La Tercera PM

Izquierda patipelá

Hoy, cuando trolls y bots ultramontanos se aglutinan en un nuevo partido, la izquierda tiene que replantearse a fondo, con fuerza crítica y creatividad, dejando atrás las posturas lastimeras y miopes, esa "moral estúpida de las víctimas".

gutierrez

Bien por los que comulgan con la derecha, legítimamente convencidos o puramente amansados por el beneficio propio que la alienta y define, pero qué desafinados suenan aquellos que, sin descolgarse ni un dedo de la majadería y prepotencia que son la marca de origen del neoliberalismo chileno, se alzan como intelectuales sarcásticos, horneada su perorata al calor de la crisis progre y poco más: cero autocrítica, pura autosuficiencia.

Este preámbulo algo beligerante y gratuito, lo reconozco, es para evitar confusiones. Lo que pasa es que vi un tuit de Luis Larraín Arroyo y le encontré razón. Aunque no comparto sus opiniones y modos –que suelen ser muy old zorronian, con ironía demasiado gruesa–, este posteo del director de Libertad y Desarrollo apuntaba a lo absurdo del gesto del diputado Hugo Gutiérrez, quien apareció descalzo en el Congreso a modo de reivindicación de los "patipelaos", la desafortunada fórmula con que Jacqueline Van Rysselberghe llamó a quienes piden la rebaja del estipendio parlamentario.

No hay que gastar pólvora en gallinazos. Van Rysselberghe tiene a su haber una generosa antología de irregularidades y desfachateces, pero tratar en un arrebato de patipelaos a los adversarios no amerita tanta alharaca. Usó una expresión informal, sí, añeja como su ideario, sí, y más bien despectiva si tomamos demasiado en cuenta su etimología, sí, pero tampoco fue ultrajante. No conviene ponerle tanto color a todo, la sensibilidad y la literalidad en grados superlativos conducen a la beatería.

Es una comunidad y no una comisaría lo que debe estar en el centro de una nueva izquierda. Si no hacemos distinciones a la hora de poner el grito en el cielo, si no buscamos ideas y espacios nuevos, todos quienes en este tiempo de incertidumbres nos aglutinamos básicamente por la común distancia con la derecha, corremos el riesgo de diluirnos en la nada como el vapor de un hervidor. Y ahí lo que cunde es el sarro, que en política se llama populismo.

Por eso la performance de Gutiérrez tiene por un lado algo ridículo y por el otro también, siendo ilustrativa de cierto maniqueísmo que su partido, el PC, lleva adelante con soltura digna de mejores causas y que en mi modesta opinión le hace un patipelao favor a la propia izquierda o a la ausencia de ella o, más bien, a la posibilidad de su reinvención. Mauricio Redolés ha contado su amor total e interminable por el comunismo, pero también cómo tras 18 años dejó de militar en el PC a principios de los 90 por sentirse hostilizado tras pedir más democracia interna.

Hace poco Daniel Matamala entrevistaba a los diputados UDI Jaime Bellolio, al ultra DC Matías Walker y a la PC Karol Cariola. Iban a hablar de no sé qué pero salió, cómo no, el tema de Venezuela. Por más que el empate de dictaduras que practican la derecha y el extremo centro sea irritante –y ese día lo fue–, no dejó de serlo también la postura de Cariola, que relativizó no ya el carácter dictatorial del régimen de Maduro sino, derechamente, el de China. Ese espectro juvenil (UDI, DC y PC) es un remolino sin cauce, pensé, y a río revuelto, beneficio de republicanos.

Está de moda en redes un juego que insta a crear una historia de terror en sólo cuatro palabras; por ejemplo, "Nos puede gobernar Kast". Hoy, cuando trolls y bots ultramontanos se aglutinan en un nuevo partido, la izquierda tiene que replantearse a fondo, con fuerza crítica y creatividad, dejando atrás las posturas lastimeras y miopes, esa "moral estúpida de las víctimas" –para decirlo con un quemante verso de Ingeborg Bachmann–, esa altura que es profesada a menudo con visos de credo desde un lugar cómodo y sin ideas, izquierda difusa que en su forma actual no sirve para pensar el presente ni el pasado, y menos el futuro.

Hay mucho paño que cortar, pero primero hay que afilar bien las tijeras críticas. Mejor lo dice Nietzsche cuando advierte que no queda más remedio que "exigir cuentas y someter a juicio despiadadamente a los sentimientos de abnegación, de sacrificio por el prójimo, a la entera moral de la renuncia a sí" que esgrimen algunos, porque el hecho de que esos sentimientos y palabras gusten "no constituye aun un argumento a favor de ellos, sino que incita cabalmente a la cautela. ¡Seamos, pues, cautos!". Y seámoslo doblemente, compañeros, porque al frente está acechante la ultraderecha, ahora y siempre.

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