Alejandro Amenábar retorna al suspenso y el misterio con Regression
La cinta con Ethan Hawke y Emma Watson se estrena este viernes en España. El filme es su regreso al género que lo vio nacer con Tesis, en 1996.
Todos los caminos conducen al miedo. Aquella podría ser la consigna de Alejandro Amenábar, quien después de 14 años retorna a aquel sendero del que se salió temporalmente después de su película Los otros, en el 2011, y que lo condujo al drama inspirado en un caso real (Mar adentro) y a la superproducción histórica (Agora). Ahora, tras ensayar muchas veces un guión propio que le tomó más tiempo del acostumbrado, el director acaba de estrenar en el Festival de San Sebastián su película Regression.
Se trata de un título curioso y sintomático, considerando que es justamente el retorno de Amenábar al cine de género, al miedo y al suspenso que tanto estima y defiende como pocos. La película, protagonizada por Emma Watson y Ethan Hawke, plantea a grandes rasgos la clásica historia que se reduce al "pueblo chico, infierno grande", donde lo que hay no es lo que parece y lo que no se ve es el horror, la locura y la muerte.
Mezcla de filme de suspenso y de historia satánica, en Regression hay guiños escondidos y evidentes al cine de Amenábar, partiendo con el nombre de uno de los principales personajes: la acongojada muchacha violada por su propio padre se llama Angela (Emma Watson), igual que la aterrorizada protagonista de Tesis (1996), el primer y exitoso largometraje del realizador, estrenado ya hace casi 20 años.
A la hora de hablar de cine frente a la prensa del Festival de San Sebastián, Amenábar también recordó a sus influencias de siempre. "Hitchcock está en todos los lados, al final, en el cine. Todos miramos hacia Hitchcock", afirmaba en el encuentro de la costa del Mar Cantábrico. Con un ritmo de trabajo que respira a velocidad artesanal, sin las imposiciones del cine industrial, el cineasta nacido en Santiago de Chile, en 1972, tardó seis años en retornar al cine desde la ambiciosa Agora.
“No acababa de dar con la historia”, reconocía. “Quería hacer una película de terror y pensando posibles excusas narrativas, pensé en vampiros, satanismo, el diablo, pensé que ese podría ser un buen punto de partida, pero no veía con la manera de encontrar un enfoque nuevo”, explicó.
Finalmente, escarbando y documentándose dio con los casos de rituales satánicos que asolaron a Estados Unidos durante los años 80 y 90, un fenómeno de particular relevancia y que de alguna manera conecta a Amenábar con otra de sus tempranas influencias: el cine de Roman Polanski. "Esta cinta empezó siendo una historia de terror y acabó como un thriller psicológico", decía Amenábar sobre una trama que tiene varios filones y digresiones a pie de página.
Justamente en uno de esos senderos argumentales entran los otros personajes de esta odisea ambientada a principios de los años 90. Los principales son el detective Bruce Kenner (Ethan Hawke), el psicoterapeuta Kennet Raines (David Thewlis) y John Gray (David Dencik), el padre y eventual violador de su propia hija. El primero se mueve con las armas de los policías y con la intuición de los años de servicio; el segundo con un péndulo y con la hipnosis regresiva; el tercero dice que violó a la muchacha, pero que no recuerda cómo.
Los tres se dirigen probablemente a un territorio menos seguro que las calefaccionadas casas de este pueblo de Minnesota y, por lo que se puede ver y escuchar en las regresiones practicadas por el doctor Raines, hay capuchas negras, rostros pintados y aullidos de animales. Una vez más, como antes lo hizo en Tesis y Abre los ojos, Amenábar busca entrar al cuarto oscuro de nuestra vida o al otro lado del espejo de aquello llamado realidad.
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