Ricardo Kirschbaum, director de Clarín: “Hay dirigentes políticos que no entienden la función de los periodistas”

Ricardo Kirschbaum, director de Clarín.

El periodista argentino, que enfrentó la presión del gobierno anterior de Cristina Fernández, asegura que el enfrentamiento con los medios es un proceso que se repite en sociedades cada vez más fragmentadas y responde a una estrategia política. “El objetivo es considerar que todo medio que no controla el partido gobernante es potencialmente un peligro”, asegura.


“Yo tuve aquí en esta oficina, a 132 agentes fiscales que irrumpieron y allanaron Clarín buscando pruebas de evasión fiscal. Fue una respuesta a una investigación que habíamos publicado”, recuerda el director Ricardo Kirschbaum, desde su oficina en Buenos Aires, al comentar las presiones que sufrió durante el anterior gobierno de Cristina Kirchner. En ese periodo, la Casa Rosada lanzó una abierta ofensiva contra ese diario, que llevó a denominar coloquialmente la ley de medios que impulsó la entonces presidenta como “Ley Clarín”.

En conversación con La Tercera, el destacado periodista argentino analizó ese periodo y los actuales desafíos que enfrenta la libertad de expresión en la región. Según él, “hay dirigentes políticos que no entienden la función de los periodistas, y para ellos en el mejor de los casos éste debe cumplir la tarea de divulgador de las acciones del gobierno”. El problema, agrega es que “el periodismo no es un cuerpo extraño a una democracia, forma parte de la democracia, sin periodismo libre y crítico, la democracia tiene una parte amputada”.

En los últimos años hemos visto varios países donde se han impulsado leyes de medios. Argentina fue uno de los primeros. Si bien cada uno tiene sus particularidades, ¿por qué cree que se ha dado esa tendencia en la región por tratar de regular la industria de los medios?

No es un tema nuevo, es un tema recurrente y hay fuerzas políticas y partidos y dirigentes, muchos de ellos bastante inteligentes en muchas cuestiones, menos en los medios, que insisten en tropezar con la misma piedra. Me parece que tanto en el proceso que aquí vivimos hasta el 2015 como en el proceso que se vivió en Ecuador, se eligió a la prensa, al periodismo y a los medios, como enemigo. Más que una estrategia de medios es una estrategia política. El objetivo es considerar que todo medio que no controla el partido gobernante o el Estado es potencialmente un peligro para el proceso que se está desarrollando.

Y ¿qué paralelos existen entre los distintos procesos?

Yo diría que se producern tres movimientos simultáneos. Primero, todos estos movimientos están bajo un paraguas que subraya, que exalta, derechos fundamentales como la defensa de la libertad de expresión, darle voz a los que no tienen voz, a las minorías, con la idea que los medios que ellos llaman medios hegemónicos siempre marginan a ese tipo de “colectivos”, para usar una palabra que usan ellos. Hay un proceso que está dirigido a lo que ellos llaman la concertación de los medios, con la idea de que un medio y los periodistas que integran esos medios sólo responden a la voluntad de los dueños, convirtiendo a los periodistas en meras correas de transmisión de pensamiento con los cuales estos sectores no están de acuerdo. Ese es un punto. El segundo, es la concentración y cooptación de medios privados mediante la publicidad oficial o aportes concretos del Estado para convertir a todo un conglomerado en una especie de cadena nacional no oficial que refleja exclusivamente los puntos de vista de esos gobiernos y ataca cualquier información de los medios que ellos no controlan. Esto se ha dado en la Argentina, donde una gran parte de los medios fueron cooptados por el Estado. La ley de medios fue un instrumento político para controlar estos medios. Y el tercer punto, que yo considero también sumamente peligroso, es lo que los españoles han denominado asesinato de la reputación. ¿Qué significa? Significa que a la par de este combate contra lo que llaman medios hegemónicos, se trata de demonizar a los periodistas que resisten en defensa de su independencia y en defensa de la libertad de expresión. Es una especie de lapidación pública de periodistas con nombre y apellido que resistieron, criticaron, investigaron y revelaron cuestiones que el poder en ese momento se negaba a admitir o quería ocultar.

¿Y cómo se dio ese proceso?

