Espacio: Importada
En sus ideas, en su modo y naturaleza. En esta casa en Zapallar hay una forma de vivir y mirar el arte que se aprendió recorriendo el mundo y conociendo de cerca la historia del Clasicismo, que se plasma en este refugio que acoge a su dueña mientras está de paso por Chile.


La experiencia de haber vivido fuera de Chile por largos años, de haberse introducido en otras culturas y conocer de cerca el mundo del arte, sus ramas e interpretaciones, formaron la personalidad de la economista Carolina Garib. Sus estudios de Historia del Arte en Nueva York, su paso por diez años en Roma y sus continuos viajes a Birmania y el sudeste asiático consolidaron lo que es hoy su gusto por la estética clásica europea y asiática.
Sus conocimientos se transmiten al conversar con ella, su cultura está latente y se manifiesta en la forma en que ha ido ambientando sus refugios aquí en Chile, como esta casa que tiene en Zapallar. En el sector norte de este balneario se construyó hace 12 años su “dependencia”, como le dice ella, a esta pequeña construcción aledaña a la casa que tienen sus padres desde 1985, lugar que Carolina acostumbraba visitar cada verano para estar con su familia.
“Estando aquí de vacaciones tracé un diseño a mano sobre un papel y luego busqué a un constructor de la zona para que pudiera concretar esta idea en solo 45 días, ya que después debía irme. Esto se cumplió y desde ahí se fue creando este ambiente de campo italiano”, cuenta.
Techos altos trabajados de manera “a cassettone”, cuando se construyen cielos en base a un diseño de panal de abeja cuadriculado, fuertes colores en muros y techos que dan carácter, materiales atemporales como cerámica rústica en pisos, puertas encontradas en demolición y ausencia de cerámicas y porcelanatos en baños, fueron pautas que guiaron la construcción.
El resultado pareciera ser una puesta en escena, porque aquí los ambientes hablan por sí solos y cada espacio tiene un protagonismo especial. Comenzando por el baño, lugar en el que Carolina puso hincapié, hay una clásica tina esmaltada que luce aislada en el medio como una real pieza de colección, junto a una lámpara de lágrimas restaurada y cuadros de los artistas Catalina Prado y Francisco Smythe.
Lo mismo ocurre con los dos dormitorios y el living, que fueron pintados en distintas tonalidades para crear contraste y destacar los objetos decorativos que, en su mayoría, han sido traídos del extranjero. Lámparas de lágrimas y candelabros que recuerdan la elegancia francesa, linos y sedas de fabricación italiana y algunos muebles encontrados en Birmania que atesoran la estética oriental, se complementan perfectamente en los espacios.
“Esto hace que la decoración no tenga ningún estilo en especial, hay muchas cosas de distintas procedencias que me gustan, pero apuntando a lo clásico y atemporal porque no me gustan las modas. Siempre me ha llamado la atención, por ejemplo, todo lo que tiene chinoisserie, esta influencia china fabricada en Occidente, como muebles, telas y papeles murales”, relata Carolina.
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