Aravena y el nervio de la primera vez
Desde Chile y con temas de Chile, pero como pocas personas en el país, el arquitecto Alejandro Aravena participa en la conversación internacional sobre arquitectura, vivienda social y sustentabilidad. Ahora se prepara para el desafío más importante que ha tenido en su carrera: dirigir la próxima Bienal de Arquitectura de Venecia.

Aravena mira por la ventana de su oficina en el piso 25 de la Torre Santa María. No es la gran cosa; una sala común para varios arquitectos, y un par de despachos entre los que está el suyo. Es chica. Él está sentado ahí, con sus abundantes mechas paradas. Detrás, un pizarrón con rayas, letras y dibujos. No se distrae durante la entrevista. No mira el celular ni el computador. Advierte que si viene alguna réplica del terremoto no me asuste, que el edificio baila, pero no se cae.
Alejandro Aravena, 48 años, casado, tres hijos, es en este momento de los chilenos que más lejos ha llegado. Y especialmente ahora, el arquitecto, ese que desde primer año en la Universidad Católica deslumbraba por su inteligencia -y también su pinta-, está en la cresta de la ola.
Un repaso rápido por su trayectoria: se tituló en la UC, diseñó bares y restaurantes, se aburrió de la arquitectura y por un par de años se dedicó a su propio bar, el Bar Sin Nombre, en Ñuñoa. Al rato, por el 97, se reencantó con su profesión y y a los 33 años fue nombrado profesor visitante de Harvard. Mientras estaba ahí se interesó en la vivienda social como problema arquitectónico, lo que fue el germen desde el cual nació más tarde -aquí en Chile- Elemental, la oficina –o Do Tank- que hasta hoy dirige y desde donde él y sus socios han contribuido a cambiar la forma en que se hace este tipo de construcciones en el país.
También ha diseñado varios edificios, como la Facultad de Matemáticas de la UC, con la que ganó la Bienal de Arquitectura de Santiago en 2002, o el Centro de Innovación UC Anacleto Angelini, que en mayo pasado fue escogido diseño del año por el Museo de Diseño de Londres.
Pero lo que realmente lo ha convertido en una figura internacional no son sus obras aisladas, sino el haber creado un discurso propio, uno que está cruzado por conceptos como la equidad, la participación y la idea de que la arquitectura debe tener un impacto social. El profesor ha sacado la teoría de la academia y la ha convertido en proyectos concretos. Hoy su ámbito de influencia excede el de la arquitectura y a él y su oficina lo invitan seguido a seminarios de otras áreas como innovación, tecnología o sustentabilidad. Eso también explica que el Premio Pritzker, algo así como el Nobel en la arquitectura, lo llamara a formar parte de su selecto jurado entre 2009 y 2015, que sea uno de los escasos chilenos que ha sido invitado a exponer su visión en las charlas TED o que ahora, en julio, la Bienal de Arquitectura de Venecia lo designara director de la versión 2016, el primer latinoamericano en ocupar ese puesto.
No hay dos opiniones entre sus pares: ser curador de la Bienal de Arquitectura de Venecia, una muestra que da la pauta internacional de lo que se discute en esa área, es el mayor logro chileno en la disciplina. Un desafío grande, además, sobre todo después de la versión 2014 donde quien ocupó el lugar que hoy él tiene fue el arquitecto holandés Rem Koolhaas, probablemente el más influyente en el mundo, cuyo nombre atrajo a una concurrencia muy masiva a la bienal y dejó la vara muy alta. En mayo próximo -y durante seis meses- Aravena abrirá las puertas de la versión número 15 de esta muestra.
¿Qué significa este nombramiento?
Se queda callado un rato. Apoya la cara en sus manos, como varias veces durante esta entrevista, respira profundo y después de algunos mmmm y eeee, habla: "Es que es difícil si uno lo mira desde uno mismo… Desde el punto de vista profesional, para mí y para la oficina, es lo más importante que nos ha tocado hacer. De alguna manera hemos tenido cada vez mayores desafíos porque buscamos ponernos en una situación incómoda en lugar de quedarnos donde ya tuvimos los éxitos.
¿Qué pensaste cuando te eligieron?
