Piola y Lina de Lima: la inmigración y el rap barrial en dos nuevas películas chilenas

Alejandro Trejo y Max Salgado en una escena de Piola, película de Luis Alejandro Pérez que acaba de ganar el premio a Mejor Opera Prima en el Festival de Cine de Guadalajara. Foto: Storyboard Media.

Dos estrenos chilenos que han recibido premios y elogios en festivales extranjeros sorprenden por la manera desenfadada y original en que muestran una realidad poco abordada en el cine.


Los sueños de Charly y Martín, dos muchachos raperos de un colegio municipal de Quilicura, no distan demasiado de los que Luis Alejandro Pérez (36) albergaba en sus años de escolar. Después de cuatro cortometrajes realizados en las últimas dos décadas, Pérez logró por fin darle consistencia al trabajo que más cerca está de esos anhelos. Es su largometraje Piola (2020), la historia de los diarios avatares, éxitos y fracasos de tres muchachos de clase media-baja que el viernes pasado ganó el Premio a Mejor Opera Prima Iberoamericana de Ficción en el Festival de Cine de Guadalajara, uno de los dos más importantes de México.

Si el realizador Luis Alejandro Pérez puede estar encaminado a concretar las ambiciones que tenía hace 20 años cuando quería ser cineasta, es probable que haya que esperar a una hipotética segunda parte de Piola para saber que les podría pasar a los protagonistas de su filme: ni los mencionados Charly y Martín, ni tampoco Sol, el tercer personaje importante de la trama, tiene la pista muy despejada. “La película reúne de alguna forma mis historias de juventud en Quilicura, donde aún vivo”, explica Pérez, que viene llegando desde México.

“También en esa época comencé a grabar videoclips con chicos de mucho talento en el rap, pero con cero posibilidades de dedicarse a eso: lo normal era que en la semana trabajaran de cocineros o como choferes y sólo pudieran hacer música el fin de semana. O en las noches”, añade el director. Egresado de Cine de la Universidad de Chile, el director se demoró seis años en terminar una película que, como lo practican sus protagonistas, se hizo en los ratos libres y robándole tiempo al descanso. “Yo normalmente trabajo en la Municipalidad de Quilicura haciendo trabajos audiovisuales: la película la hicimos durante los fines de semana y en vacaciones” cuenta Pérez sobre un trabajo que no contó con apoyos del Fondo Audiovisual y básicamente se autofinanció.

Estrenada paralelamente en el Festival de Cine de Mar del Plata (Argentina), donde participa estos días en la Competencia Latinoamericana, Piola ha tenido críticas positivas en ese país en medios como Clarín y OtrosCines.com. En honor la verdad, el filme de Pérez camina por tierra derecha, tiene gran agilidad narrativa y utiliza con sensibilidad el paisaje de Quilicura, una comuna que ha crecido exponencialmente en los últimos años. “Visualmente es una mezcla de barrio, cordones industriales y sitios descampados, junto a la clásica línea del tren. Me interesaba recoger todo eso” dice sobre un filme donde además la banda sonora es otro elemento esencial.

La trama corre a tres bandas que en algún momento conectan: la historia de Martin (Max Salgado), atascado entre sus ambiciones como cantante de rap y la súbita cesantía de su padre (Alejandro Trejo); la de Sol (Ignacia Uribe), la vivaz escolar que deposita sus ojos en un muchacho mayor y mantiene una titubeante relación con su madre (Paula Zúñiga); y la de Charly (René Miranda), el amigo de Martín, el que hace las veces de beatbox (base rítmica) en el dúo y quien debe trabajar en un local de comida rápida para aportar en la crianza de un hijo que no buscó.

“Creo que, en general, los creadores retratan mejor los mundos que conocen. En Chile la mayoría de los cineastas son personas de más recursos y a veces al contar historias de marginalidad tienden a caer en un cine cercano a la porno-miseria o donde todo es sombrío y deprimente. Por el contrario, yo quería retratar una historia de chicos de clase media como yo la conozco, donde por ejemplo el humor es muy importante. Después de todo es una herramienta de resistencia”, explica sobre la película que está disponible en las plataformas Puntoticket y Matucana 100.

Escena de la película Piola, que retrata la vida de un grupo de muchachos raperos en la comuna de Quilicura, Foto: Storyboard Media.

Lina sin Lima

Justo en la semana que debería haberse estrenado a fines de marzo, Lina de Lima debió mantenerse en una especie de hibernación hasta nuevo aviso. La pandemia impidió su exhibición presencial y hubo que esperar nueves meses hasta que este sábado 5 de diciembre por fin pueda ver la luz, aunque sólo de manera online a través de Puntoticket.

Dirigida por María Paz González y protagonizada por la actriz peruana Magaly Solier (actriz principal de La teta asustada, la cinta ganadora del Festival de Berlín 2009), la película es el relato de los días de Navidad de una asesora del hogar de origen peruano en nuestro país. Diversas circunstancias han complotado contra el habitual viaje que Lina hace a su Lima natal en esta época del año y, contra sus sentimientos y planes, deberá quedarse en una ciudad (Santiago) donde sus únicos conocidos confiables son sus propios compatriotas.

Magaly Solier protagoniza Lina de Lima, película de María Paz González, estrenada en el Festival de Toronto con buenas críticas.

El largometraje de María Paz González partió como un documental (su directora es fundamentalmente conocida por su elogiado trabajo de no ficción Hija), pero en algún momento del proceso creativo se transformó en un original musical donde una trama dramática da paso a un revelador retrato de las inmigrantes. Es por eso que en Lina de Lima conviven canciones escritas e interpretadas por la propia Magaly Solier, cuyas escenificaciones oníricas y chispeantes contrastan con las vicisitudes muchas veces amargas del personaje.

María Paz González ha dicho que su película buscaba alejarse de los estereotipos y queda claro que acá hay ecos de Almodóvar, pero incluso hasta del cine de Bollywood, el popular y colorido género fílmico de la India. La propia Magaly Solier entrega su apreciación vía telefónica desde la región de Ayacucho (Perú), donde vive: “Mi personaje no es una inmigrante sufrida, sino que es una mujer luchadora que pelea por sí misma, por sus hijos y por la felicidad de los que la rodean”.

Lina pasa las horas del día entre la locomoción colectiva y la nueva casa de sus empleadores, un territorio impecable, estéril y deshabitado, donde ella supervisa los últimos retoques de los albañiles a la piscina local. Aunque sus patrones aún no llegan a vivir a este casa de condominio, Lina se las arregla para estar ahí a veces junto a Clara (Emilia Ossandon), la hija de la familia. Junto a ella, que probablemente se sienta más cercana a Lina que a sus padres, mata el día, teje los sueños de poder reunirse con su hijo en Lima y tensa la cuerda de la espera.

En ningún momento hay en Lina de Lima atisbos de clichés ni autocompasión. Tampoco hay demasiado espacio para los hombres y en ese sentido es un filme femenino de rara energía. “Las inmigrantes no estamos tristes todo el tiempo. Somos seres humanos y buscamos formas de sentirnos bien. De eso se trata también un poco mi personaje: Lina trata de divertirse, de salir, de escaparse con la música”, comenta Solier sobre una película donde ella participó como compositora en casi todas las canciones.

Estrenada en el Festival de Toronto 2019, Lina de Lima también ha logrado elogios en la prensa extranjera y el plan es poder darle una exhibición presencial en el futuro en la medida que las condiciones sanitarias lo permitan.

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