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Federico Lombardi: "Hubo fallas de seguridad, pero todo fue compensado con el afecto en las calles"

Para el jefe de prensa de la Santa Sede, el balance de la visita es positivo. La única mancha fue la lluvia, señaló.

Al final de la misa que el Papa Francisco celebró ayer en la Catedral de San Sebastián, de Río de Janeiro, con obispos, sacerdotes y seminaristas, el portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, conversó con La Tercera. Este es su análisis de la visita del Pontífice a Brasil.

¿Qué balance puede de trazar de esta Jornada Mundial de la Juventud?

Optimo, diría. La única mancha fue la lluvia. El Papa lanzó fuerte y claro su mensaje. En los discursos y, sobre todo, en los elementos que se añadieron al margen de la programación de la Jornada, como por ejemplo, la visita al hospital, a la comunidad de Varginha o al encuentro con los ocho jóvenes presos. Todos estos elementos hablan solos. Y lanzan un mensaje de solidaridad, de compromiso con los últimos. El sentido de esta Jornada está todo en su lema: salgan, abran los brazos al mundo. Es una expresión práctica del mensaje de Aparecida.

Además de la lluvia, también hubo algún problema con la seguridad del Pontífice el primer día y un poco de desorganización...

Río es una ciudad difícil de gestionar. Hubo algún fallo, pero todo fue compensado por el gran cariño y afecto expresados en las calles y en cualquier sitio hacia el Papa. La participación fue una de las cosas más bonitas, esta multitud enorme de jóvenes que le aclaman conmovió a Francisco.

¿Cuáles cree que fueron los momentos que más le emocionaron?

Es difícil escoger. Pero cuando yo lo noté realmente conmovido fue en la pequeña y modesta iglesia de Varginha, mientras consagraba el altar. Se le veía en los ojos que estaba muy afectado. Lo mismo puedo decir, porque estaba allí, muy cerca de él, de la reunión con los presos menores de edad. Es una costumbre del Papa encontrarse con los reclusos: lo hacía en Buenos Aires e incluso ahora, desde Roma, cada dos semanas llama a una comunidad de detenidos en su ciudad. También al principio de su Pontificado decidió celebrar el Jueves Santo en un instituto penitenciario.

Fue uno de los pocos encuentros que no se pudieron seguir en directo. ¿Qué les dijo?

No pronunció un discurso. Solo habló uno por uno, conforme se le iban acercando, y lo escuché pronunciar palabras de ánimo, como: "Mira al futuro" o "Nunca más violencia, sólo amor". Y les recomendó que rezaran por él.

Usted dijo que el balance de una Jornada se averigua en los meses. ¿Qué quería decir?

Que la JMJ es el momento más intenso y profundo -porque es el encuentro con el Papa- de un camino amplio. Los jóvenes reflexionan y se preparan en las parroquias semanas antes de salir para su peregrinaje. Y se van con un legado que luego tienen que poner en práctica; para ellos, el trabajo empieza ahora.

¿Y qué se lleva usted de esta Jornada?

¿Además de mucho cansancio?... Me llevo un estímulo continuo a anunciar el Evangelio a todo el mundo; me llevo un sentido de misión, que está en perfecta sintonía con el espíritu de este pontificado. De un proyecto de Iglesia que se preocupa de todos, no deja a nadie atrás.

¿Qué otros conceptos clave destacaría?

Creo que el Papa sabe inventar muy bien locuciones expresivas y eficaces. Me encantaron algunas que utilizó, como "humildad social" y "cultura del encuentro". La idea siempre es la misma: diálogo, diálogo, diálogo. Con todos. Los que no creen, los de otras religiones, con el Estado, con las periferias.

¿Es un cambio respecto de lo que sucedía antes en la Iglesia?

No. Francisco encuentra una formulación muy clara, pero está en continuidad con Benedicto XVI. Baste con recordar que el documento de Aparecida nació mientras el Papa era Benedicto XVI.


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