Hace no muchos días estaba el curador del MoMA, Barry Bergdoll, acá en mi oficina, y me decía que todos los curadores estaban muy nerviosos de que los fueran a llamar para decirles si querían estar a cargo de la bienal. Eso, por dos razones: porque hay poco tiempo, y porque después de Rem Koolhaas, quién se iba a atrever. ¿Cómo te colocas debajo de esa sombra?, pensaba. Y dice que cuando salió la noticia de este chileno curador fue un alivio. Y lo segundo que pensó, me dijo, fue "bueno, si estos compadres no le tienen miedo a nada". Y es eso. Un desafío enorme, que no sabes si te va a resultar o no, pero no es muy distinto a lo que nos ha pasado cada vez que nos hemos metido en algo.
¿No te da susto?
No sé si susto es la palabra, pero no. Porque quien nada sabe, nada teme. Y quizás no le tememos a nada, porque no tenemos idea de nada. Si hubiéramos sabido de viviendas sociales, a lo mejor no nos metemos, o lo mismo con hacer ciudades o con ser curador de una bienal. En general, nos metemos en campos en los que somos totalmente ignorantes y eso ayuda, te da una libertad distinta. Igual me pasa cuando pienso en el tiempo que queda: son 10 meses, y Koolhaas se demoró cuatro años en pensar la idea. Bueno, a lo mejor todos esos pelos en la sopa me sirven para pensar en lo que sí puedo hacer más que en lo que no. El poco tiempo no te da para enredarte. Vamos a ir y hacer la cosa. Y si te quedó 51-49, valió la pena. Pero vas a tener que vivir con el 49 que no te funcionó (se ríe).
¿Y tú puedes vivir con eso? ¿Cómo enfrentas los fracasos?
Eeee… Así no más, pues. Pensando que hubo un 51 que fue mejor. Es más complicado cuando es 49-51, pero tratamos de no llegar a eso. Nos sacamos la mugre trabajando.
Pero te habrá pasado.
Claro, pero quizás la manera de sobrevivir al fracaso temporal es mirarlo en perspectiva, para atrás y para adelante. Pensar si sirvió para algo.
¿Qué piensas cuando miras hacia atrás y ves que has ido juntando logros? ¿Tenías este futuro proyectado?
Es que cuando uno se mete todo el tiempo en un ámbito donde no te has metido antes, no sé si hay esa noción de progreso. Entonces uno viene a la oficina con el mismo nervio e ignorancia que el día uno. Además, el logro son los cinco segundos finales de un proyecto que dura años, y lo que te acompaña en el día a día no es logro. La maquinaria diaria no te permite desconcentrarte.
¿Te has mareado con el éxito?
Abre los ojos, grandes: "Ojalá que no, pero supongo que eso tiene que decirlo otra persona. El comentario más común que me llega cuando hay un premio o algo es el del portero del edificio, o del señor del quiosco, que comentan que seguimos igual. Y eso me parece que está bien. Pero supongo que si se te subieron los humos a la cabeza, no te das cuenta. Alguien de afuera dirá 'estos tipos son infumables'. Pero la gente con que trabajamos no tiene idea si te ganaste o no un premio en Londres. Lo único que importa ahí es si lo que tú le estás diciendo tiene sentido.
Eso ayuda a combatir el narcisismo.
Sí, pero más allá de eso, que es un aspecto sicológico, ayuda al proyecto, porque no te deja pensar que sólo porque se te ocurrió a ti está bien.
Mediocres
A fines de agosto, el arquitecto anunció cuál será el concepto que guiará la bienal de la que está a cargo. El de Koolhaas fue "Fundamentos", que se tradujo en una muestra que preguntaba por las invenciones básicas de la modernidad y las "partículas más elementales de la arquitectura". La propuesta de Aravena, en cambio, es más contingente y cercana: el título es "Reportando desde el frente", y el objetivo es investigar cuál es el rol de los arquitectos en "la batalla diaria" por mejorar la vida de la gente. "Cada vez más y más personas en el planeta están en búsqueda de un lugar decente para vivir, y las condiciones para lograrlo se están volviendo cada vez más difíciles. Cualquier intento de ir más allá de la norma encuentra gran resistencia en la inercia de la realidad y cualquier esfuerzo para abordar temas relevantes tiene que superar la creciente complejidad del mundo moderno", ha dicho Aravena. Como curador, entonces, quiere mostrar casos exitosos en los que trabajando desde la escasez o con limitaciones la arquitectura ha logrado ganar batallas, ampliar fronteras y contribuir al bien común.