En Argentina hubo un célebre juicio popular a periodistas en la Plaza de Mayo. Allí se montó una especie de parodia, de juicio popular, con el auspicio tácito del gobierno en el cual se condenó a todos los juzgados, que no tenían como defenderse. Fue prácticamente un linchamiento mediático público y se invitó a los presentes, algunos de los cuales estaban con sus hijos pequeños, a escupir las fotografías de los periodistas que habían sido juzgados, grandes gigantografías que habían hecho. Los presentes, que no fue una multitud, pero sí una concurrencia nutrida, pasaban en fila escupiendo las caras de estas fotografías. Obviamente que Clarín, el diario que yo dirijo fue el centro de esta estrategia y hubo además una gran cantidad de recursos legales presentados para desguazar a Clarín en distintas unidades de negocios, que según la ley tendrían que haber sido vendidas y liquidadas. Esto no ocurrió por distintas razones, entre ellas porque la justicia no le dio posibilidades y porque las circunstancias políticas cambiaron. Pero el tema continua latente.

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¿Por qué Clarín se convirtió en el blanco? ¿Por qué fue el foco principal de los ataques?

Clarín es un diario, una web, pero el Grupo Clarín también tiene un canal de televisión abierta y un canal de cable. La intención básica es que como no pudieron comprar Clarín ni condicionarlo, convirtieron la batalla contra Clarín en el centro de su épica, como estrategia política. Y el enfrentamiento que, visto en perspectiva histórica, fue un grave error cometido por Cristina Kirchner y sus seguidores, provocó que la sociedad se dividiera y el único beneficiado en esta crisis fue paradójicamente el periodismo que resistió, que no sólo fue Clarín sino también fue el diario La Nación, también fueron periodistas de medios y de otros canales que resistieron y tuvieron una visión crítica. Pero esto no fue una cuestión vinculada con la calidad del periodismo o con la diversidad de voces o con abrir nuevas formas de expresión, no. Esto fue una estrategia política que iba mucho más allá, que era consolidar un poder político y controlar la opinión pública.

Uno de los argumentos que se plantea siempre por quienes impulsan estas medidas es que buscan garantizar la pluralidad de la oferta informativa. ¿Ve alguna amenaza a la pluralidad? ¿Beneficia que el Estado fomente la creación de medios y participe en la propiedad de algunos?

Desgraciadamente estas situaciones se están repitiendo en muchas partes del mundo. En Estados Unidos, tanto The New York Times como The Washington Post tuvieron un crecimiento exponencial en sus suscripciones digitales precisamente porque las audiencias se volcaron abiertamente a esos medios que enfrentaban la arbitrariedad de Trump, pero esto no es un hecho circunstancial. Este enfrentamiento con los medios periodísticos y con el periodismo independiente es un proceso que se repite en sociedades cada vez se van más fragmentadas en su representación política, como es el caso argentino o el caso ecuatoriano o el caso chileno, en cierta medida. Pero la fragmentación de la representatividad política viene acompañada con la aparición de tendencias autoritarias destinadas a ordenar la sociedad bajo otras reglas. Estas experiencias a mi juicio en ninguna parte del mundo pueden ser mostradas como un ejemplo. En ningún lugar del mundo se puede mostrar una experiencia similar que sea exitosa, salvo que sea exitosa para el propio régimen, como en Venezuela. En rigor esta tensión entre el periodismo, la libertad de expresión y las concepciones políticas que creen que la libre expresión es peligrosa es una equivocación trágica y estamos a punto de volver a repetir este tipo de equivocaciones. Esto no quiere decir que los medios no deban atenerse a la ley.

¿En qué medida influyen en esa disputa entre el poder y los medios el crecimiento de las redes sociales e internet?

Estamos en un momento de la sociedad de información en el cual plantear ese tipo de cuestiones es entre paradójica y a veces paródica, porque no hay en este momento información más democrática que la que se expresa en los medios digitales y en las redes sociales. Una muestra de la antigüedad que tenía la legislación que se intentó imponer en Argentina fue que no estaba reglado internet, no estaba reglado el mundo digital. Es una concepción antigua que tiene más que ver con un estado anterior de la política, antes de este cambio fabuloso que sucedió en el mundo digital e impactó directamente sobre cualquier tipo de representaciones. Ocurre también porque se aplica una ideología que no responde a la realidad de los hechos y se buscan remedios viejos para cuestiones nuevas. Sacándole toda la cáscara al debate, el asunto central de la cuestión es si te controlan o si no te controlan la información.

