El lado verde de Adolfo Domínguez

<img alt="" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200911/586904.jpg" style="padding: 0pt; margin: 0pt;" width="50" border="0" height="15"> El diseñador gallego rescata el lado sustentable de los materiales sintéticos y lanza Bambú, un perfume masculino que rinde un homenaje a su principal fuente de inspiración: la naturaleza.<br>




A sus 60 años, Adolfo Domínguez, el primer diseñador de moda español que lanzó su marca a la bolsa, no tiene interés alguno en ser políticamente correcto. Prueba de ello son las declaraciones que hace poco hizo frente a un grupo de alumnos de economía en Galicia. "Los empresarios necesitan libertad para reorganizar sus empresas y que no les cueste una barbaridad prescindir de un individuo que ya no es bueno", dijo sin más. Y añadió que el actual sistema de bienestar europeo "genera un montón de pícaros" y que "ha anestesiado a la sociedad". Todas frases que provocan aplausos en un sector y pifias en otro. Y él lo sabe.

Por eso, cuando Domínguez se refiere a la ecología, la moda sustentable y todos esos conceptos de los que tanto se está hablando hoy en el mundo fashion, es razonable suponer que en su caso se trata de un interés genuino y no de una estrategia de marketing. Además, es sabido que a él estos asuntos le atraen desde mucho antes de que fueran tendencia en las pasarelas. Viene incluso de esos años cuando aún no decidía dejar de lado su amor por el cine y la literatura para hacerse cargo del taller de sastrería de su padre y generar el imperio -con más de 500 tiendas repartidas por el mundo- que hoy lleva su nombre.

"El cuidado del medioambiente me apasiona desde los años 70, cuando estudiaba en la Universidad de Vincennes. Había un grupo mínimo de ecologistas pero su mensaje me llegó de inmediato", cuenta después de haber practicado yoga a las 5 de la mañana en un jardín rodeado de bambús y confesar que es vegetariano porque, según él, "un carnívoro contamina más que alguien conduciendo un auto, ya que las vacas emiten metano, que es 20 veces más agresivo que el CO2".

Ufff. Está claro que este diseñador sabe de datos duros y que hablar de ecología con él no es una experiencia superficial. Mientras contesta nuestras preguntas, envía por mail un documento llamado The Climate Project Manifiesto (Manifiesto de Proyecto Climático), donde plantea y desarrolla tres ideas centrales sobre moda y ecología: 1. No somos los dueños de la Tierra, somos sus hijos. 2. El poliéster es más sostenible que el algodón. Y 3: Cuando no queden animales en libertad, algo de nosotros morirá con ellos.

Lo del poliéster y el algodón me llama la atención. Le comento entonces que muchas marcas de moda marketean el uso de fibras naturales (entre ellas, el algodón) como una opción ecológica, pese a que las últimas evidencias demuestran que esto es un error.

"Es cierto. Al contrario de lo que creíamos hasta hace poco, hay materiales sintéticos que pueden ser más sostenibles que algunos de los naturales", acota. "El algodón consume cada año casi el 30 por ciento de los insecticidas del planeta porque es un cultivo de tierras calientes. Además, necesita mucha agua. El poliéster, en cambio, no es un enemigo sino un uso muy noble de hidrocarburos: es 100 por ciento reciclable y obliga a consumir menos energía durante su ciclo de vida porque no se plancha".

-¿Existe la tela perfecta, ecológicamente hablando?

-Una de las calidades que más me gusta es la mezcla de poliéster con rayón. El rayón, el tencel y la viscosa son fibras sintéticas derivadas de la celulosa, que está en los árboles. Ellos necesitan menos pesticidas y además no emiten CO2. Al contrario, lo absorben, justamente lo que se necesita para combatir el calentamiento global. Antes de convertirse en una materia prima textil, los árboles pasan años emitiendo oxígeno. Por eso, comprar ropa elaborada con fibras sintéticas derivadas de la celulosa es la solución para las personas que están interesadas en la moda ecológica pero aún creen que es un lujo.

-¿Y entre los tejidos?
-La alpaca. Es más sostenible que otras lanas porque estos animales viven en lugares muy altos, donde ya no crecen los árboles. Las ovejas, en cambio, exigen grandes espacios para que pasten, lo que obliga a cortar árboles.

