Review | King’s Man: El Origen, una precuela que solo brilla en los pocos minutos en que Rasputín está en pantalla

La nueva entrega de la franquicia de espías es una propuesta marcada por altibajos.


Si King’s Man: El Origen solo involucrase a las secuencias de Rasputín, sería una obra maestra de acción. 5, 10, 10 mil estrellas.

Lamentablemente, la película no es solo eso y el resultado final es una precuela plagada de altibajos que aborda el origen de la organización de espías que conocimos de la mano de Eggsy y que se desarrolla a lo largo de toda la Primera Guerra Mundial.

Claro que gran parte de los puntos altos tienen relación con Ralph Fiennes, quien interpreta a un duque que comienza a tomar cartas en el asunto ante una conspiración en medio del conflicto que dio origen a la gran guerra y que involucra a tres primos: el rey de Inglaterra, el kaiser alemán y el zar de Rusia, todos interpretados por Tom Hollander.

El tejemaneje de esa conspiración es el principal motor de la película, más cargada a las peleas de espadas y los disparos que a los artilugios tecnológicos que caracterizan a las películas modernas de la saga Kingsman. En esa línea, la película es un viento fresco no solo para la filmografía del director Matthew Vaughn, sino que también para el propio desarrollo de una historia que se sitúa hace más de 100 años. Aquí ponen el freno ante el desenfreno al que llegó la franquicia con “El Círculo Dorado”.

Al mismo tiempo, otro elemento importante radica en el hecho de que el Duque de Oxford está marcado por una tragedia familiar de su pasado y gran parte de la historia también se relaciona con su deber como padre para proteger a su hijo, Conrad, quien desea cumplir con su deber y unirse a la batalla en las trincheras.

Pero a pesar de que todos esos elementos están bien desarrollados, y existen personajes secundarios que complementan con su granito de arena al contexto de la acción, en el camino la película se hace zancadillas a si misma en términos de ritmo narrativo, ya que extiende en exceso su metraje, y no aporta mucho a la saga más allá de dejar en claro cómo se creo la agencia Kingsman y quienes fueron las piezas fundacionales.

En lo más importante que involucra a esta película, la acción no siempre está al mejor nivel y todo lo vibrante de Ralph Fiennes termina supeditado al tedio de la búsqueda del verdadero responsable de la conspiración. Por eso los momentos de Rasputín, quien es uno de los integrantes de una sociedad secreta involucrada en todo el cuento, se vuelven tan buenos.

El monje loco es un personaje extrañísimo, al que le sacan partido a través de la interpretación de Rhys Ifans, y es el foco protagónico de la secuencia de acción mejor desarrollada, coreografiada y pensada de la película. Por eso es lamentable que Rasputín sea solo un suche, ya que todo su carisma provoca que el verdadero villano sea muy aburrido en la comparación.

Lo que queda al final es una película de acción de pequeños chispazos más que de una narrativa consistente.

Por un lado puede representar una mejora si es que te aburrieron los excesos de Kingsman: The Golden Circle, pero que por otro lado solo puede terminar siendo vista como una mera anécdota que no justifica su existencia. Y sea cuál sea tu postura en ese ámbito, lo claro es que esta King’s Man no le llega ni a los talones a la primera película.

King’s Man: El Origen ya llegó a los cines chilenos.

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