El terreno lo tenían, pero pasó tiempo hasta que decidieron construir. Originalmente la casa tenía tres piezas, living, un comedor ancho y cocina americana. Con el tiempo se decidió un cambio fundamental, ganar metros y usar el espacio entre la tierra y el suelo de la construcción. Se replicó el layout existente y así es que el resultado se resume en una casa dividida en dos, que comparten el hall de entrada, una solución perfecta pensando sobre todo en la independencia de sus cuatro hijos, cuando estos fueran mayores, ya casados.

La idea de pintar el refugio de negro surgió de una revista de decoración francesa, que mostraba una construcción en Austria que había sido pintada del mismo color para atraer el calor, lo que finalmente resultó.

Muy distinta a las construcciones que uno ve en Farellones, cada uno de los rincones de esta casa se fue decorando de a poco. Trajeron cosas que tenían en Santiago, otras de la casa en el campo y también de uno que otro viaje.

Tiene una mezcla perfecta entre lo moderno de su construcción y objetos antiguos, como dos lámparas de bronce, una de parafina antigua y la otra un tacho colonial comprado en un remate, ambas con pantallas de cuero, que se lucen sobre las mesas de Mario Matta.

La chimenea ubicada en el living le da el toque perfecto de calidez, propio de un refugio en la nieve, además de unos increíbles chales que reposan sobre un sillón rojo Matta de cuero, traídos de Chiloé y también de Bariloche.

La cocina es abierta y tiene todo a la vista, muy ordenado y donde no falta detalle. Aquí la dinámica es la cooperación. Todos opinan y ayudan, porque es una familia muy en onda con lo gastronómico, de hecho la parrilla tiene especial importancia, pues es en torno a ella donde generalmente el menor de los hijos deleita al resto con sus preparaciones.

No obstante, lo que saca realmente de contexto a esta casa es su jardín, el cual está siempre verde, tiene maceteros con flores, que no se descuidan jamás. Algo nada común en la nieve.