La presidencial 2021

Foto: Agencia UNO

Estamos en un verano pre electoral que se acompaña de una mayor indiferencia del electorado, con un escenario afianzado y competitivo en la derecha y uno abierto e incierto en la izquierda, donde está por verse si por la izquierda ocurre algo tan sorpresivo como ese 2017 en que Beatriz Sánchez emergió a sólo siete meses de la elección.


Se ha vuelto lugar común decir que la elección presidencial está líquida e incluso abierta para el brote de una candidatura insospechada. Veamos.

En enero de 2017, a diez meses de la primera vuelta, las preferencias espontáneas recogidas por la Agenda Criteria mostraban que los candidatos Piñera y Guillier contaban respectivamente con un 29% de preferencias.

Se proyectaba una situación bastante resuelta en la centro derecha en favor de Sebastián Piñera (como ocurrió) mientras que en la centro izquierda un empinado Guillier encontraba escasa competencia y aún en su horizonte no asomaba Beatriz Sánchez, quien recién vino a sorprender en la encuesta de abril de ese año con un 11%.

Este año, también a diez meses de una nueva elección, son Joaquín Lavín y Daniel Jadue quienes lideran las opciones en la derecha y la izquierda respectivamente con 12% de preferencias espontáneas cada uno, 17 puntos porcentuales menos que hace 4 años. Y esta vez hay un 20% de encuestados que no manifiestan preferencias, contra sólo un 5% en enero de hace cuatro años.

Entre las muchas razones que pudieran estar tras este escenario diluido y dubitativo propongo tres. En primer lugar, tras el estallido social se asentó el juicio que los cambios en la jefatura del Estado ya no eran condición necesaria ni suficiente para producir las transformaciones demandadas por amplios sectores de la población. La crisis de representación expresada en la decreciente participación electoral en los 16 años del ciclo Bachelet / Piñera, asociada a la percepción de insuficientes mejoras en las condiciones de vida alimentó argumentos en torno a la inutilidad de seguir girando sobre una misma rueda.

En segundo término, el estallido social de octubre y la crisis sanitaria alteraron el calendario electoral anteponiendo a la presidencial varias elecciones, entre otras Alcaldes, Gobernadores y de Constituyentes. Particularmente esta última ha concentrado tanto interés ciudadano como para considerarla igual o más relevante que la de presidente, distanciando subjetivamente el tiempo restante para la elección de noviembre.

Por último, la tremenda incertidumbre que ha acompañado la crisis del Covid-19 ha relativizado el valor del futuro y acotado las posibilidades de proyectar expectativas de mediano y largo caso. Estamos anclados al presente y el horizonte se nos torna tan incierto que no tiene mucho sentido especular sobre el mismo.

Con todo, si bien el cuadro está evidentemente más abierto e incierto que hace cuatro años, hay diferencias en las realidades electorales entre las coaliciones situadas a derecha e izquierda. Entre las primeros, Chile Vamos muestra un mapa de candidaturas consolidado y sumamente competitivo. Muy difícilmente aparecerán nuevas opciones que desafíen a las actuales. Más que licuado, hay un escenario marcado por una fuerte competencia cuya resolución será una incógnita hasta el día de la primaria. Y, en la derecha republicana, todo indica que repetirán con José Antonio Kast.

En la izquierda, en cambio, vemos efectivamente un espacio más abierto y líquido, representado por la falta de definiciones de candidaturas, pactos y alianzas y, donde por lo mismo, es posible que aún aparezcan figuras homólogas a la de Beatriz Sánchez hace cuatro años, capaces de mover el tablero.

De hecho, en la ex Concertación (hoy Unidad Constituyente), aún no definen ordenamientos partidarios de cara a la primaria ni logran tener una figura mínimamente consolidada; en el Frente Amplio siguen en busca de candidato; en el PC, en tanto, no precisan si irán a primarias y con quiénes, al tiempo que miran de reojo la fuerza electoral de Pamela Jiles.

En fin, un verano pre electoral que se acompaña de una mayor indiferencia del electorado, con un escenario afianzado y competitivo en la derecha y uno abierto e incierto en la izquierda. Estará por verse si por la izquierda ocurre algo tan sorpresivo como ese 2017 en que Beatriz Sánchez emergió a sólo siete meses de la elección.

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