La Tercera PM

La escena fantasma

Las películas, los libros, las obras de teatro, se ven y recuerdan. Pero a veces el recuerdo es contradictorio y tiene un hoyo en el medio. ¿Significa que es menos válido? No. Para exactitudes ya tenemos Google. Para recordar a través de la emoción, está la memoria y la necesidad de las escenas fantasmas.

Esto pasó cuando yo iba en octavo básico y a lo largo de todo el colegio todos hablábamos de una sola cosa que era Depredador, la magnífica película de John McTiernan donde Arnold Schwarzenegger se enfrenta en plena selva a un cazador galáctico casi invisible. Eramos niños, eran los ochenta y por supuesto que la mejor cosa en el mundo era la idea de Arnold enfrentado en plena selva a un bicho espacial.

Las escenas de Depredador se discutieron en esos recreos con la pasión y detalle de una elección papal. Todos los debates tenían un elemento en común, como era la leyenda urbana de que el amigo del primo de un compañero había visto "en un video comprado en Estados Unidos" una versión de la película que incluía la muerte de un personaje que en la versión de cines moría fuera de cámara.

De nuevo: eran los '80 y era Chile en dictadura. La idea de películas censuradas y escenas cortadas no sólo era cercana a nuestra imaginación, era parte de lo cotidiano. Lo interesante es que la historia del amigo del primo rápidamente derivó a la experiencia personal. Es decir, compañeros de curso empezaron a decir que habían visto esa versión y esa muerte. Y sus descripciones eran tan vívidas y tan distintas entre sí que sólo podía haber una explicación para mi cabeza de niño de once años: Depredador era una película tan magistral que contenía todas las muertes posibles.

Ahora que han pasado tres décadas y uno puede encontrar en las tiendas o en internet todas las versiones posibles de la película de McTiernan, es fácil comprobar que la supuesta secuencia cortada nunca existió. Fue una fantasía surgida de ese hoyo conceptual que hoy ya está casi extinto y que es la película contada verbalmente.

El asunto era así: un adulto (porque en general se trataba de una película que sólo los adultos podían ver) le contaba a un niño el argumento de algo que había visto en el cine. Su manera de contar la historia determinaba un montón de aspectos en la cabeza del niño. Género, calidad de las actuaciones, nivel de efectos especiales. Y, sobre todo, ponía en la cabeza del niño una buena cantidad de escenas fantasmas.

Las escenas fantasmas eran esas cosas que el narrador de la historia creía haber visto o leído, pero que además parecían darle a la historia original un sentido que el narrador presentía importante. Solían ser escenas explicativas, momentos donde la trama se aclaraba o donde se comprendía en detalle el destino de un personaje (como la muerte del soldado en Depredador).

Las escenas fantasmas eran altamente frustrantes porque cuando el niño (o el oyente) por fin podía ver la película o leer el libro y no se topaba con el objeto descrito, se sentía engañado. Había un sentido que se le había escamoteado. El narrador original de la historia había accedido a una versión que ya no estaba disponible. Que tal vez nunca estuvo disponible.

Eso era entonces. Hoy día las escenas fantasmas me parecen magníficas. Creo que son la prueba de que todo espectador o lector, incluso el más silvestre o casual, tiene dentro suyo el alma de un editor ansioso de mejorar el material. Habitualmente la escena fantasma aparece como respuesta a una pregunta del oyente ("¿Y por qué Caperucita fue sola al bosque?") pero también hay ocasiones donde la escena fantasma surge de la pura y simple confusión o mejor aún, del corazón del misterio.

Muchos años atrás –mucho antes de Depredador, incluso- me encontré muy niño paseando por el lobby del Cine Central de Temuco, lo que era un gran panorama en esos tiempos porque en el lobby podían verse afiches de futuros estrenos.

Esos afiches tenían un misterio y una ambigüedad que hoy son difíciles de describir. ¿De qué se trataba E.T., que sólo era una imagen del cielo nocturno con la mano de un niño a punto de tocar el dedo gigante de algo que no parecía humano? ¿Se lo iba a comer? Ni idea. Pero había que ver esa película. Y todos lo hicimos.

Habían afiches bastante obvios, como el de Superman volando hacia la cámara con el puño adelante. O el de ¿Dónde Está el Piloto? con el avión doblado sobre sí mismo. Pero uno que me resultó completamente indescifrable era el de Alien. Sólo se veía una especie de huevo bajo una luz verdosa en medio de la oscuridad total. Le pregunté a mi mamá con mucha insistencia de qué se trataba esa película y cuándo podíamos verla.

Mi vieja, ansiosa de sacarse el asunto de encima, me dijo que ya la había visto y procedió a contármela: Alien era la historia de un alien, es decir, de un extraterrestre idéntico a los seres humanos, que se infiltraba entre nosotros y vivía su vida escondido del gobierno.

A mí me sonó como la mejor película del mundo. De hecho, ahora que lo pienso, es probable que mi vieja haya estado resumiendo el argumento de Starman, con Jeff Bridges. El asunto es que ese afiche enigmático tenía detrás esta fantástica historia del alien que se veía igual a nosotros.

Casi diez años después, vi Alien en una vieja copia en video. Y, por supuesto, durante casi todo el metraje, estuve esperando que se revelara la historia de ese hombre de las estrellas que se veía igual a nosotros. ¿Era el capitán de la nave? ¿Era Harry Dean Stanton? ¿Era el oficial médico? ¿Y qué tenía que ver esa especie de bicho negro que andaba por los techos matando astronautas?

Terminé de ver Alien frustrado y confundido. La película estaba muy bien, pero la versión de mi madre no se parecía en nada a lo que había visto. Unos días después, al desayuno, le dije: "Oye, vi Alien. No se parece en nada a lo que tú me contaste". Ella me miró, muy confundida. Le expliqué: el lobby del Cine Central, el afiche del huevo, ella caminando conmigo de la mano contándome del extraterrestre idéntico a los humanos.

Mi mamá lo pensó unos segundos y me dijo: "Eso no puede ser. Nunca vi Alien, me dan miedo esas películas. Y nunca te llevé al lobby del Cine Central, ese debe haber sido tu papá".

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