Ponce Lerou y el atentado a la democracia

Julio Ponce


Imagino una novela latinoamericana en pleno siglo XX que tuviera el siguiente argumento: el yerno de un dictador, en un pequeño país en Sudamérica, se hace rico gracias a la privatización de una empresa estatal que explota recursos naturales. El hombre en cuestión se hace fácilmente rico sin hacer mucho. Una empresa regalada, explotación de recursos, dinero en el bolsillo. Nada que nos muestre demasiado talento o visión empresarial, para qué hablar de innovación tecnológica o proyección de futuro. Con una buena tajada de dinero fácilmente conseguido, el protagonista de esta novela comienza a comprar a parlamentarios y les ordena cómo hacer las leyes que rigen al país. Leyes que, por supuesto, tienen que favorecerlo. ¿Cuál sería la gracia sino?

Hasta aquí pareciera una novela típica de un país bananero. Lo increíble es que no es una novela y el protagonista no es un personaje ficticio, sino que un señor llamado Julio Ponce Lerou. Una vez develada la estafa y la corrupción, Ponce Lerou sale del directorio de SQM, la empresa con la que compró parlamentarios y evadió impuestos, pero su salida fue demasiado corta.  Hoy vuelve al directorio como "asesor estratégico". ¿Estratégico en qué me pregunto yo?

¿Cómo es posible que el protagonista de uno de los escándalos políticos más importantes de estos últimos años haya salido libre de polvo y paja? ¿Hasta cuándo se va a permitir que estos delincuentes se paseen por las calles? ¿A alguien se le olvidó que Ponce Lerou fue protagonista en la corrupción de la política chilena?

Me sorprende, por lo demás, que un país que se cree tan moderno, tan civilizado, tan vanguardista le conceda tanto poder a un delincuente. A un hombre que, finalmente, es un peligro no sólo para el Estado, sino para la sociedad en su conjunto. Un personaje que, en infinitas ocasiones, ha impedido que las instituciones funcionen e impedido que las leyes – acordadas en democracia – sigan el curso de las discusiones parlamentarias. Un hombre que es un peligro para la democracia como tal, ya que interfiere en ella sin representar a nadie más que a sí mismo.

Hoy el parlamento tiene la obligación de enfrentar estos hechos, enfrentar a estos personajes y darnos garantías para que jamás una persona vuelva a tener tanto poder en una democracia. Cito al diputado Gonzalo Winter que, sin duda, representa mi resquemor: "Tenemos que evitar que esta gente se siga riendo de nosotros, tenemos que hacernos cargo de convertir esta estafa en una verdadera democracia y recuperar para tod@s nuestros recursos naturales".

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