Nacional

Victimización y clima escolar en Chile

Extracto capítulo 3 del libro Violencia en Chile. La fragilidad del orden social (CEP).

Por Sebastián Izquierdo, coordinador académico CEP, y Gabriel Ugarte, investigador CEP

¿Qué tan común es ser víctima de violencia en la escuela? Para miles de estudiantes de 2° medio en Chile, esta no es una pregunta abstracta, sino una experiencia concreta que forma parte de su vida escolar. A través del análisis de los cuestionarios del SIMCE, este estudio examina las experiencias de victimización que viven estos estudiantes, describiendo su evolución en base a distintas variables, como el tipo de agresión o características del alumno y su establecimiento. Además, se investigan los factores que se relacionan con estos episodios de violencia, desde una mirada ecológica, que considera la interacción entre distintos niveles del entorno del estudiante —como la escuela, la familia y los pares—.

En 2023, el 44% de los estudiantes de 2° medio declaró haber sufrido algún tipo de violencia escolar de forma recurrente, ya sea “algunas veces” o “la mayoría de las veces”. Los niveles de victimización varían según el tipo de agresión y el sexo. La forma menos frecuente fue haber sido golpeado, con un 3% de las mujeres y un 6% de los hombres reportando esta experiencia. En cambio, los tipos de victimización más comunes fueron ser ignorado o aislado, sufrir robos, y recibir burlas o molestias por parte de los compañeros. Llama especialmente la atención que un 28% de las mujeres dijo haber sido ignorada o aislada de forma recurrente durante el año.

En la última década, la tasa de victimización escolar en 2° medio ha aumentado en un 70%, con una tendencia al alza sostenida desde 2016 que se intensificó tras la pandemia. Las formas más comunes y con mayor crecimiento han sido las agresiones verbales y sociales, como burlas, rumores o aislamiento. El alza ha afectado con mayor fuerza a las mujeres, que casi han duplicado sus niveles de victimización en este período. También se observa un aumento más marcado en los colegios de nivel socioeconómico medio-alto y alto, y en los particulares pagados.

En Chile, los factores más asociados a la victimización escolar están principalmente a nivel individual. Esto significa que las diferencias en quién sufre agresiones se explican, en gran medida, por características propias de cada estudiante. Algunos de estos factores no se pueden modificar, como el sexo o el nivel socioeconómico. Sin embargo, otros sí son posibles de abordar, como el apoyo social que el estudiante percibe o sus habilidades para relacionarse con otros. Veamos los resultados del análisis.

En relación al sexo del alumno, los datos muestran una dinámica interesante: si bien los hombres tienden a reportar mayores niveles de victimización escolar que las mujeres, esta diferencia se manifiesta solo una vez que se controla por el clima escolar. Es decir, parte de la asociación entre ser mujer y reportar más victimización se explica porque ellas suelen percibir el ambiente escolar de manera más negativa. Además, el estudio revela que los colegios con una mayor proporción de alumnas presentan menores niveles de victimización en general, más allá del efecto que tiene el sexo de cada estudiante. Esto sugiere que una mayor presencia femenina podría contribuir a un entorno escolar más seguro y con menos violencia.

En cuanto a la organización escolar, se observa que los niveles de victimización son mayores en clases con más alumnos, pero no se encuentra una relación con el tamaño de la escuela. Es decir, aulas con muchos alumnos dificultan el desarrollo de relaciones adecuadas entre alumnos y profesores. Además, aulas más pequeñas podrían facilitar mantener la disciplina y el control de la clase, con una mayor percepción de supervisión por parte de los alumnos.

Un hallazgo inesperado del estudio se relaciona con el nivel socioeconómico. A nivel de escuela, no se encontraron diferencias en la victimización según el nivel socioeconómico del establecimiento, una vez que se controla por la victimización previa de los estudiantes. Es decir, las disparidades observadas entre escuelas según su nivel socioeconómico en los análisis descriptivos parecen explicarse por los niveles iniciales de victimización de los alumnos. Estos resultados podrían también estar influenciados por los programas públicos enfocados en mejorar el clima escolar, que priorizan colegios según el nivel socioeconómico.

Al observar los resultados a nivel individual, emerge una asociación contraria a la hipótesis inicial: los estudiantes de mayor nivel socioeconómico reportan mayores niveles de victimización. Este hallazgo, si bien sorprendente, no es del todo inédito. Investigaciones previas en Chile ya habían identificado patrones similares, particularmente en formas de violencia social y verbal, las cuales han mostrado un incremento sostenido en los últimos años. Una posible explicación es que los alumnos de niveles socioeconómicos altos pueden tener mayores expectativas de seguridad y bienestar, lo que los hace más sensibles y dispuestos a reportar incidentes de victimización. Ello en comparación con alumnos de niveles socioeconómicos bajos que pueden estar más acostumbrados a ambientes más hostiles y menos propensos a ver ciertas conductas como victimización. Otra alternativa es que las dinámicas sociales y la competencia en entornos de altos ingresos también pueden contribuir a mayores niveles de agresión. Todo esto indica que la relación entre nivel socioeconómico y victimización es compleja y requiere mayor estudio.

Por último, la investigación confirma que el clima escolar es clave para entender la victimización entre estudiantes, aunque sus efectos varían según la dimensión analizada. En el modelo, tanto la percepción de apoyo por parte de los adultos como el sentido de pertenencia están asociados con menores niveles de victimización.

Sin embargo, contrario a lo esperado, la participación de los estudiantes se asocia de forma significativa y con una magnitud considerable a un mayor nivel de victimización. Este resultado, aunque contradictorio, ya había sido observado en el contexto chileno en relación con otras variables, como el rendimiento académico. Una posible explicación es que esta dimensión mide participación en actividades, pero no captura el compromiso real del estudiante con la escuela, un concepto clave del clima escolar. Además, podría existir causalidad inversa: alumnos víctimas de violencia o escuelas con más problemas podrían participar más en actividades como mecanismo de mitigación. De forma similar, las escuelas con mayores problemas de violencia pueden estar generando más actividades extracurriculares para mitigar estos problemas.

Estos hallazgos ponen en evidencia una paradoja que merece mayor atención: lo que a primera vista parece positivo —una alta participación escolar— podría estar enmascarando realidades más complejas. Por ello, se vuelve indispensable avanzar hacia una comprensión más fina del clima escolar y contar con instrumentos de medición más adecuados que permitan capturar de manera precisa esta dimensión y sus múltiples expresiones.

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