde su esposo obtuvo un doctorado y ella se especializó en Educación de niños excepcionales. En suelo francés, el matrimonio tuvo a su primera hija, Blanca Elena, y tras el nacimiento de Nicolás retornaron a Lima.

Líderes de la guerrilla Sendero Luminoso: Margie Clavo, Elena Iparraguirre, Abimael Guzmán, Víctor Zavala y Angélica Salas levantan el puño tras la suspensión de su juicio, en Lima. Foto: AFP

“En la mayoría de los casos de estudios que se encuentran sobre líderes con este perfil se subraya una infancia difícil, de un choque con el mundo, de no tener sitio, por lo que en todos es una respuesta desesperada, pero no es el caso de Elena y de Guzmán. No habían nacido en la élite, pero tampoco en los sectores más pobres, ni más desesperados, ni que habían pasado por traumas de infancia, sino en una pequeña clase media que poco a poco va haciendo su vida”, señala en conversación con La Tercera el historiador peruano y autor de “Elena Iparraguirre: La mirada de la número tres”, Antonio Zapata.

En su regreso a Perú, Iparraguirre volvió a la militancia, pero su vida familiar no coincidió con sus ideas de revolución. Por ello terminó por abandonar a su familia en 1976 y pasó a la clandestinidad como parte de la dirección central del senderismo.

“A medida que más me comprometía con la lucha revolucionaria, el equilibrio se fue resquebrajando hasta romperse. No era lo mismo llevar a los niños al colegio tomando tres microbuses de casa a la barriada que llevarlos a las marchas o mitines. Me rebelé contra el papel que esta sociedad le impone a la mujer: tener y educar a los hijos y trabajar para aportar a la producción social que sostiene un sistema injusto. Me até el corazón con mis tripas y salí sin voltear atrás a riesgo de convertirme en sal”, recordó Elena en una entrevista con el diario Página Libre.

El 17 de mayo de 1980, Sendero Luminoso desató una brutal guerra contra el Estado. Elena y Abimael se habían conocido en una escuela política, y a solo seis años de su arribo desde Francia formaba parte de la jefatura del grupo guerrillero. Ante la muerte sin dilucidar de Augusta La Torre, la “camarada Noah”, en noviembre de 1989, “Miriam” asumió su lugar en el liderazgo senderista. Como pareja de Guzmán, se convirtieron en los cerebros de los múltiples atentados que conmocionaron al país.

La caída de los cabecillas

El 12 de septiembre de 1992, un Grupo Especial de Inteligencia finalizaba una de las mayores operaciones de contraterrorismo al capturar al denominado “Comité Permanente de Sendero Luminoso”, integrado por el “camarada Gonzalo” (Abimael Guzmán), la “camarada Miriam” (Elena Iparraguirre) y “camarada Feliciano” (Óscar Ramírez). Tras su detención, la pareja senderista pasó por 15 días de aislamiento para luego ser condenada inicialmente por un tribunal militar a cadena perpetua, sentencia que luego fue ratificada en 2004 y 2006.

Según la BBC, los cabecillas del movimiento insurgente más formidable de América del Sur con más de 10 mil seguidores, enfrentaron en primera instancia un juicio secreto llevado a cabo por jueces militares encapuchados, siendo acusados de terrorismo agravado y homicidio calificado.

En los primeros años de prisión, la pareja compartía en el mismo penal hasta que, en 2005, Iparraguirre fue trasladada a cárcel femenina de Santa Mónica. En entrevista con la revista Caretas en 2007, la terrorista reveló que organizaba a las reclusas, realizaba clases, pintaba y hacía cerámicas. Justamente, internada en este penal es donde conoció a Antonio Zapata.

Abimael Guzmán y Elena Iparraguirre asisten a un juicio durante la sentencia de un caso de auto bomba de Sendero Luminoso en 1992, en Miraflores. Foto: Reuters

“Fui a la cárcel en 2008 invitado por la dirección del penal porque en ese momento yo hacía un programa cultural en la televisión y las presas lo veían. Para mí era una cuenta pendiente porque yo era amigo de María Elena Moyano, una lideresa asesinada por Sendero Luminoso. El primer día conversé con Elena y me dijo: ¿quiere saber algo sobre la guerra en particular? y me contó cómo murió mi amiga. Me pareció una persona serena con un buen humor, que incluso sabía reírse de sí misma con un humor negro, que había asumido sus responsabilidad y que miraba el futuro sin esperanza, consciente de qué va a morir en la cárcel”, explica Zapata, que visitó por 21 domingos, con un promedio de cuatro a cinco horas de conversaciones por jornada con la terrorista, en un espacio al que solo podía acceder con, a veces, lápiz y papel.

El 20 de agosto de 2010, la pareja senderista se casó en la prisión de alta seguridad de la Base Naval del Callao después de obtener un permiso del entonces mandatario Alan García. Cuatro años antes, la madre de Elena, Blanca, entregó sus argollas de matrimonio para que Abimael le propusiera matrimonio a su compañera de lucha.

Durante un breve receso en la Sala de Tribunales, en el megajuicio de 2006, el líder de Sendero Luminoso “sacó un ramo de rosas rojas y amarillas -colores simbólicos de la agrupación- para entregarle el anillo a Elena. Con los demás miembros del partido de testigos, Guzmán citó a Karl Marx: “La relación entre un hombre y una mujer es natural, discreta y necesaria”, según consigna la prensa local.

Destrozos provocados por un tentado de Sendero Luminoso en Miraflores, Lima, en julio de 1992.

Desde ese momento quedaron imposibilitados de volver a verse debido a que en Perú la cadena perpetua no permite realizar visitas conyugales. En 2014, la pareja publicó el libro “Memorias desde Némesis”.

En una vida rutinaria y solitaria, Elena recibió esta semana la noticia del deceso de su pareja sin la posibilidad de despedirse. “Una parte de su vida también estaba organizada en torno a cuidar a Guzmán. Por ejemplo, yo pude ver que ella todas las semanas preparaba comida en prisión y pedía que el abogado fuera para darle el pocillo con el que corría a la otra cárcel para entregarlo. Cuando Alberto Fujimori aceptó la negociación durante años vivieron juntos en la misma celda, recién en la transición democrática fueron separados. A veces tenían manifestaciones infantiles, como que le mandaba a Elena un osito de peluche”, apunta Zapata.

Hasta el momento, será el Congreso de Perú el que decidirá el futuro de los restos de Abimael Guzmán. El pleno del Legislativo debatiría este jueves dos proyectos de ley que plantean modificaciones legales que permitirán determinar el destino de los restos del fundador de Sendero Luminoso, quien falleció el sábado en la prisión donde cumplía cadena perpetua.

En tanto, tras 29 años en cárcel, la número dos de Sendero Luminoso no evidencia arrepentimiento por las masacres que perpetró el grupo. “Elena dice sufrir por los muertos, que le pesan y le pesaban durante la guerra, pero que lo había asumido como el costo inevitable que se paga por hacer una revolución y que no existe una sin violencia”, dice Zapata.

“De sus dos hijos, tiene una mala relación con la mayor que vive en Perú. Y con el hijo que vive en el extranjero, cuando va a Lima siempre va a visitarla. Por último, ella cree que en 200 años será recordada como heroína, que la historia del Perú la va a poner en el mismo nivel que Micaela Bastidas, la esposa de Túpac Amaru II. Por ahora, la veo desligada del día a día. Entonces es imposible que sea dirigente práctico de un partido”, concluye el historiador.

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