La propuesta de Aravena para la muestra tiene mucho que ver con el trabajo que él mismo lideró en vivienda social en Elemental y que significó el despegue de la oficina. La pregunta fue cómo mejorar las construcciones básicas y significó redefinir lo que se entendía por calidad, que en ese momento era sinónimo de casas más grandes y mejor terminadas. Ellos invirtieron el foco y plantearon que con recursos escasos la política pública tenía que priorizar y enfocarse en aquello que la gente y sus familias no pueden hacer. "Las personas sí pueden ampliar y mejorar las terminaciones de sus casas. Pero no pueden cambiar dónde está ubicada". La respuesta a la que llegaron fue la vivienda social progresiva, construcciones más pequeñas que pueden ir creciendo con el tiempo, pero que están mejor emplazadas territorialmente.
¿Cuáles son los elementos básicos de una vivienda social para que realmente mejore la calidad de vida de sus habitantes?
Lo más básico es dónde está. Eso responde a la pregunta de quedar inserto en las redes de oportunidades que las ciudades concentran, como trabajo, educación, salud, en lugar de estar marginados, a dos horas. Además, ahí se avanza a un segundo paso, que es que las viviendas aumentan de valor, comienzan a verse como una inversión y no como un gasto social. Es un fin en sí mismo porque ayuda a superar la pobreza al transformarse en una herramienta económica y no ser sólo una protección contra la intemperie.
¿Cuántas viviendas sociales ha levantado Elemental?
¿Unas dos mil? Son muchas más las que hay en proyectos que las que hemos construido, porque en general nos metemos en los casos más complicados, en los que el mercado no logra resolver. En general, nunca vamos al caso fácil.
¿Cuál ha sido el mejor ejemplo?
Bueno, todos los que hemos hecho. El primero que hicimos en Iquique, en la Quinta Monroy, partió evitando tener que mandar a las familias a Alto Hospicio, que era donde se hacían las viviendas sociales. Por lo tanto, haberlo dejado al medio de la ciudad, a cuadras de la playa y a una del mall, se ha expresado en que un terreno que estaba al lado de la Quinta Monroy, que antes era un motel, lo compró una inmobiliaria y ahora es un edificio de 25 pisos con precio promedio de 3.500 y 4 mil UF, al lado de viviendas que costaron 300. Por lo tanto, el valor de esas casas está en el orden de 1.500 UF.
¿Y cómo reacciona el entorno al que le van a instalar viviendas sociales cerca? ¿No genera rechazo?
Hay de todo, pero la mayoría de las veces hacemos proyectos de radicación y no de erradicación. Es decir, esas condiciones ya existían y probablemente mucho peores. Esto es una mejoría.
¿Qué piensas de todos estos proyectos inmobiliarios como "barrios privados" que se han instalado en la periferia de Santiago?
La evidencia dice que hay casos de ciudades compactas muy buenas y otras muy malas porque se transforma en hacinamiento; y hay casos de ciudades extensas buenas y otras malas, como la nuestra, porque las condiciones en las que se hace esa extensión son muy mediocres.
¿En qué sentido?
El desarrollo inmobiliario tiende a mirar el beneficio inmediato y no el bien común ni el largo plazo. Ven construir viviendas como un medio para el lucro, no una forma de tener una buena ciudad y que además logre ser lo más económicamente sustentable posible. Hay una búsqueda del beneficio privado y a corto plazo, y eso tiende a sacrificar la estabilidad a largo plazo de las ciudades: se generan problemas de congestión, contaminación, ineficiencia energética y nadie es dueño de ese problema porque es algo que está de la puerta para fuera del determinado conjunto de casas. Ahora, ¿uno le puede pedir a un privado que no sea mediocre? Yo creo que sí. Uno no trata de hacer las cosas bien porque hay una ley que te va a caer encima. Uno trata de hacerlas bien por el gusto de hacer las cosas bien. Y punto.
Para el aire puro, plata y tiempo
Dicen que ahora estás trabajando la idea de descontaminar Santiago.
