Histórico

Artista español que diseñó la cúpula de la ONU ya no quiere hacer grandes obras

El afamado pintor Miquel Barceló trabajó en la sede del organismo en Suiza, obra que será inaugurado el 18 de noviembre.

El artista español Miquel Barceló, autor de la cúpula de la sede de la ONU en Ginebra, asegura que no quiere pasarse la vida haciendo obras faraónicas, por lo que ya se encuentra inmerso en nuevos proyectos, según confirmó en Madrid.

Pintar es para él como perder el tiempo, algo subversivo y regido por el caos, pero le inquieta "pasarse", por eso, Barceló puso fin a su última obra en Naciones Unidas, y lo hizo pensando en "otras cosas".

Para la cúpula, el artista empleó 13 meses de su vida, 35.000 kilos de color y toneladas de un producto desarrollado expresamente para simular estalactitas y olas.

Tergiversó herramientas y objetos y exprimió todas las posibilidades que se le ocurrieron para dotar a la Sala XX del Palacio de la ONU de una cúpula "orgánica, casi fisiológica" que inaugurarán los Reyes de España el 18 de Noviembre.

Sobrevivir al proceso y conseguir lo que quería le provocó, cuando decidió terminar, una "euforia" que le duró varios días, pero ahora está "en otras cosas", como una exposición de "cefalópodos" a finales de mes en Londres.

"Me divertí mucho en Ginebra pero tuve que terminar porque no quería que el placer que me producía pintar de esa manera me confundiera", señaló Barceló, aunque admitió que la obra aún "le persigue" porque piensa que "quizá" debería haber estado una semana más, que "quizá" se "pasó" con los colores.

"Hay un montón de interrogantes y tengo curiosidad por ver qué ocurre. Estoy más seguro de mis cuadros de hace diez años que cuando los empecé a pintar. También desconfío de la primera impresión. La segunda mirada es menos sorprendida, más justa", reveló.

Aseguró que lo que más le gusta "de" y "en" la vida es ir a su taller "sin tener ni idea" de lo que va a hacer.

Su pintura, dijo, es "un caos organizado", dominado por lo aleatorio, por un juego con el azar que parece que "le obedece", aunque siempre le pilla trabajando.

"Para mí pintar siempre ha sido lo más parecido a perder el tiempo. Es como estar dibujando en clase cuando deberías estar aprendiendo matemáticas. Es algo subversivo, un acto de resistencia", indicó.

"Lo de los grandes proyectos" le complace, pero "moderadamente". "No quiero pasarme la vida haciendo mega proyectos ni grandes obras faraónicas, no es mi ambición dedicarme a esto. Ya he hecho dos o tres y ya está bien", subrayó, aunque reconoció que es probable que "caiga" alguna más.

Reflexionó sobre la especulación en el mundo del arte, y dijo que le "asombra" que sus precios parezcan pornográficos "y no se hable del petróleo o de los terrenos".

Por eso le "admira" la curiosidad que hay por saber lo que ha costado su trabajo en la ONU.

"La cúpula en sí es una parte menor de todo el tinglado" de reforma de la sala, defendió.

Barceló se comprometió además a supervisar la renovación de toda la dependencia "para que no se metiera la pata".

Desveló que es "todo muy claro, casi blanco", que aún está intentando cambiar las puertas porque son "muy de las películas de James Bond" y "no pegan" con su intervención y que además falta rematar la iluminación.

El pintor barajó la posibilidad de colocar "una gran cama redonda, un tatami", en la que se llamará sala de los Derechos Humanos, que permitiera al público ver la cúpula tumbados, aunque también le gusta la idea de que habrá gente que trabaje allí y tome decisiones.

"Ojalá tenga una influencia positiva en ellos", deseó.

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