Histórico

Crítica de cine: El Origen

Siembre sueños y coseche pesadillas

Director: Christopher Nolan.
Con Leonardo DiCaprio, Marion Cotillard. Ciencia ficción, 148 minutos, EE.UU./Gran Bretaña, 2010. Mayores de 14 años.



Es intrigante el entusiasmo que despiertan las películas de Christopher Nolan en sectores de la cinefilia. Parece ser que últimamente el director de Memento y El caballero de la noche vino a tomar un puesto que estaba vacante desde hace demasiado tiempo: el de maestro del entretenimiento infantil para adultos. Es entendible esa necesidad: quienes se criaron con Steven Spielberg, George Lucas y Robert Zemeckis tienen todo el derecho de sentirse abandonados por los caminos que tomaron sus filmografías. Spielberg se embriagó con la trascendencia histórica, Lucas dejó de robarles ideas a los demás para robárselas a sí mismo, y Zemeckis tiene arrendado su talento narrativo al entretenimiento familiar elefantiásico. Alguna vez Tim Burton fue ungido para tomar el relevo, pero sus fantasías tampoco levantan vuelo desde hace por lo menos 15 años. Y la factoría Pixar hace estupendas películas... pero para niños-niños. No niños-adultos.

Por supuesto, no se trata este de un ataque al cine de entretenimiento, ni menos a una categoría de espectadores. Es al revés: tal parece que el surgimiento de un culto generacional a las películas de Nolan (todas bien pobretonas, en realidad) es el síntoma de la depresión de unos espectadores que, abandonados, hoy prefieren contentarse con poco antes que entregarse a la madurez. Por ello, se conforman con malabarismos de guión antes que con relatos estructuralmente contundentes; aceptan maquetas de personajes que se definen a partir de un par de traumas de su pasado y se entregan a mundos fantásticos con reglas propias que requieren de largos diálogos explicativos para tener sentido. Estos son, precisamente, los tres mayores defectos de El origen.

Pero hay más: el relato exige demasiada buena voluntad para aceptar su lógica (algo habitual en los de Nolan), y a pesar de ser una película que pretende explorar el mundo de los sueños, deja finalmente poco a la imaginación. Veamos la trama: Cobb (Leonardo DiCaprio) es un ladrón sofisticado que se dedica a obtener información del cerebro de ciertas personas, ya que puede acceder a  sus sueños. Así comienza la película, con Cobb terminando una misión en un sueño. Pretende retirarse, pero su última tarea es más compleja: en lugar de robar debe "plantar" una idea en la mente de un hombre de negocios. Para ello, asociado a un grupo de "expertos", debe ingresar a distintas capas del subconsciente, portales que se abren cuando se vuelve a dormir dentro del mismo sueño.

Nolan apuesta por la exageración de la premisa hasta el paroxismo: se adentra en cinco capas del mismo sueño (las lecturas freudianas que se han hecho de la película son puro voluntarismo). La aventura queda atrapada en las garras del guión y el montaje paralelo. Hacia el final, casi no importa si se entiende lo que se está viendo y el supuesto suspenso ocurre por largos minutos sin calentar a nadie. A lo mejor sí hay algo de Freud en todo esto, pero en otro sentido: Nolan quizá sea un remedo de sus padres (cinematográficos), unos cineastas de otra época que si algo tenían era precisión narrativa.

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