Histórico

El silencio del Gran Circo Teatro

Dirigida por Rosa Ramirez, la compañía lleva 6 años en el barrio República, donde sortea días difíciles y donde montaron su última obra, El cerco de Lenningrado.

Se cortó la luz en el Teatro del Fantasma, las escaleras están mohosas y las tablas carcomidas por termitas. El lugar ya no es casa para el arte sino el albergue desvencijado de su dueña, Priscila (María Elena Ovalle), y Natalia (Rosa Ramirez), actriz. Dos mujeres de edad que compartieron al mismo hombre, Néstor Composo, director y primer actor, quien desapareció décadas atrás. Recordando sus años dorados, inician la búsqueda del texto El cerco de Lenningrado, último montaje que Néstor ensayó. Ahora, al borde de perder su amado teatro, las amigas defienden férreamente la sala mientras rastrean el libreto que nunca alcanzó a estrenarse.

El cerco de Lenningrado (1994), del español José Sanchis Sinisterra, fue el último estreno de la compañía Gran Circo Teatro. Durante cuatro fines de semana, hasta el domingo pasado, la sala del anfiteatro, montado al costado de una casona de República 301, fue sede de la presentación que bien podría ser una alegoría de las condiciones actuales de la compañía.

“Siempre está el temor al cansancio, que llegue un momento y se nos acabe el recurso e indudablemente el espíritu se merma, pero hay que luchar con dientes y muelas”, dice Alejandro Gutiérrez, miembro actual de la compañía, y quien toma a las protagonistas de El cerco de Lenningrado como un ejemplo a seguir.

Después de la muerte del fundador y ex director, Andrés Pérez Araya, en enero del 2002, Rosa Ramírez tomó las riendas del colectivo escénico. “Lo lógico es que todos hubiéramos sucumbido y nos fuéramos calabaza calabaza, pero la respuesta del equipo fue volvamos a hacer La huida”, comenta.

En 2008, el Ministerio de Bienes Nacionales le cedió al Gran Circo Teatro la antigua casa en barrio República. “La recibimos sin puertas, sin baños, sólo piso de madera y mucho polvo”, agrega Ramírez. Ha sido difícil mantener el lugar: el tercer y último piso fue desmantelado por completo años atrás, y el segundo está en proceso de reparaciones. Sólo el primer piso es habitable y aún tiene hoyos en techos y paredes.

El Gran Circo Teatro se fue disgregando con los años, reflejándose en la cantidad de miembros: “Hoy somos ocho, pero cuando montamos La negra llegamos a ser 30”, agrega la protagonista de La Negra Ester.

Hay quienes opinan que la pérdida de Pérez marcó la transición de una compañía a otra con el mismo nombre; al menos eso piensa Ramón Griffero:“Hay dos Gran Circo Teatro, uno que existe con la estética que desarrolla y funda Andrés, y otro cuando fallece, y que corresponde a  Rosa Ramirez, a su gestión artística. Pueden seguir el espíritu de su creador, pero él ya no es quien crea”.

Si bien quien lidera actualmente es Rosa Ramírez, ella argumenta que es una compañía libre: quien quiera dirigir puede hacerlo, siempre y cuando tenga una propuesta interesante. Como fue el caso de Sirenas y rameras (2004): una conocida de Andrés Pérez Araya se acercó para cederles el texto de su obra, después de eso no han sabido más de ella.

El colectivo se las ha ingeniado para no desaparecer. Según Rosa Ramírez, ya no se molestan en postular a fondos del Consejo de la Cultura, cansados de respuestas negativas. Lo que les juega en contra también es la invisibilidad que atraviesan. Según  la actriz, esto le ocurre a “todos los movimientos, grupos y personas que sean hostigosas con el modelo neoliberal”. Agrega: “Eso les molesta y mientras menos nos puedan ayudar, va a ser así. Cuando dejemos de exisir no se va a mover ningún pelo en el mundo ni en Chile”.

Willy Semler, quien participó en La Negra Ester original, piensa que  la compañía de hoy es muy diferente de la que él fue parte. “Es poco lo que sé de ese grupo, de hecho su campo mediático parece ser muy acotado. Entiendo que siguen haciendo vitaliciamente la misma obra como fotocopias del montaje original”, dice el actor.

Para la compañía, LaNegra Ester es un una obra que seguirán haciendo mientras lo crean necesario o hasta cuando el público no lo pida más.  De hecho, ya hay una función agendada para la primera quincena de enero en la Municipalidad de Peñalolen.

Para autosustentarse, el Gran Circo funciona con talleres de tela, danza latinoamericana, acrosport y hasta un tiempo atrás impartían circo para niños. También promueven salidas a terrenos periféricos de Santiago para acercar el teatro a los más pequeños. Al igual que en el pasado, el dinero que ingresa se destina para cubrir gastos de producción y lo que queda para restaurar su casa.

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