A tres años de la mordida con rabia

En junio de 2013, César Barriga fue atacado por un perro mientras andaba en moto. Se convirtió en el séptimo sobreviviente a este virus en el planeta. Y así vive hoy.




Pareciera que cojea, pero lo que verdaderamente ocurre en el andar de César Barriga (26) es un vaivén constante, que no ha podido equilibrar. Por eso continúa con una prótesis de carga en sus piernas, además de seguir afirmado de la muralla, de una mesa, de un árbol, de lo que esté más cerca.

Para el séptimo sobreviviente por el virus de la rabia en el planeta, y primero del país, nada ha sido fácil. Si bien el salir de la silla de ruedas fue, para él, un hito inolvidable, luego de un coma inducido que duró cerca de un mes, el joven, proveniente de Quilpué, en la V Región, reconoce que tuvo una fuerte depresión, que permaneció aislado y que aún vive bajo la incertidumbre respecto de si su vida volverá a ser la de antes.

Una primera medida drástica fue vender su viejo amor: la moto con que viajaba por el centro de la ciudad. Justamente eso era lo que estaba haciendo aquel junio de 2013, hace casi tres años, cuando fue interceptado por un perro contagiado con el virus, que lo mordió. “Nunca más me subí a una, no puedo, porque los cambios se hacen con los pies; sigo emocionándome cuando escucho un buen motor, pero a lo más que aspiro ahora es a poder a subirme a una bicicleta”.

Junto con deshacerse de su hobby, tomó otras decisiones que cambiarían aún más su plan de vida. En rigor, tuvo que tomarlas.  Por ejemplo, dejó de estudiar prevención de riesgos, debido al intenso tratamiento kinesiológico que seguía en el Hospital Gustavo Fricke, de Viña del Mar, pensando también en poder lograr una recuperación total.

César cuenta que la lucha ha sido ardua, sobre todo dolorosa a nivel físico.

“Tuve la capacidad mental, emocional, de no caer al piso, pero no lo pasé bien. He sido bien combativo, pero físicamente ha sido terrible, recuperar la sensibilidad en mi cuerpo, reconocer el tacto, cuando me hacían cariño sentía dolor, sigo sintiendo electricidad en las piernas”, relata.

Después del alta médica, en diciembre de 2015, César, para la aguda rutina diaria de dos horas de ejercicios, decidió independizarse. Aprendió el rubro de la cerrajería y arrendó un local a una empresa retail, en El Belloto. También se cambió a vivir a un barrio de Villa Alemana, junto a su nueva polola. Por eso se tatuó un imponente árbol y un trébol en su brazo y mano derecha.

“Por algo pasan las cosas. A la Nancy, la conocí en el tratamiento y con ella estamos levantando el negocio; pretendo lograr una cadena en otros sectores, ella me ayuda en casi todo; por eso, el árbol que es el origen y la familia; y bueno, el trébol es lógico, dentro de todo soy un afortunado”.

Secuelas neurológicas

César puede identificar sólo algunas consecuencias de su accidente. Desde el agobio, después de caminar tres o cuatro cuadras, hasta problemas para reconocer colores. Nancy Riveros, su pareja, ratifica que las secuelas neurológicas no son pocas.

“Uno percibe cosas diversas, como si hubiera partes que no se conectaron bien, como la temperatura corporal. La suya sube y baja, no siente el calor o el frío como el resto de la gente. Además, se lo olvidan muchas cosas, incluso las caras de algunas personas que conoce hace bastante tiempo”.

Sobre el tratamiento de por vida que debe seguir, César muestra optimismo y ganas de batallar. “Me habría gustado estar en un instituto especializado para recuperarme, toqué puertas para alguna beca, pero todo era demasiado caro. Del hospital Fricke tengo sólo agradecimientos, por lo bien que se han portado, pero ningún médico ha querido quemarse en decir en cuánto tiempo me puedo recuperar o si, definitivamente,  no podré hacer las cosas de antes”.

El joven comenta que, vía e-mail , ha sostenido conversaciones con un experto estadounidense , quien le ha solicitado exámenes extraordinarios y le ha dado consejos para su recuperación, la que sigue siendo, de alguna manera, casi milagrosa.

Juan Francisco Moreno, subdirector médico del Hospital Gustavo Fricke, informa que César Barria “está de alta del tratamiento en kinesiología desde diciembre de 2015. Además, se mantiene en control con médico fisiatra. Actualmente, este paciente está en buenas condiciones generales. No obstante, si efectivamente el fisiatra decide que debería volver en algún tiempo determinado con kinesiólogo, eso lo vamos a hacer”.

Para el cuerpo médico viñamarino, la recuperación de Barriga de esta enfermedad, que en el mundo es muy ocasional y con mal pronóstico, es completamente destacable. “En la primera etapa de rehabilitación, el paciente no podía sentarse ni ponerse de pie; sin embargo, al término de su rehabilitación él sí puede hacer una vida funcional. Es independiente y realiza diferentes actividades cotidianas como todas las personas. Lo único que no puede hacer es andar en moto y deportes de alto impacto”, indicó Moreno.

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