Eterno estudiante
Otro caso de potencial redescubierto. Esta vez, gracias a la ayuda de una arquitecta y un diseñador, el dueño armó un espacio justo a su medida y necesidades.


“Arrivederci”, se despide la profesora de italiano. Después de 12 horas de turno en la Posta Central, a Ítalo Pesce le quedó energía para tomar una clase. Quiere hablar la lengua cuando viaje nuevamente a Italia en agosto, porque este año no se encerrará en una sala de clases como hizo antes, y de verdad va a conocer Italia. Serán las primeras vacaciones que toma en 11 años.
Ha pasado siete años estudiando medicina, tres más en la especialidad de anestesia, y recién termina otro curso de perfeccionamiento en anestesia local. Estudiar es una parte fundamental en su vida, y el espacio que destinó para eso en su departamento del barrio Lastarria lo refleja. Incluso más grande que el comedor, bien iluminado, con un pizarrón, un gran escritorio, muebles y estanterías llenas de gruesos volúmenes técnicos, su estudio le facilita la tarea.

Hace menos de 2 años, cuando entró por primera vez a este departamento, no pudo imaginar por sí solo la configuración en la que habita ahora. Llamó a la arquitecta Sandra Socías para confirmar ese potencial que sospechaba. “Yo vivía dos edificios más abajo, por la misma calle, con una amiga. Pasé por fuera, vi el cartel y pregunté. Me contaron que estaba a la venta porque la dueña anterior se había fracturado la cadera por una caída y ya no era capaz de subir los cuatro pisos por la escalera. Lo que me mostraron era eso, el departamento de una señora de 80 años, un poco oscuro y lleno de cosas, con muebles ruinosos, especialmente los de la cocina”. Sandra lo convenció de comprar. Aunque él es un entusiasta del diseño, no pensó en que algunos muros podían caer para que la luz entrara abundante por las ventanas del living y el comedor que se agregaron.
La obra fue una cirugía mayor. Incluso antes de que terminara, Ítalo ya estaba buscando con qué llenar esos 120 m² que ahora eran suyos. Recorriendo las tiendas llegó a Larry en el barrio Italia. “Encontré al dueño atendiendo. Le conté cuánto me gustaban sus muebles y mi situación. Él se reunió con mi arquitecta. Finalmente diseñó todos los muebles especialmente para el departamento, con las dimensiones y para los usos específicos que yo requería. Hizo un mueble para mis vinilos y otro para mis vinos, por ejemplo. El toque de Larry -“una mezcla de vintage y pop, que combina colores fuertes sobre neutros, con líneas simples y geométricas”, según su dueño- está en todos los espacios; en las mesas del comedor, y de la cocina, en el respaldo y los veladores del dormitorio, y por supuesto, también en el estudio. “Él me ayudó a escoger estos papeles murales, uno en que domina el rojo para el comedor y uno con más verde para la cocina. Me gusta mucho la inspiración retro que tienen”, comenta Ítalo.

Como suele ocurrir, la casa se fue llenando de a poco con objetos de distintas procedencias. Unas calaveras que viajaron desde México, unas figuras de otras tiendas santiaguinas, arte de varios artistas chilenos, con una presencia más notoria de Fab Ciarolo. “En algún momento me abrumé porque era un espacio tan grande y aunque tenía los muebles me faltaban todas esas cosas que lo convierten en tu casa”, recuerda. Pero no había de qué preocuparse. En poco tiempo ha logrado transferir su personalidad al lugar de una forma inteligente: mezclando su buen gusto con la asesoría de expertos. “El departamento es muy mío, no sé a qué otra persona le gustaría vivirlo así”, dice Ítalo.
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