Sus palabras dan para pensar que su propuesta en moda está llena de referencias andinas o incluso folclóricas. Pero no. Su estilo urbano, funcional y casual se expresa siempre en prendas dotadas de una elegancia clásica y atemporal, con detalles que la hacen actual y novedosa. Como diseñador, se enfoca hacia lo bello, independientemente de las tendencias en boga. "Me gustan la armonía y el equilibrio, no el grito y menos aun el chillido", explica.

La última colección que presentó en febrero pasado, en la versión otoño-invierno 2010 de Pasarela Cibeles, Madrid, se inspira en la futurista estética de la película de ciencia ficción Gattaca (1997, Andrew Niccol). La idea fue de su hija Tiziana Domínguez, quien se integró al equipo de diseño de su padre después de estudiar economía. "Yo relevé a mis padres y espero que mis hijas me releven a mí. No es fácil, pocas empresas sobreviven a los cambios generacionales. Pero Tiziana es una artista, pinta fenomenal. Le va a dar a la marca su propia personalidad. Va a ser mejor que yo de largo", cuenta con orgullo.

En esta colección reinan los trajes de chaqueta y falda y los abrigos oversize, en colores sobrios como el azul, el gris, el verde oscuro y el plomo con dejos azules. La seda se combina con texturas como el crepé y la alpaca para un efecto envolvente y luminoso. Hay prendas con cortes ergonométricos y harto brillo. Además, abundan las pieles. Sintéticas, suponemos.

-Usted ha dicho que no está en contra del uso de la piel, sino de su sobreuso. ¿Dónde está el límite?
-No hago prendas de piel desde hace ya muchos años y convencí a mis clientes de comprar ecopiel o piel sintética. En bolsos y carteras sí uso cuero porque es inevitable, pero siempre tengo una colección sintética extensa y bellísima. Empecé vendiendo pocos productos de esa línea; ahora me compran muchísimos. Y me niego a utilizar cocodrilo o reptil. Es mucho mejor una piel de vaca grabada con una textura que emule   la de un cocodrilo.

-Una opción mucho más económica.
-No es sólo un tema de precio sino de vida, como la peatonización de la ciudad o el uso de la bicicleta. Lo mismo que el fast fashion, la cultura de la ropa para usar y tirar, a la que no me sumo porque me gusta que mis prendas duren y que el diseño también sea perenne. El punto es que aunque las personas puedan pagar, la Tierra ya no puede dar más. Hace 150 años éramos mil millones y hoy somos más de siete mil millones de personas que lo derrochamos todo. La cultura actual tiene que hacer un pacto ético con la Tierra. Sin él, la transformaremos en un desierto.

Perfumes eco
En el área de los perfumes, especialmente en sus líneas masculinas, es donde Domínguez ha demostrado de manera más explícita su amor por la naturaleza. En 1993 lanzó Agua Fresca, fragancia habitada por los olores del bosque. Después vino Vetiver, que se inspiró en las tierras húmedas del sudeste asiático, y Agua de Sándalo, con notas maderosas. Ahora llega Bambú, una fragancia que define como "amaderada, verde y semioriental". Su formulación incluye una secreta molécula de savia de bambú que logró ser aislada por investigadores japoneses. "Tengo bambús en mi casa, y no sabes cómo huele la tierra después de la lluvia", cuenta.

La campaña publicitaria de este perfume se desarrolla en el bosque de Anji, en China. Una gota cae en la mano de un hombre, quien la encierra y la lanza con fuerza hacia las cañas de bambú. De alguna manera, Domínguez trata de comunicar que hoy lo natural es escaso y, por lo tanto, es un lujo. Y alude a una nueva masculinidad, calmada pero poderosa.

-¿Estamos ante un concepto de glamour y elegancia más cercano a la naturaleza que a lo urbano?
-Hay un retorno a la naturaleza, sin duda. El reto es hacer ciudades que estén más en contacto con la tierra, para ver el paso de las nubes y sentir cómo estalla la primavera o nos aplasta el invierno. Tenemos que volver a sentirnos parte de la vida que late por debajo de los adoquines.

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