La compleja infancia que llevó a Lebron James a seguir los pasos de Alí

La estrella de los Lakers se convirtió en uno de los personajes del año tras levantar con fuerza la voz contra el racismo. Surgido desde una familia muy humilde, con su padre en la cárcel y una infancia privada de regalías, reconoce que su mejor partido será dejar un legado fuera de la cancha.




La batalla contra el racismo se instaló con fuerza en los últimos meses. Las acciones desmesuradas y desproporcionadas cometidas por la policía en Estados Unidos provocaron que miles de voces se levantaran para demandar justicia social.

En el deporte son varios los nombres que han mostrado públicamente su postura. Lewis Hamilton, por ejemplo, se ha encargado de llevar el estandarte por cada fecha de la Fórmula 1, mientras Lebron James es uno de los principales nombres que encabezan esa lucha en EE.UU.

No extrañó entonces que la estrella de los Angeles Lakers fuese también uno de los que se pusieron la camiseta de la reivindicación racial hace unas semanas en el histórico boicot contra la NBA. En la ocasión, los Bucks de Milwaukee decidieron no salir a jugar en protesta por la cobarde acción cometida contra Jacob Blake, un joven afroamericano que fue baleado por la espalda por la policía de Kenosha, Wisconsin, cuando paseaba con su familia.

Lo de Blake colmó a los jugadores de los Bucks y detuvieron la fase de clasificación de la NBA en el duelo frente a los Orlando Magic. Luego, se sumaron al levantamiento los Houston Rockets, Oklahoma City Thunder, Portland Trail Blazers y Los Angeles Lakers, dejando sin acción las canchas en la burbuja de Disney World.

Para continuar con los playoffs, la voz de Lebron James se hizo escuchar. El oriundo de Akron motivó a sus compañeros y rivales a volver a la cancha luego de que consiguieran la promesa de los dueños de los equipos de tomar más participación en la lucha contra el racismo. Y no solo con dinero, sino a través de su poder en las altas esferas para llevar adelante una reforma policial. Así, James, quien siempre reconoció a Michael Jordan como su ídolo, tomaba cierta distancia del emblema de los Bulls (quien nunca tuvo una voz fuerte y activa contra el racismo) y daba un nuevo paso hacia otros estandartes de esta batalla. “Me siento inspirado por personas como Muhammad Ali, Bill Russell, Kareem Abdul-Jabbar, Oscar Robertson. Ellos se pusieron al frente cuando vivieron tiempos incluso muchos peores que los de hoy en día”, señaló Lebron.

Pero ¿qué lleva a una figura consular de la NBA, dueño de mansiones millonarias, uno de los deportistas de mayores ingresos en la historia a comprometerse de esta manera?

La respuesta está en sus primeros años y en una de sus frases más recordadas: “Ser negro en Estados Unidos es muy difícil. Te levantas todas las mañanas y es lo que hay. Tenemos un largo camino por recorrer como sociedad hasta que nos sintamos todos iguales”.

» El duro pasado

Lebron Raymone James nació en Akron, Ohio, hace 35 años. Su madre (Gloria James) lo tuvo con apenas 16 años y debió ingeniárselas en solitario para criar a su pequeño, puesto que el padre (Anthony McClelland) tenía graves problemas con el alcohol, junto a un llamativo prontuario criminal.

La infancia no fue fácil. Por las aprensiones económicas, saltaban de casa en casa. “Nunca me quejaba, si lo estábamos pasando mal no sacaba nada con protestar. Cuando mi madre me decía que teníamos que irnos, yo preparaba mi bolso y nos marchábamos”, reconoció The King en el documental More Than Game (Más que un Juego) sobre su vida.

Aquellos días no fueron buenos. Veía a diario las injusticias sociales, que terminarían marcando el carácter posterior de Lebron. Y en ese mundo de carencias, una sola cosa preocupaba al ganador de tres anillos de la NBA.

“Recuerdo a mi madre verme triste cuando me decía que por culpa de ciertas situaciones tenía que irse unos días y que yo debía ir a vivir con uno de mis entrenadores. De niño solo me importaba que cuando me despertara al día siguiente, mi madre siguiese viva o que estuviese a mi lado. Eso era porque no tenía padre y no quería quedarme solo, por lo que pasaba mucho miedo”, comentó James.

