Kurt Cobain: Más que el último, el primero

El lugar común lo sitúa como la última estrella de rock universal. Y las evidencias parecen confirmar el cliché: a 25 años de su trágica muerte, no ha aparecido nadie que se haya siquiera acercado a la influencia y el impacto que tuvo Kurt Cobain en la música y la juventud del mundo occidental. Y así como la Generación X encontró su ícono en un impensado e inseguro adolescente de Aberdeen, un pueblo perdido en el noroeste estadounidense dedicado a la pesca y la industria forestal -de ahí la estética leñadora que impulsó Nirvana-, la Generación Z hoy se rinde a los pies de astros de vidas de lujo, estela efímera y vidas expuestas en Instragram.
El mundo cambió dramáticamente y Cobain lo supo leer antes que nadie. En una época en la que reinaba el rock misógino y escarmenado, Nirvana rompió con todo a punta de letras crípticas y sombrías, un férreo compromiso con las mujeres en la música -quizás lo único que el músico se tomó en serio políticamente hablando- y una imagen que gritaba vulnerabilidad. En otras palabras, el paradigma que impera hoy en lo que queda del rock.
Según se reconstruye en Heavier than heaven, hasta ahora la más completa e ilustrativa biografía de Cobain, éste gritó desde el escenario durante un show en Newcastle, Inglaterra:" Soy homosexual, soy un drogadicto y tengo relaciones con cerdos guatones". Para el autor del libro, Charles R. Cross, en ese momento al menos sólo una de esas afirmaciones era cierta. Pero el gesto valía mucho más que su veracidad.
Cobain en ese sentido fue un gran visionario. Si bien siempre ambicionó con su ser una megaestrella, y sus referentes musicales iban desde los holandeses Schoking Blue y los escoceses The Vaselines a figuras mayores como los Beatles y Kiss, el flacucho y atormentado líder generacional de los años 90 siempre supo que su paso por este mundo sería breve. "No me preocupa lo que sucederá cuando tenga treinta" -dijo en una antigua entrevista, con tono seco y despreocupado- "porque nunca llegaré a los treinta".
Nevermind, el disco definitivo de Nirvana -pese a que In Utero cumple mejor con esa premisa-, con más 30 millones de copias vendidas a la fecha, sigue siendo el último gran disco del rock tal como lo conocíamos. Y el que jubiló al género. Es, hasta hoy, una suerte de big bang, el cruce definitivo entre el mainstream y la cultura alternativa. En sus doce canciones -que originalmente el vocalista agruparía bajo el título Sheep (Oveja)- hay sobre todo desconcierto y rabia, en gran medida motivadas por la tormentosa relación amorosa de Cobain con Tobi Vail, ex integrante del grupo Bikini Kill y propietaria del desodorante Teen spirit que inspiraría el mayor himno de la década.
Pese a su claridad y cualidades visionarias, los 27 años de vida de Cobain estuvieron marcados por las contradicciones y la angustia. Odiaba ser popular, y el mito dice que por eso se pegó un tiro, pero lo cierto es que ya en su adolescencia intentó quitarse la vida, luego de la vergüenza que le produjo el bullying de sus compañeros luego que lo encontraran en pleno acto sexual con una niña con cierto grado de retraso mental. Su reticencia a la fama choca además con los diarios de vida que dejó, plagados de escritos y dibujos de sus bandas favoritas, ensayos de respuestas para posibles entrevistas y varios bosquejos de logos y nombres para su grupo y próximas composiciones.
En esos mismos libros solía alterar su nombre para referirse a sí mismo ("Kurdt Kobain"), como renegando de su propia persona. "Tenía una necesidad desesperada, aunque no la valentía, de ser él mismo. Y una vez que haces eso no puedes equivocarte, porque no puedes cometer errores cuando la gente te ama por ser tú mismo", anota Cross en su libro. "Pero para Kurt, no importaba que otras personas lo amaran; simplemente él no se amaba lo suficiente".
Más que el último rockstar -que probablemente lo fue-, Cobain fue la primera estrella de lo que vendría. Un tipo de sensibilidad asombrosa y personalidad autodestructiva, padre de una generación confundida, egocéntrica y atomizada. No por nada, el colombiano J Balvin, el rey Midas actual del reggaetón y el streaming, luce poleras con el logo del grupo de Seattle: Cobain fue su primer ídolo y Nirvana su primera banda tributo.
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