José Ángel Di Mauro, analista argentino y biógrafo de Cristina Kirchner: “A Cristina no le gusta la gestión de Alberto Fernández y no lo oculta”

Foto: AFP

En entrevista con La Tercera, Di Mauro sostiene que “lejos de reaccionar de manera crítica, el Presidente acepta todo lo que dice y hace su vice y eso refuerza la sensación de lo obvio: que ella es la que tiene más poder”.


Aunque no lo elegimos, este es el tiempo que nos tocó. Por eso no hicimos todo lo que esperabas, pero sí hicimos lo que no podía esperar. Ahora, unidos, reconstruyamos la Argentina entre todos y todas.

Con ese mensaje en Twitter, el Presidente Alberto Fernández conmemoró este jueves su primer año en la Casa Rosada.

Un aniversario que se dio en una jornada marcada por la votación en la Cámara de Diputados del proyecto oficialista sobre la legalización del aborto y el anuncio de la suscripción de un contrato con Rusia por la vacuna Sputnik V contra el coronavirus. “Nos garantiza que vamos a poder contar con las dosis suficientes para vacunar, entre enero y febrero, a 10 millones de argentinos y argentinas. Es una gran noticia para nuestro país”, manifestó Fernández.

Y tal vez el peronista calificó de “gran noticia” la adquisición de la vacuna rusa, porque la crisis generada por la pandemia en Argentina ha terminado marcando la evaluación de su primer año de gobierno. El propio Fernández lo ha admitido, al señalar que, “lamentablemente, seré recordado como el Presidente de la pandemia, pero con una experiencia que ninguno tuvo”.

Para José Ángel Di Mauro, analista argentino, biógrafo de la actual vicepresidenta, Cristina Fernández (Cristina K: La dama rebelde, de 2004), y director de Semanario Parlamentario, “claramente la pandemia conspiró contra todo atisbo de reactivación”, según comenta en esta entrevista con La Tercera.

Hace un año, al asumir la presidencia, Fernández convocó a la “unidad” y a “poner de pie” a Argentina. ¿Cuál es su balance de este primer año de gestión?

Lejos estuvo de lograr ambas cosas. En el caso de la segunda, claramente la pandemia conspiró contra todo atisbo de reactivación. Pero fue precisamente la pandemia lo que dio la señal de que tal vez esa unidad podía lograrse, mas fue un espejismo que duró un par de meses. En determinado momento la ilusión del dialoguismo del Presidente comenzó a desinflarse y todo indica que eso tuvo que ver con imposiciones de quien claramente se revela como la verdadera dueña del poder: la vicepresidenta. Y la agenda de Cristina es bien personal y muy distinta a la de quien ella ungió como candidato. En determinado momento el dialoguismo de Alberto, particularmente con el jefe de gobierno porteño, que se revela como el más serio candidato opositor para 2023, fue cuestionado por CFK y esa ilusión se terminó. Esa agenda judicial que impuso quien es la dueña de los votos en el oficialismo fue la que conspiró definitivamente para esa unidad de la que había hablado Alberto, y hoy por hoy no hay ninguna chance a la vista de que las relaciones puedan reencausarse.

Al comienzo de la pandemia, Argentina exhibió un buen manejo de la crisis sanitaria, pero luego las cifras empeoraron. ¿Esta situación le está pasando la cuenta al gobierno?

La cuarentena estricta impuesta por el gobierno contó con la adhesión general a lo largo de varios meses. Hasta la oposición brindó un fuerte apoyo, hasta que vio que el gobierno abusaba de la misma. Por ejemplo en mantener el Congreso cerrado, con la oposición encuarentenada mientras la dirigencia oficialista tenía libertad para hacer y deshacer. Pero paralelamente Alberto Fernández se empecinó en apostar a evitar un colapso sanitario desentendiéndose de las consecuencias económicas que traería semejante confinamiento. En definitiva, el gobierno logró evitar lo único que realmente le preocupaba: que el Área Metropolitana (Capital Federal y Gran Buenos Aires) colapsara. No se vieron pilas de muertos en las calles, pero las cifras fueron subiendo y es el día de hoy que todavía hay casi 200 muertos por día. En materia de prevención, tampoco fue buena la reacción, pues el nivel de testeos ha sido siempre bajo. Con todo, el descontento no se manifestó de manera demasiado hostil, aunque sí hubo muchas y multitudinarias marchas contra el gobierno, y la imagen presidencial ha caído bastante -aunque se mantiene por encima del 40%-, con una imagen negativa elevada -por encima del 50%-.

Fernández prometió una administración más dialogante respecto a previas administraciones kirchneristas. ¿Ha cumplido con ello? ¿Se ha agudizado la llamada “grieta” que divide a los argentinos?

No, no ha cumplido, por lo que decíamos al principio. Hoy no hay diálogo con la oposición, el jefe de gobierno porteño al que llegó a llamar Alberto “mi amigo Horacio” fue defraudado y fuertemente afectado por un enorme recorte de fondos nacionales y la grieta es hoy tan o más grande que antes.

Desde que Fernández asumió, se especuló sobre la relación que tendría con su vicepresidenta, Cristina Kirchner. ¿Cómo definiría la convivencia de ambos en el poder?

A Cristina no le gusta la gestión de Alberto Fernández y no lo oculta. Es difícil para la vicepresidenta ocultar sus humores. Es muy sincera con sus odios y rencores. También con su desagrado y no le gusta para nada la manera como Alberto Fernández maneja el gobierno, y mucho menos sus funcionarios. Lejos de reaccionar de manera crítica, el presidente acepta todo lo que dice y hace su vice y eso refuerza la sensación de lo obvio: que ella es la que tiene más poder. No necesariamente sea la que gobierna, eso no, el que gobierna es Alberto y Cristina se ocupa de dejarlo claro, pues no quiere ninguna responsabilidad en un eventual y -a su criterio bastante probable- fracaso.

¿Cuáles considera que son los problemas más acuciantes para Fernández en los próximos meses?

Alberto se juega su futuro en las elecciones de medio término, como suele sucederle a los gobiernos débiles. Y digo débiles, porque eso no fue nunca un riesgo para los Kirchner, que perdieron las dos elecciones intermedias de Cristina Kirchner en el poder, en 2009 y 2013, y así y todo su poder no se afectó mayormente. Pero ya se sabe cómo terminó Fernando de la Rúa al perder las intermedias de 2001, y Mauricio Macri zafó porque las ganó, sino hubiera sido un pato cojo que tal vez ni siquiera hubiera llegado a concluir su mandato. Por delante Alberto tiene la necesidad de acordar con el FMI y hacer que el relato pueda maquillar el ajuste que inexorablemente deberá realizar.

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