"¿Qué estás silbando, hueón?"

Quería escribir de fútbol, de la victoria, del nivel de Paredes, del juego de Chile, del récord de Sánchez, pero la rabia que tengo con el grupo de hinchas a los que se les destiñó su camiseta me cambian la dirección de las letras. Todo comenzó como un murmullo y terminó en una pifiadera. Inentendible. Minuto 27 del segundo tiempo y varios necios silbaron a la selección. El marcador mostraba un 3 a 1 a nuestro favor, en plena zona de clasificación y algunos le dieron vuelta la espalda a su roja querida. Si no es por el evidente enojo de Claudio Bravo, la reacción hubiera sido masiva. Aún no lo asimilo.
Es un espectáculo público donde el asistente tiene todo el derecho de manifestar su adherencia o rechazo por lo que ve. Sin embargo, acá no tienen defensa. Me es imposible hacer el ejercicio de empatizar con simplistas que condenan a un grupo que te ha dado tanto. Dos copas, dos mundiales seguidos, hoy en el pelotón que va a Rusia y más encima con un resultado a favor. Palos injustos e inmerecidos. Pareciera que a algunos no les satisface nada y que creen que todos los partidos hay que ganarlos 6 a 0.
Cuando juega la selección se nota que va una congregación atípica, algunos que no entienden ni siquiera de qué se trata este juego. Cuando Arturo Vidal falló las opciones que tuvo para convertir, explotó el cuchicheo nocivo. En vez de apoyar al que nos salvó con Perú, muchos lo recriminaron.
Yo también me ilusioné con una goleada histórica como la del 97, en la misma cancha, con el mismo rival y ahora con Dudamel como técnico. La narración establece que se fallaron ocho ocasiones claras y eso irracionalmente se transformó en un motivo mayúsculo para abuchear a tu equipo. Me encanta la exigencia y a este grupo siempre se le puede conminar a más. Entiendo que hubo pozos en el partido, que se perdió el balón en el medio y que el oponente se arregló para hacer tiritar a nuestra defensa, situaciones corrientes en el fútbol. Pero no por esas pequeñas grietas, el despiadado tenía que abrir el megáfono para despotricar tanta cólera. Dar un pase atrás y perder un par de goles no es una ofensa a la patria.
Para que entendamos las prioridades, ante Venezuela lo primero era ganar, ése era el único objetivo. Sumar tres puntos y entrar en el cuarteto privilegiado. Luego, plasmar brillantez en el juego; faceta que se logró con creces. Lo último era optar por una goleada y así tener mejor diferencia de goles: se intentó, se moreteó el arco rival, pero no se pudo noquear. ¿Por no registrar seis goles hay que recriminar? ¿Por dar un pase a un central hay que molestarse? No hay motivos.
No puedo dar pasos ni guías para la conducta de cada uno en el estadio. La reacción en el fútbol es instantánea y a veces indescifrable. Acá los que lo hicieron se equivocaron. Y aún me pregunto, como Bravo: "¿Qué estás silbando, hueón"?.
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