Ese es un desafío importante, grande. En vez de andar pensando en el Mapocho navegable, que es como ponerle esteroides a un problema que no tiene mérito, si uno de verdad quiere tener una huella política importante, debiera enfrentar el problema del aire.
El mensaje de la bienal, "Reportando desde el frente", tiene que ver con eso, con distinguir cuáles son las batallas importantes. Y la del aire es una pregunta grande, no se llega a eso con un proyectito de decoración paisajística con un río.
Pero no tienes un plan todavía.
Uno esperaría que la gente en la posición de poder instalara estos temas, pero para ser justos, tampoco tenemos una arquitectura institucional preparada para este tipo de preguntas. Aquí, el costo no es sólo la plata, es la coordinación. Además, todas las preguntas importantes en este ámbito, lo más probable es que tomen más de cuatro años. Los tiempos son muy superiores a las administraciones. Ese es un segundo problema.
¿Cómo se resuelve, entonces?
Creo que la participación ciudadana es importante porque es la propia ciudadanía la que va a funcionar como contralor, como custodios para que estas preguntas grandes pasen de una administración a otra.
¿Hay ya una idea?
No a nivel institucional ni formal de parte nuestra, pero sí llevamos muchos años pensando alternativas. Pero hay que hacer los prototipos, probar si la idea tiene validez científica, y pensar cómo hacer que el auto pase de un lugar a otro.
Cuando nosotros partimos con viviendas sociales, yo no tenía idea qué era un subsidio. Y entendimos que en ámbitos complejos, alguien tenía que financiar estos procesos de ir a generar conocimiento donde no lo había. Y ahí estuvo Harvard, algunos fondos asociados, y después formar esta sociedad anónima llamada Elemental. Para cachar el tema del aire habría que crear algo parecido. Al mismo tiempo de la idea, tienes que ver cómo se financia esa investigación. Le hemos dado un poco de vueltas, pero para eso se necesita plata y tiempo. Si no hubiera pasado lo de la bienal, probablemente le hubiéramos metido fichas a eso. Pero ahora estamos enfocados en Venecia.
Astros alineados
Alejandro Aravena no es una estrella solitaria, sino que uno de los exponentes más destacados en eso que la prensa internacional ha descrito como "el momento de la arquitectura chilena", y que se refiere a que hay varios nombres de este país que han adquirido notoriedad en el mundo.
Tú eres parte de una generación de talentos de la arquitectura, entre los que, entre otros, también están Smiljan Radic y Mathias Klotz. ¿Qué significa cada uno?
Hay muchos muy talentosos, pero no es sólo el talento lo que importa, sino la masa crítica, y eso es casualidad. Hay un momento en que coincide una cantidad de gente que se acompaña y compite. Hacer algo original, de calidad, es difícil; hacer bien algo toma mucho esfuerzo, hay que haber tragado mucha información, estar muy enterado de lo que pasa en el mundo. Es una batalla y es bueno no sentirse solo. Pero a la vez que te sientes acompañado, hay una competencia; si el otro lo hizo bien, a mí se me acabaron las excusas para no hacerlo.
¿Qué identifica la obra de cada uno?
Son aproximaciones muy distintas, pero lo que tienen en común es calidad. La obra de Smiljan está en el límite con el arte, es probablemente la más enigmática, difícil de hablar, y sin embargo hay una cantidad de mundos que comparecen, que tú te quedas callado. Es de lo mejor que se está haciendo en el mundo. Y hay muchas habilidades, como haber podido abrirles el camino a otros, que es lo que hizo Mathias, o el campo experimental fuera de la metrópolis, como es lo que hace Pezo von Ellrichshausen en Concepción, o el grupo Talca, en esa ciudad.
Aparte de a ti mismo, ¿a quién le encargarías tu casa?
Ya nos la hicimos. Pero al brasileño Paulo Mendes da Rocha. También se la habría encargado, pero se acaba de morir, a Rafael Iglesia. Él es de los tipos que más me han impactado en mi trabajo, en el sentido de entender lo lejos que uno está de hacer las cosas bien, en sentir vergüenza propia.
Ha pasado casi una hora desde que partió esta conversación. Recién mira el teléfono porque algún ruido le avisó que tendría que estar en otro lado. Aravena pide perdón porque tiene que partir.
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