Histórico

Dilma Rousseff cambia su rutina en medio de un clima político adverso

La Presidenta tuvo que reemplazar las salidas en bicicleta por caminatas en los jardines del Palacio da Alvorada. En sus recorridos hubo gente que le gritó "ladrona", le exigió que renunciara o ponían carteles con la leyenda "¡Fuera Presidenta!".

A la espera de que el Congreso determine si será sometida o no a juicio político (el pleno de la Cámara de Diputados debería votarlo el fin de semana) y golpeada por un clima político y social adverso, la Presidenta de Brasil Dilma Rousseff busca mantener una rutina que rompa con las preocupaciones propias del cargo y también del impeachment. Con ese objetivo las primeras horas del día los dedica a hacer deporte en el Palacio da Alvorada, la residencia presidencial brasileña. Sin embargo, de un tiempo a esta parte ha debido modificar algunas de sus hábitospor motivos de seguridad.

Así a las seis de la mañana la mandataria, de 68 años, se pone unas calzas, una polera, zapatillas y gorra para hacer sus ejercicios, sale a caminar a los jardines del palacio y poco después, a eso de las 8, se dirige al gimnasio. Gracias a esta rutina de deportes, sumado a una dieta que comenzó hace más de un año (dirigida por el médico argentino Máximo Ravenna, que promueve la llamada “dieta paleolítica”), logró bajar unos 20 kilos. No obstante, lo que más le gusta es andar en bicicleta por los alrededores de la mansión presidencial. Lo hacía en los alrededores del Lago Paranoá.

Pero esa práctica debió suspenderla para evitar eventuales agresiones o momentos incómodos. Según el diario argentino La Nación, las salidas en bicicleta, incluso con sus custodios, fueron canceladas después de que fue hostilizada por vecinos. Así, hubo gente que le gritaba “ladrona”, le exigía que renunciara o se ponían afuera con carteles con la leyenda “¡Fuera Presidenta!”. Por eso ahora solo ejercita dentro del terreno de 7.300 metros cuadrados en el que está emplazada la residencia presidencial.

Recién a eso de las 9.30 acostumbra llegar al Palacio de Planalto, sede oficial de la jefa de Estado brasileña, y no regresa a su residencia hasta pasadas las 20 horas para cenar. Ahí vive con su madre, Dilma Jane (91), y con su tía Arilda. Con ellas comparte la pasión por el cine y por las series como Juego de tronos, Downton Abbey y House of Cards.

Desde el estallido de la crisis y el avance de la posibilidad del juicio político las visitas en el Palacio da Alvorada, diseñado por Oscar Niemeyer, han desaparecido. A veces a una reunión informal con sus asesores más cercanos o un desayuno o almuerzo con el ex Presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Nada de salir a comer afuera, a algún restaurante de la capital brasileña.

En vista de la situación política tampoco se aleja mucho de Brasilia. Solo va eventualmente a los estados de Río de Janeiro y de Bahía, y para la Semana Santa sí fue a Porto Alegre (Río Grande do Sur) donde vive su hija, Paula Araújo, y sus dos nietos, Gabriel y Guilherme.

Por lo mismo canceló sus viajes al exterior: no estuvo en la Cumbre de Seguridad Nuclear en Washington, a comienzos de mes; no estará el martes 19 de abril en Grecia para el encendido de la antorcha que debe llegar a Río como sede de los próximo Juegos Olímpicos, ni llegará a Nueva York el 22 para la firma del acuerdo de cambio climático.

La ONU declaró que estudia la evolución de los hechos en Brasil y consideró que “no parece haber perdido fuerza el clima de tensión, por lo que continuamos preocupados”. “Estamos siguiendo de cerca Brasil” dijo Ravina Shamandasani, portavoz del Alto Comisariato de DDHH del organismo.

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