Histórico

Javier Arrey, un barítono valdiviano en Washington

El cantante lírico chileno de mayor proyección internacional se presenta el miércoles en el Teatro Municipal, con música de Mahler.

Los villanos siempre tienen la mejor parte. El barítono Javier Arrey se mueve en  el melodramático mundo de los libretos de ópera haciéndole honor a aquel lema. Tal vez no le queda otra salida. En el universo de la lírica, donde las voces y los roles están claramente estructurados, sin muchas posibilidades de escape, el tenor suele ser héroe, la soprano una princesa, la mezzosoprano una bruja y los barítonos y bajos son mayoritariamente villanos,  gigantes o el Demonio en persona.

Dueño de una tessitura bastante rara entre los cantantes chilenos, donde la cuerda de tenor suele dominar, Javier Arrey se hizo conocido justamente en uno de los más complejos roles operáticos para barítono. En junio del año 2013 hizo de Iago en la ópera Otelo de Verdi, bajo la dirección del desaparecido maestro Lorin Maazel (1930-2014), en el Festival de Castleton, en Estados Unidos.

"Creo que los personajes oscuros y sombríos de los barítonos, que tienen un tono más bajo que los tenores,  son fascinantes. Iago es el gran ejemplo. No es un malo de caricatura. Por el contrario, debe parecer muy normal durante toda la ópera y sólo hacia el final revela su verdadero espíritu nefasto", explica el cantante, que acaba de llegar al país. Miembro del elenco estable de la Opera de Washington, Arrey está en Chile para cantar la próxima semana las Canciones de un compañero de viaje, de Mahler, dirigido por el maestro Max Valdés en el Teatro Municipal. En junio otra vez se presentará en el recinto, pero esa vez bajo la piel del personaje de Sharpless en la ópera Madama Butterfly, de Giacomo Puccini.

A los 33 años, el valdiviano Javier Arrey es probablemente el cantante lírico masculino chileno con mayor proyección internacional. Ganador en el 2011 del premio CulturArte en el concurso de canto Operalia, Arrey ha crecido en su vida artística bajo el tutelaje de tres padrinos. El primero fue, en sus años santiaguinos de estudio de canto, el maestro Hans Stein en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. El segundo fue Plácido Domingo, creador de Operalia y quien lo seleccionó para integrar la Opera de Washington. El tercero, y tal vez el definitivo, fue Lorin Maazel, el gran director de orquesta estadounidense que le dio un nuevo aire a su carrera desde el año 2013 y otra vez en el 2014, poco antes de morir.

A medida que la vida artística de Maazel se apagaba, ya pasados los 80 años, la de Arrey ingresaba a una fase capital, enfrentando papeles de envergadura bajo su dirección. "El maestro estuvo hasta el final con nosotros en los ensayos. Había perdido fuerza física por la pulmonía, pero mentalmente seguía brillante. Dirigió el último ensayo de Don Giovanni desde su cama, en su casa, mediante un circuito cerrado. Tres días después se fue al hospital y murió", dice  Arrey acerca del ex titular de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, que lo supervisó el año pasado en el rol central de la ópera de Mozart.

"Tuve el privilegio de estar con él mucho tiempo. Las óperas Otello y Don Giovanni eran parte del Festival de Castleton, en el estado de Virginia, donde también estaba su  finca. Es decir, él vivía ahí. No era sólo un director que venía unas cuantas horas para los ensayos. Un tipo extraordinario, de memoria prodigiosa, capaz de dirigir todo sin partitura. Teníamos muchos planes y preparábamos La fanciulla del West, de Puccini", cuenta el barítono.

Nacido y criado en Valdivia, Arrey dice que le debe la vocación musical a su fe. "Yo conocí la música cuando a los 7 años fui por primera vez a un templo cristiano, en el sur. El canto es también una forma de expresar mi gratitud y devoción a Dios. Mi profesión no es un trabajo más, sino que implica una devoción cristiana", explica el cantante, quien profesa la religión evangélica de las Asambleas de Dios. "Es decir, tan fundamentales como mi profesor de canto Hans Stein son mis pastores Leonardo Montes en Santiago y José Ferrada en el sur", cuenta.

Hombre creyente también en la importancia de los mentores,  Arrey se reencontrará la próxima semana con Max Valdés, quien lo dirigió por primera vez en una obra importante en el año 2004 en Chile. "Fue en El  Mesías de Haendel en el mismo Teatro Municipal. Una experiencia maravillosa: tiene la rara cualidad de ser muy cercano a los cantantes. Sabe escuchar sus opiniones con el objetivo de que la interpretación sea lo más fluida posible", dice. Ahora, casi una década después, el barítono otra vez será acompañado por el director chileno en el repertorio de Mahler. "En un ciclo de canciones uno está mucho más expuesto frente al público que en la ópera, donde hay otros elementos. Es más difícil, en cierto sentido; son canciones de juventud de Mahler, un compositor bastante dramático, y deben tener algo de ingenuidad. Y, claro, lograr ese aire infantil y naif es bastante difícil".

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