Muchos días tristes quedaron grabados en la mente de James, pero uno de los temas que lo amargaban era la escasa pertenencia. “No teníamos un lugar de residencia fijo y había días en que ni siquiera sabíamos dónde dormiríamos la noche siguiente. Lo más duro para mí era cambiarme de colegios a cada rato, hacer amigos, sentirme a gusto con un grupo de amigos y luego tener que marcharme”, diría en el documental.

El refugio a esos problemas lo encontró en el básquetbol. Empezó a jugar de manera constante en quinto grado con sus amigos Sian Cotton, Dru Joyce y Willie McGee, con quienes conformó los “Fab Four”. Sobre ellos, James solo tiene elogios, de hecho, señaló que “cuando hice amigos estables, dije ‘voy a compartir mi vida con ellos’. Pase lo que pase, no voy a separarme de ellos, son mis hermanos”.

Debido al buen nivel que lucían, participaron del torneo nacional de la Amateur Athletic Union (AAU). El entrenador era el padre de Joyce. El equipo se llamó Ohio Shootings Stars y sufrieron para poder pagar los viajes. Sorpresivamente, llegaron a la final, pero LeBron falló el tiro final que les hubiese dado el título.

Ahí vino el compromiso, que estaba más allá de un resultado. Todos decidieron ir a la misma escuela, una en la que los afroamericanos eran escasos. No les importó y se enlistaron en el Saint Vincent-Saint Mary’s High School, un colegio católico.

Tal vez fue la mejor decisión que hayan tomado en sus vidas. Con los Irish del Saint Vincent-Saint Mary’s revolucionaron a la ciudad de Ohio. En apenas un par de años se convirtieron en el mejor equipo de la serie colegial y James, con el 23 en su polera en honor a su faro deportivo que es Michael Jordan, fue el emblema de un quinteto que se hacía famoso en todo el país, que llenaba estadios como ningún otro equipo de Ohio y que, incluso, era transmitido por televisión.

El básquetbol era todo para Lebron. Por eso, cuando lo sancionaron y le impidieron jugar un par de partidos por recibir de regalo dos poleras de un negocio local le afectó como pocas cosas. No le incomodaban la prensa, el acoso de los fanáticos o que hablaran del Hummer H2 de US$ 50.000 que le había regalado su madre al cumplir 18 años, pero estar fuera del parquet lo descomponía.

El motivo era simple, con la sanción que él consideraba fuera de lugar le quitaban su refugio. “Lo que tenía en la cancha y que no tenía fuera de ella era la seguridad. Siempre que íbamos al gimnasio sabía que jugaría o que ganaríamos partidos de básquetbol. Siempre he dicho que el baloncesto es mi segundo hogar”.

Pese a la suspensión, James no se calló y contraatacó en la corte, quedándose con una de sus mayores victorias: la posibilidad de seguir jugando junto a sus amigos. De paso, comprobó que el silencio era la única forma de que ganaran las injusticias.

Ese año cerró con el título nacional del Saint Vincent-Saint Mary’s y el salto de Lebron, sin paso por la universidad, al draft que le permitió llegar a la NBA con 18 años. Fue elegido como primera opción por Cleveland, empezando su reinado en el baloncesto que hoy lo tiene a las puertas de su cuarta corona con los Angeles Lakers.

Pero el compromiso de Lebron James no se circunscribe al deporte. Es por eso que, además de ser un activista, apoya una serie de actividades, que van desde una fundación que financia becas de estudio a la creación de la escuela I Promise en Ohio, que apunta a trabajar con niños en riesgo de exclusión social para que terminen sus estudios y luego puedan pasar, sin costo, a la universidad.

Es que el recuerdo que desea dejar no es solo de trofeos o millones de dólares. Es una ética que va desde el respeto y la igualdad, tal como lo dejó en claro cuando apenas era un novato en los Cav’s. En aquellos días, un partido se suspendió por excesiva humedad sobre la cancha. Todos los jugadores de Cleveland estaban furiosos y lanzaron sus uniformes al rincón. Todos, salvo el ‘rookie’, quien le devolvió al utilero su uniforme doblado. “Cuando crecía, soñaba con un uniforme como este... y no tuve muchos. Ahora, tengo que cuidarlo”, dijo en su momento el deportista.

Es la gran batalla de Lebron James por estos días, una que cuida con cada uno de sus actos y que le permite ser parte de los que, a pesar de su posición de confort, sacaron la voz más allá del juego. MT

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.