Milagros Abalo, poeta chilena: "Para mí el amor y la poesía tienen que ver con ponerse en el lugar del otro"
La escritora y editora publica Esto es (Hueders), su segundo libro de poemas, donde aborda asuntos íntimos como hechos de resonancia pública.
Producto de una decisión. Así describe Milagros Abalo (1982) su llegada a la poesía. Una decisión gatillada, eso sí, por la intuición de que al escribir poesía “podría sacar ciertas cosas”, y también por algunas lecturas, personas y encuentros determinantes.
Nacida en Santiago, estudió literatura y ha trabajado desde hace una década como editora free-lance en Ediciones Bordura, Plagio y Ediciones UDP, donde además ha escrito los textos introductorios de libros de Rodrigo Lira e Idea Vilariño. En 2012 publicó La normalidad de una familia, su primer libro, el que tuvo una acogida favorable. “Hay una polémica en el mundillo intelectual sobre la calidad de la poesía joven chilena, pero mejor olvidarse de esta discusión y leer a Milagros Abalo”, dijo por entonces el crítico Marcelo Soto.
Cuatro años después, Milagros Abalo entrega Esto es, su nuevo libro, publicado por Hueders, en el que conviven acontecimientos tanto íntimos como públicos, del pasado y del Chile actual, así como formas breves, prosas y varias voces, que culminan con Canción de mar, un extenso poema de casi 10 páginas, donde asoma “la inmensidad de un mar que no habíamos visto nunca antes”, como sostiene Raúl Zurita en la contraportada.
“No hay temas que me atraigan más que otros”, sostiene al ser consultada por la diferencia con su primer libro. Lo que le interesa, dice, “es más bien la conexión que en determinado momento puedo tener con una u otra experiencia. Puedo estar pensando en la cesantía, en lo que sucede anímicamente ahí, y en eso pueden aparecer los pájaros o el viento”.
Lo anterior se manifiesta en poemas como La música del desinterés. Costanera Center, donde aparecen versos que encaran la frivolidad contemporánea: “…un plural de voces y otra vez el silencio/o la música del desinterés adentro sonando/a dos pasos de la muerte escrita con palabras/de amor una vez a la luz de su cuarto”. Varios de sus poemas interpelan al lector de este modo. Sucede también con Zamudio et al, en el cual la voz lírica confronta y enjuicia: “Cuatro hombres ahora dando lástima/y entonces cebados como perros/ a piedras el ruido rebotando/lo arrastraron y mearon su agonía…”.
¿De dónde surge la necesidad de escribir estos poemas?
Son cosas que están pasando y que me afectan. Nos podrían pasar a todos. Hay ahí una experiencia de lo humano, en estos casos muy triste, y más triste todavía es ver que pasan y así como pasan se van, dejan de importarnos. Escribir ese tipo de poemas es un modo de soplar en la oreja del lector.
Hay en su libro versos como “sin decirle nada lo habría besado”, en un poema sobre un hombre que llora en público. ¿Qué lugar tiene el amor en su escritura?
Tiene una posición absoluta, está en la raíz de todo, y no solo el amor entendido como el sentimiento que uno tiene hacia los que conoce y quiere, sino también como un encuentro con los que no conoce. La escritura de poesía como un encuentro con el otro. Por ejemplo, con esa mujer negra vestida de fosforescente a la que aún le gritan con racismo en Providencia mientras barre las calles, o con ese que de tan deprimido no se levanta de la cama. Para mí el amor y la poesía tienen que ver con ponerse en el lugar del otro. Y el amor también está en el tratamiento que se le da a ciertas imágenes.
¿Qué poetas han influido respecto a este tema en su trabajo?
Muchos, desde Sófocles y Anna Ajmátova, hasta Pasolini. Poetas norteamericanas como Anne Carson, Sylvia Plath, Elizabeth Bishop y Anne Sexton, pasando también por las obras de poetas chilenos como Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Raúl Zurita y Germán Carrasco, pero también de latinoamericanos, entre los que destaco a Sor Juana Inés de la Cruz y Héctor Viel Temperley.
Sobre lo dicho por Manuel Silva Acevedo en este diario sobre la peligrosa proyección de Nicanor Parra en la poesía joven, ¿cuál es su opinión al respecto?
Habría que preguntarle a qué jóvenes se refiere. Como sea, Nicanor Parra no tiene por qué cargar con las lecturas elementales que de su obra se hayan hecho o se pudieran hacer. Fuera de la suya propia, que es inmensa, él ya propició otras obras muy importantes, como la de Enrique Lihn. Eso basta.
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