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Espacio: Mar en Primera Línea

Entre verdes pinos, con una vista imponente hacia la playa y el cerro de la Cruz, se encuentra esta casa en Zapallar, que definitivamente rinde homenaje a los detalles, el colorido y la alegría.

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Con la idea de hacer un refugio familiar fue construida esta casa por, en ese entonces, dos jóvenes arquitectos: Marcial Cortés-Monroy y Emilio Arancibia. Sus dueños, él hondureño y ella chilena, eligieron la paz que les entregaba este balneario hace ya más de 27 años.

Con un estilo inspirado en las casas de Maine, en Francia, destaca su techo de doble altura, edificado en ladrillo con vigas de madera. En cada uno de sus muros, inmensas pinturas de gran colorido; unas son de Mario Castillo, famoso pintor hondureño; otras traídas desde Buzios, así como también están las que han sido adquiridas en alguna de sus tantos viajes, pues una de las pasiones de esta pareja es recorrer el mundo. Tanto, que se ha hecho una tradición invitar a sus hijos, yernos, nueras y nietos, año por medio, a visitar países lejanos como China, Turquía y Vietnam, solo por nombrar algunos.

El living está distribuido en dos ambientes. En uno se encuentra una gran chimenea, parte fundamental de la casa, que se enciende tanto en invierno como en verano. Las paredes que la rodean están forradas de género con diseño de flores clásicas en beige, rojo, amarillo y azul. Es en este lugar donde los hombres de la casa se reúnen después del almuerzo o las comidas a fumar puros, acompañados siempre de un bajativo. Al lado derecho de la chimenea hay un bar, que también está forrado con la misma tela de las murallas. En el segundo ambiente, sofás y sillones rodean una mesa de centro con forma de una gran bandeja de ratán. La vista desde esta perspectiva es privilegiada y se aprecian muy claramente, la playa, la caleta y el cerro de la Cruz.

El dueño de casa fue embajador de Honduras en Chile por casi una década, cargo que lo hizo conocer a muchísima gente. Y son estos amigos los que se reúnen junto a sus hijos y nietos en la terraza, el lugar preferido de todos. Aquí abundan los muebles en mimbre, donde toman desayuno, almuerzan y cenan. A pesar de que el comedor está hecho para recibir a más de 12 personas, prefieren disfrutar afuera, pues además de la vista hay un florido jardín, diseñado por el paisajista Benjamín García-Huidobro.

Imposible no hablar de la cocina, que continúa con el estilo de este lugar, por sus mil y un detalles. Destacan las ollas de bronce que cuelgan sobre la mesa central y un gran ventanal con vista hacia una parte del jardín, donde se aprecian unas ya crecidas y abundantes buganvilias. Este lugar es en el que todos ponen en marcha la creatividad, porque, como dice su dueña, “todos somos aficionados a manejar ollas, sartenes, horno y demases. Bon appetit”.

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