Arte: Cuando Desperté No Había Nadie
Así se llama la muestra que el pintor chileno Víctor Mahana acaba de inaugurar en el Museo Nacional de Bellas Artes. Un viaje interno que se mezcla con temáticas universales y un cambio en su proceso de trabajar, todo registrado en 13 obras.


Cuando le pregunto cómo empezó todo
, Víctor me dice que tenía una relación burocrática con el museo. Como exporta obras tenía que ir a timbrar los papeles, así empezó a conocer a la gente que trabajaba ahí, y supo de la existencia de una biblioteca donde hay carpetas con las apariciones de los artistas nacionales en la prensa. “Para mi sorpresa, había una mía… Fue muy lindo”, recuerda. Luego de ese descubrimiento empezó a colaborar para nutrir ese archivo. En uno de esos trámites se cruzó con Milan Ivelic, quien se quedó mirando el cuadro que Víctor tenía en la mano. Se pusieron a conversar y Mahana le preguntó qué había que hacer para exponer allí, y agendaron una reunión. Era noviembre del 2010.
¿Cómo le diste forma a lo que querías presentar?, debe dar mucha ansiedad saber que tus obras iban a estar en el museo. Al comienzo me preguntaba ¿y por qué yo?... Soy uno de los primeros de mi generación y uno de los más jóvenes que han hecho una exposición individual en el Bellas Artes. Tenía la presión de que la obra que exhibiera tenía que ser atómica, buena, profunda, bella y coherente. Tenía dos caminos, uno era pensar una retrospectiva y tomar las mejores obras con las que la gente ya me conoce e irme a la segura. O hacer algo completamente nuevo, una evolución en mi carrera. Opté por lo segundo y eso ha sido lo más fuerte.
Durante todo el 2011 Víctor se dedicó a estudiar, a leer libros de las cosas en las que quería profundizar e investigar. "Lo primero fue qué quiero decir, qué quiero pensar, para dónde va la cosa", cuenta. Nunca había tenido la oportunidad de darse un tiempo tan largo para ahondar en los temas. A la par de eso, iba investigando en la pintura las cosas que quería hacer y cómo lograrlas.
Surgió entonces el contexto histórico, pero no el de los libros, sino que el de su propia vida. “Desde que nací hasta ahora, me armé una especie de cronología, saber qué pasó en Chile y en el mundo en los últimos 35 años. Uno de los grandes temas era el auge y la decadencia del capitalismo”, cuenta. “Llegué a esta conclusión anotando los hitos como la caída del Muro de Berlín, las Torres Gemelas, el daño al medioambiente, la mercantilización de todos los aspectos de la sociedad… Pero esta es una mirada emocional de cómo me afecta como persona y cómo lo vi, no quiero dar cátedra, sino que cómo lo veo y siento”.
Hay otro tema que también apareció para Víctor en esta revisión, y es el terremoto: “Siento que nos sacudió como país. Siempre los chilenos tenemos esa sensación de que puede ocurrir una catástrofe en cualquier minuto. Entonces todas estas pinturas están cargadas de una información telúrica, chilena energética. Al tener la posibilidad de estar en esta vitrina tan importante, sentía que tenía que hacer algo no solo estéticamente fuerte, sino que filosóficamente potente, con un significado profundo. Y que sea para toda la gente, porque estos temas nos afectan a todos”.
¿Te parece que el arte debe hablar de esas cosas también? El buen arte lo engloba todo: lo estético, biográfico, contextual, político, filosófico. Se conecta con emociones de un país, a veces. Eso nunca me había pasado antes, de sentir que me conecto con esas cosas.
Hay otro pilar en estas obras, el cuestionamiento de la realidad como la conocemos. Aquí entra la teoría de la incertidumbre de Heisenberg, que habla de los universos paralelos. Me encanta que la realidad pueda ser algo mucho mas inmenso que lo que somos capaces de percibir con nuestros sentidos, que es más grande de lo que podemos apreciar o aprehender. Hay otra teoría que tiene que ver con que si no hay observador, no hay universo, si no puedo ver o medir algo, no existe. Toda la realidad se basa en consensos. Me fascina esta sensación de explorar lugares nuevos… Y mi pintura también se sumergió en eso (...) esta exposición en vez de basarse en cosas concretas, es desde lugares muy poco delineados.
En términos formales, ¿también hubo un cuestionamiento a tu trabajo, a las técnicas que usabas? Me di cuenta de que yo no era lo que me catalogaban, de que mi pintura es simbolista, y los símbolos cruzan toda la historia del arte, son parte de su lenguaje. El gran cambio es que en vez de usar la fotografía como un modelo, ahora es un referente, porque la forma y todo viene desde mí. Es muy distinto tener un discurso cuando hay una máquina entremedio, que crea una distancia, una frialdad, a que la forma venga directamente desde mí, desde mi mano. Hay algo orgánico que recorre toda esta exposición, que tiene que ver con una humanidad que apareció porque dejé de lado ese afán de que la obra se pareciera al modelo, ahora las cosas son únicas. Ese era un gran desafío, porque pone a prueba tu capacidad de pintor, pero que me dio más seguridad para pintar lo que quisiera. Mi proceso creativo es así: yo veo los cuadros antes de hacerlos, se me aparecen. Y desde que lo veo hasta que se materializa hay todo un camino, y el desafío en esta exposición es que cada cuadro tiene su propio camino y no es siempre igual, requieren distintas metodologías.
El titulo de la muestra, también se le apareció como un flechazo. Y ahora que lo pienso resume muchas cosas, en esta exposición no aparece la figura humana, pero lo que sí aparece son los vestigios de las personas. También tiene que ver con un despertar mío a esta nueva forma de hacer las cosas. Además la ausencia del hombre en este entorno plantea una visión de un mundo síquico interno, y ese mundo se conecta con las emociones de todos. Tiene que ver también con el proceso de darme cuenta de dónde estoy parado.
Para esta muestra Víctor trabajó en conjunto con la curadora chilena residente en España Carolina Castro Jorquera. Además del catálogo, se editará un libro para el que Víctor consiguió el apoyo de Matías Kappés, quien quería darle una mano con la exhibición y al ver el proceso creativo de las obras de Mahana le propuso hacer la publicación. El diseño está a cargo de Marina Babarovic; la edición, de Gabriela Precht; fotografías de Patricia Novoa, edición fotográfica de Geraldine Mackinnon y tendrá textos de Mario Hamuy, Juan Forch y el artista Mauricio Garrido, entre otros.
MNBA, Parque Forestal s/n, Metro Bellas Artes. Hasta el 14 de septiembre.
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