Antes de transformarse en un imperio de negocios y en el paradigma de la industria de la entretención, la compañía que fundó Walt Disney evocaba otras ideas: la inocencia, la fantasía, la imaginación. En sus clásicas películas nos mostró lugares llenos de magia, tierras de ensueño y mundos de cuento de hada, para beneficio de niños, pero también de adultos. Si había un refugio para el espíritu cansado de las crueldades del mundo real, ése era Disney.
La idea, no la empresa, porque Disney Inc. está tan ocupada despidiendo gente como el resto de los gigantes corporativos de EEUU. La crisis económica mundial, que ha hecho temblar a colosos como la General Motors y Citibank, no dejará que la casa de Mickey Mouse y compañía salga ilesa del desastre. Si las cosas pasan a peor, ¿cuál sería el futuro laboral del Pato Donald, a quien nadie le entiende una palabra? ¿Y los enanos de Blancanieves, negociarán colectivamente? Si echan primero a los villanos, ¿se quejará la madastra de la Cenicienta por discriminación? ¿Con qué criterios, en suma, se repartirán los sobre azules?
Sea cual sea, los ejecutivos de Disney tienen planes de contingencia y operan al más alto nivel. Tan alto como, digamos, la Casa Blanca, y por eso están en conversaciones con las hijas del Presidente Obama para invitarlas al show de Hannah Montana, la nueva franquicia imbatible de la empresa. ¿Plan de rescate a la vista? El lema: "salvemos a Bambi". (MOJ)