Comparativa: Mitsubishi Outlander K2 y Montero Sport G2
Una marca, dos SUV: mundos diferentes

Si hay algo de lo que puede jactarse Mitsubishi, es del prestigio que ha ganado como fabricante de todoterrenos. Como aval tiene al exitoso Montero, múltiple ganador del Rally Dakar.
En Chile cuenta, además, con el Montero Sport, que llegó renovado en octubre pasado, llevando el apellido G2, y con el Outlander K2, la evolución del modelo que se transformara en el crossover de la firma, y que ahora fue producido en alianza con el grupo PSA.
Son los todoterrenos más nuevos de Mitsubishi en el mercado local, y aunque ambos son off-road, tienen un look medianamente similar, cuentan con tres corridas de asientos y todos los elementos de seguridad y confort, siguen habiendo más diferencias que similitudes, ya que cada uno fue concebido para satisfacer necesidades distintas en segmentos diferenciados.
Diferencias insalvables
Probamos las versiones tope de gama de ambos modelos, habiendo una diferencia de casi tres millones de pesos en favor del Outlander K2.
El Montero Sport G2 equipa un motor turbodiésel 3.2 litros con 161 Hp y con un torque de 343 Nm a partir de las 2.000 rpm (el mismo bloque que utiliza la pick-up L-200 y el Montero), mientras que el Outlander K2 trae un motor bencinero V6 3.0 que eroga 217 caballos, y un par máximo de 276 Nm a 4.000 rpm. Ambos traen caja automática, pero la del G2 es de cuatro marchas, mientras que el Outlander tiene una de cinco, con levas detrás del volante.
Su construcción es probablemente lo que más los distancia. El Montero Sport está fabricado sobre la plataforma de la L-200, con largueros y travesaños, y viene con tracción trasera, pero trae una caja de transferencia con bloqueo y reductora, con lo que incrementa sus capacidades off-road. El Outlander K2 tiene una estructura monocasco de mayor rigidez, tiene tracción delantera e incorpora una caja 4x4 electrónica, sin reductora.
Desde el punto de vista de su mayor funcionalidad, el Outlander K2 está hecho para la ciudad más que para el campo. Tiene una dirección asistida que le brinda mucha maniobrabilidad, pero escasa retroalimentación, y una suspensión (McPherson adelante y multibrazo atrás) que es suave y para nada esponjosa. Incluso, a ratos se siente un andar con aire de cierta deportividad.
Tiene un motor muy reactivo y los 217 caballos se sienten de forma inmediata al tocar el acelerador, pero la caja, con toda su modernidad, incluida las levas al volante, le quitan dinamismo en caminos agrestes o en subidas, pues los pasos de marcha son largos, impidiendo la obtención de su torque.
Cuando nos salimos del asfalto, el Outlander deja ver su posicionamiento, ya que con tracción simple se vuelve indócil. Sin embargo, cuando se conecta la tracción total, el manejo mejora considerablemente y se vuelve armonioso y muy seguro. Algo que sorprende es su buena capacidad de frenado en este tipo de caminos.
En resumen, se trata de un excelente crossover urbano, que permite buena movilidad en terreno agreste.
El Montero Sport, por su parte, se muestra amable en la ciudad, con un motor progresivo, pero bastante ruidoso en comparación con su hermano, aunque su suspensión, sobre todo en carretera, es más rebotona y tiene una fuerte inclinación lateral, aunque destaca su dirección, firme y muy directa.
En caminos de tierra las cosas cambian. Con tracción simple, el Montero Sport se torna divertido para manejar, pues bota la cola sin riesgo, y cuando se conecta la tracción, se pierde emoción, pero se gana capacidad off-road. Acá, su torqueador motor es la mejor de sus herramientas.
Y es que su sistema de tracción y la suspensión, así como su construcción, hacen que la balanza del Montero Sport se incline a favor de los caminos de tierra, o derechamente fuera de ellos, pues circula con total soltura.
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