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Alertas desde China

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Durante los años de gran bonanza económica en China se construyeron edificios muy vanguardistas, a tal extremo que rompieron con toda la tendencia local de ese país: mediante una arquitectura mal llamada ‘internacional’, prácticamente sin respeto por nada y más bien para revistas afines. Este escenario los llevó a gastar enormes sumas de dinero tanto en la construcción como en sus altísimas mantenciones. Actualmente este país está cortando todo tipo de interés en fomentar estas insensibles edificaciones cosmopolitas; después de años de apoyar algunos de los proyectos más innovadores en el campo de la arquitectura (La Tercera 12 marzo 2016), se han dado cuenta de que son un gran despilfarro de recursos, y para siempre.

Lo anterior es la principal razón de por qué el Consejo Estatal Chino decide optar por edificaciones más clásicas, funcionales y sobre todo sustentables, dejando de lado lo extravagante, o “arquitectura rara”, como lo dijo su propio presidente Xi Jinping en 2014. Decisión que varios han lamentado, por otra parte, ya que en ese país en los últimos años se han construido algunas de las estructuras más fascinantes, desde la torre de la Central China de TV o la gran mayoría de los edificios y estadios que se levantaron antes de los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008, pero a un costo injustificable.

Esto, se cree, dará paso a edificios de menor tamaño, no raros, más económicos, más verdes, menos agresivos y más agradables a la vista. Acercándose a lo familiar, tradicional, a su propia naturaleza; con diseños igualmente innovadores, pero que enseñen el avance de lo propio, algo para los propios usuarios, útiles, que fomenten la vida comunitaria; edificios que dialoguen con las otras construcciones vecinas y que solo contengan lo que realmente se necesita.

Esto se aplica también a los nombres extranjeros que les han puesto a varios proyectos, como, por ejemplo: Grand Hills, Beijing Riviera, entre otros, de tal manera que el ministro del Interior, Li Liguo, declaró que el Gobierno prohibirá nombres “extraños” para urbanizaciones, centros comerciales y otros edificios; por el contrario, fomentarán nombres que reflejen la cultura local, su historia y su tradición.

En nuestro territorio pasa algo similar, a una escala menor, pero igualmente preocupante. Es grotesco el daño, no tan solo económico, que han causado en las ciudades. Es de esperar que estas alertas de uno de los países más pujantes del mundo se adopten para nuestro propio bien e identidad.

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