Entiendo que junto con la ley de medios, el gobierno impulsó una serie de radios y medios estatales en ese periodo, los que no duraron mucho. Volviendo a la pregunta anterior, ¿cree que el Estado tiene un rol que jugar en la propiedad de medios?

Hay un hecho anterior a eso, que hay que tener claro y es que este tipo de concepción política usa al Estado como partido. El partido político es el Estado e instrumenta su estrategia política a través del Estado. Eso por un lado. Por el otro, el volumen de publicidad que maneja el Estado es en muchos casos -aunque no es el caso de Clarín y otros medios, pero sí de muchos medios-, la posibilidad de supervivencia. Si el Estado cierra el grifo de la publicidad oficial es muy probable que haya muchos medios que tengan que cerrar, máxime cuando, al menos en Argentina, la recesión se siente, la publicidad privada ha caído. El Estado adquiere una mucha mayor capacidad de influencia, tanto en los medios como en periodistas que tienen programas donde el Estado avisa a través de muchas manifestaciones, empresas estatales, empresas paraestatales, etc. Y esta proliferación de medios formalmente privados, pero que dependen de la pauta oficial quedó en claro cuando terminó el gobierno de Cristina Kirchner, donde medios que existían y era muy belicosos y muy favorables a la expresidenta prácticamente vivieron poco tiempo más y desaparecieron, dejando en la calle a muchos periodistas que participaron con entusiasmo de la idea de la pluralidad de voces, de los medios hegemónicos y de toda esa épica que venía acompañándolo. Algunos se convirtieron en cooperativas pequeñas, pero en general cerraron, y muchas de las empresas dejaron una deuda previsional enorme.

¿Cómo se cautela que los medios cumplan con su labor de manera plural, rigurosa, diversa o cree que eso solamente depende de la valoración que dan los lectores?

Es una buena pregunta, el problema es que los diarios que tienen circulación importante o las radios o canales de TV que tienen audiencias importantes enfrentan un escrutinio permanente, que es el escrutinio de su audiencia diaria. Finalmente, la cantidad de ejemplares que venden, la cantidad de audiencia que tienen determinados programas es lo que está en discusión. Es decir, cómo puedo hacer yo que no tengo audiencia, que tengo medios porque tengo dinero del Estado, pero no tengo audiencia, cómo puedo capturar esa audiencia o al menos silenciar a quien no comulga con lo que yo pienso. Todo eso vestido con una fraseología de democracia y más democracia que era en algunos casos hasta cómico. Se hablaba de democracia y se trataba de sofocar a medios críticos.

En las actuales categorías que parecen guiar la política y que establecen la dicotomía élite-pueblo o ciudadanía, los medios aparecen como representantes de esa élite. ¿Por qué cree que se da este fenómeno que en parte termina afectando la confianza de algunos sectores en los medios?

No vamos a negar que a lo largo de la historia hubo medios que jugaron un papel determinado en circunstancias muy concretas. Todos podemos mencionar en la región tal o cual medio y qué papel jugó, eso tampoco lo vamos a desconocer. Pero el simple hecho de hablar de los medios hegemónicos ¿qué significa? Significa que yo no he podido construir un medio contrahegemónico. Entonces, por qué es hegemónico, porque es popular, porque se vende mucho, porque tiene una audiencia grande. ¿Cuál es el término para decidir si son hegemónicos o no hegemónicos? A ver, en Argentina, antes de la crisis de los diarios, durante el periodo en que la señora de Kirchner fue presidenta existían por lo menos 11 diarios en Buenos Aires. Sin embargo, el peso estaba puesto sobre Clarín, ¿por qué? Porque era el que más vendía. Y después La Nación, pero no tanto porque ellos consideraban que representaba a un sector que no iba a votar por el gobierno. Preferían pegarle a Clarín, donde ellos sostenían, y lo decían en conversaciones que alguna vez tuvimos, que se solapaba con sectores de la sociedad que a ellos los votaban, entonces era una interferencia. Y aquí volvemos al comienzo, esta es una estrategia política hacia los medios, que no deja de ser una estrategia política para dividir a la sociedad.

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