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Econciencia: Europa 2: El invierno

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Estando allá, lo primero que me llama la atención es su gran frío de febrero (entre -9 y +5  °C), acompañado de vientos, a veces nieve, otras con un sol que solo alumbra y los cortos días, sobre todo al venir de un verano santiaguino con 30 °C, es mucha la diferencia y toma un par de días adaptarse bien.

Prácticamente todos los lugares visitados están en el equivalente nuestro de entre Punta Arenas y Villa O’Higgins, que tienen ciertas semejanzas en varios factores climáticos. Lo que llama aún más la atención es el hecho de que en estas ciudades hay una muy alta concentración de gente a pesar de su clima. Siempre hay mucha gente en las calles, haciendo ejercicios, niños en las plazas, gente en las cafeterías ocupando mesas exteriores acompañadas de calefactores. Obviamente están acostumbrados y además se debe a que sus céntricas habitaciones son de tamaño reducido y con jardines o patios escasos si los tienen.

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Casi se podría decir que el lujo, a pesar del frío, es estar afuera y a pie. Por ello gustan de vestirse bien, usar las cafeterías para ver y ser vistos, poder establecer contactos sociales; muchos son solos y la ciudad les permite ‘conectarse’. Nosotros tenemos para estos efectos el método de ir a un centro comercial cerrado y climatizado. Una alternativa más cara, poco urbana y peor aun, en auto y con tacos dentro de los estacionamientos pagados. Esto sobre todo en París, y para no quedar afuera del sistema, en esta ciudad todos los días iba a una panadería (pastelería, cafetería, desayunos… una especie de pub de ‘chanchadas’ para comer). Siempre me topaba con la misma gente, siempre un alegre bonjour y después un bon journee o el au revoir. Después supe que así es el sistema, uno tiene que ir a la más cercana para socializar con los vecinos, así se establecen las relaciones. Afuera siempre había una persona pidiendo limosna, él también sabía donde me alojaba, que era turista y por más que pasara por la vereda del frente, igual me saludaba. Es rara tanta amabilidad para un santiaguino, diría que una estupenda ‘ciudad-urbana’ ayuda mucho a una buena socialización.

Al turista se lo reconoce en general por su actitud, no por la cara ni por la ropa. Los visitantes están en otra velocidad, o no saludan o miran con desconfianza, hacen las cosas falsamente -para la foto-, no van a las panaderías y compran leseras (como por ejemplo poleras con I Love London, París o Berlín o se hacen trenzas si van al Caribe).

Otro aspecto que me sorprendió fueron los comentarios coincidentes de un francés (en París) y de una holandesa (Ámsterdam), en distintas oportunidades con respecto al clima. Ambos indicaron que desde hace años los veranos son más cortos y que los inviernos son más largos y fríos, que lo del calentamiento global no está tan claro ni menos de que el mar esté subiendo. Opinan que faltan datos aún, que se están sacando conclusiones muy apuradas y con ciertas intenciones políticas y/o económicas, o simplemente por ser un tema que asusta es contagioso y del cual todos pueden opinar.

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