Editorial
Sábado 25 de febrero 2017, edición nro. 720

Hace unos días, buscando unas direcciones en Google Maps, me puse a revisar el plano de Santiago, pero en la versión satelital, la que muestra las calles de verdad y no el dibujo del plano, y queda más que claro lo seca que es nuestra capital. Al hacer un zoom back, la mancha de hormigón es enorme, con solo algunos mínimos sectores verdes; incluso nuestro querido San Cristóbal es en más de la mitad solo pasto amarillo, específicamente las lomas que dan al poniente. Cuando hacemos el recorrido a pie, la relación que se genera entre hormigón y verde lamentablemente siempre desfavorece a las comunas que más lo necesitan. Los sectores con más alta densidad de población y con viviendas de menos metros, tienen pocos parques o lugares de expansión. Por otro lado, en comunas como Vitacura, donde las casas sí tienen jardines, hay más plazas y parques de distintos tamaños y fácil acceso, las cuales cada vez son más usadas por gente de distintas comunas.
El verde, estar afuera, sentir agua correr o la simple brisa de la tarde, hace bien y todos lo buscamos. No conozco a nadie que no disfrute estar en un jardín rodeado de plantas, es conexión inmediata con el relajo. Por eso, buscamos tres jardines, cada uno con algo que los hace únicos, cuidados por sus dueños y de donde pretenden no moverse en muchos años. Son jardines de buen tamaño, muy reales en los metros que ocupan. Un sello que los identifica a todos es que cada uno es un universo personal y se han transformado en ese pequeño oasis que los desconecta del mundo, haciendo para ellos, más feliz la vida en la capital.
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