Libre movimiento
Invitar e integrar. Son las palabras que mejor definen esta casa de una sola planta, en donde cada uno de los espacios se conecta con el otro de forma dinámica y eficiente.


¡Sin pasillos! fue la consigna a la hora de proyectar esta casa de circulación continua. A través de paneles correderos los espacios ganan amplitud y se conectan entre sí, evitando áreas muertas y sin uso. La arquitectura japonesa bien sabe de optimizar espacios, y el uso de las famosas shoji o puertas correderas son el mejor ejemplo de integración; los muros divisorios y pasillos angostos son tradición occidental, pero no necesariamente la opción más eficiente si lo que se busca es ganar en metros y comodidad. Y de esto bien lo saben los dueños de esta casa, en donde los dormitorios se cierran con paneles y si es necesario se abren, integrándose al resto. “Queríamos vivir como si estuviésemos de vacaciones. Esta casa de 150 m² es el reflejo de dicha reflexión, un lugar para una familia pequeña con muchos familiares y amigos”, explica Andrea Jacobs, quien junto a su marido Alejandro Galarce, ambos arquitectos, crearon con astucia esta casa en Peñalolén. La idea principal fue darles la categoría de estar a todos los ambientes, que fueran agradables y les permitieran hacer múltiples actividades. La cocina es el recinto que más ocupan, siempre hay más de una actividad y mientras unos cocinan, otros ven TV, hacen tareas, leen en el sofá, o si hay amigos todos ayudan mientras se toma el aperitivo. Así con ambientes informales y neutros, que permiten hacer más de una cosa a la vez. Los muebles son los encargados de definir los usos, la decoración tiene un colorido definido y una estética amable que invita e integra.

Una parte fundamental de la casa es el jardín, principalmente la terraza, que es como una extensión del interior, y cuando el tiempo lo permite, es también un gran lugar de reunión. Una de las actividades más frecuentes en los días libres es jardinear.
La materialidad de esta casa es un contraste entre un centro duro, protegido como una roca, y un perímetro totalmente transparente que incorpora el jardín como parte de cada espacio. “Para nosotros era imprescindible tener contacto directo con el exterior desde cada recinto y a veces están todas las puertas abiertas y uno tiene la sensación de estar afuera”, añade Andrea, agregando que los árboles más cercanos son de hoja caduca, tales como acer japónicos, acer sacarinum, quercus coccinea y liquidámbar, que dejan pasar el sol en invierno, mientras que los más lejanos, en cambio, son de hoja persistente; peumos, quillayes, alcornoques, que forman el fondo del jardín.
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