¿Obra maestra o fraude? La Bella Principessa de Da Vinci en tela de juicio
Un célebre falsificador dice ser autor del retrato atribuido en 2011 al pintor de La Mona Lisa. En entrevista con La Tercera, el experto Martin Kemp defiende la originalidad del cuadro.
Para la historia del arte ha sido uno de los hallazgos más notables de los últimos años. En 2011, el británico Martin Kemp (1942) publicó una investigación donde reveló al mundo la aparición de un nuevo Da Vinci: era el retrato de perfil de una joven mujer, realizado sobre papel vitela (pergamino antiguo) con tiza de colores y tinta que él mismo bautizó como La Bella Principessa. No se trataba de un investigador cualquiera. Kemp, profesor emérito de la Universidad de Oxford, es considerado uno de los mayores expertos en la obra de Leonardo Da Vinci, y para este estudio en particular contaba con el respaldo de Pascal Cotte, científico francés y fundador de la compañia Lumiere Technology Paris, quien determinó, tras usar tecnología digital y carbono 14, que la obra habría sido realizada en 1495, época en que el artista italiano trabajaba bajo las órdenes del mecenas y duque de Milán, Ludovico Sforza. De ahí que la teoría de Kemp es que la retratada sería nada menos que su hija Bianca Sforza a la edad de 13 años, quien moriría trágicamente pocos meses después de su matrimonio.
La noticia del hallazgo dio la vuelta al mundo y desató más de alguna polémica, no sólo entre los expertos en la obra de Da Vinci (varios no compartían la teoría de Kemp), sino también porque hasta ese momento el cuadro había circulado en el mercado del arte como una pieza alemana del siglo XIX, subastada por Christie’s en 2007 en US$ 21 mil. La pieza, de hecho, ya estaba documentada en 1955 como propiedad de Giannino Marchig, un restaurador de arte, y su esposa Jeanne Marchig, quien decidió venderla tras la muerte de su marido. Al enterarse de la nueva atribución a Da Vinci, la mujer demandó a la casa de subastas por incumplimiento del deber fiduciario, negligencia y otros daños, pero el tribunal la desestimó.
Mientras tanto, la teoría de Kemp siguió tomando fuerza cuando en 2011, junto a Pascal Cotte, afirmaron que el dibujo había sido una vez parte de un antiguo libro sobre la familia Sforza, ejemplar que está en la Biblioteca Nacional de Polonia en Varsovia, y que según los investigadores carece de una página, la que coincidiría en dimensiones y en material con el dibujo de Da Vinci. La versión sumó adeptos, entre ellos Carlo Pedretti, historiador del arte y experto en Da Vinci de la Universidad de Los Angeles, California; Nicholas Turner, ex curador del Museo Británico y del Museo Paul Getty, y Alessandro Vezzosi, director del Museo Ideale Leonardo Da Vinci, en Italia.
Claro que la perfecta historia del Da Vinci fue amenazada por la dudas. Esta semana el conocido falsificador británico Shaun Greenalgh, quien en 2007 fue sentenciado a cuatro años y ocho meses por otras falsificaciones de Paul Gauguin, Otto Dix y antiguas esculturas romanas, aseguró al diario Sunday Times que era él el verdadero autor de la obra, la que habría realizado en 1978, reutilizando el pergamino de un título de propiedad de 1587 y pigmentos antiguos. La musa: Sally, su vieja compañera de trabajo en un supermercado en Bolton, Inglaterra.
La supuesta revelación forma parte de su reciente libro, Historia de un falsificador que acaba de llegar a librerías británicas.
Sombras sobre Da Vinci
Consultado por La Tercera, el profesor Martin Kemp refuta los dichos del falsificador británico. “Su afirmación es hilarante por decir lo menos. El está promoviendo eficazmente su próximo libro, pero hay muchas razones por las que esa historia es ridícula. Me atrevo a decirlo porque tengo evidencia documental, contextual, científica y estilística de que es de Leonardo Da Vinci”, señala el británico.
Entre sus razones está la datación de plomo isótopo que determinó que la obra tenía una antigüedad mínima de 250 años; además, la técnica de impresión de la piel de la retratada, como revelaría el análisis multiespectral de Cotte, se desconocía antes de la década del 80. Por último, Martin Kemp se pregunta: “Si alguien está imitando un Leonardo ¿Por qué no promoverlo como tal? Entre 1978 y 2007 no hubo nadie que sugiriera que esta obra era de Leonardo”.
Sin embargo, los dichos de Shaun Greenalgh han logrado remover las dudas que ya existían sobre la atribución de la obra. Jonathan Jones, columnista del diario The Guardian, es incrédulo sobre ambas versiones: dice que si bien la obra podría ser 250 años más antigua que la mano de Greenhalgh, también podría ser 250 años más nueva que la de Da Vinci. Sugiere que La Bella Principessa bien podría tratarse de una obra falsificada, pero en 1650, por ejemplo. “Leonardo ya era muy famoso entonces y sus obras ya tenían una gran demanda, esa es la época en que la familia real británica compró sus grandes dibujos. En esos años habían muy pocas formas de autentificación. Sin ir más lejos, la pintura Cabeza de Medusa, que está en la galería Uffizi, fue confundida con un Leonardo hasta los tiempos modernos”, sostiene Jones. La teoría es interesante.
Los cuestionamientos a la versión de Kemp son anteriores a la aparición de Greenalgh en escena.
Otro erudito en Da Vinci, Pietro Marani, ya había aludido a que, por ejemplo, el pintor no usó papel vital en ninguno de sus cuatro mil dibujos sobrevivientes. Además, entre las pruebas de Kemp está que el trazo de la obra la realizó un zurdo, como lo era Da Vinci; sin embargo, Marani descuenta el dato y argumenta que los imitadores del artista ya habían emulado esa característica desde antes.
A eso se suma, por ejemplo, que la obra no fue solicitada para la exposición 2011 de la National Gallery en Londres, sobre el periodo de Da Vinci en Milán. Mientras otras autoridades como Klaus Albrecht Scroder, director del Museo Albertina en Viena, aseguró que “nadie está convencido de que sea un Leonardo”. Claro que Kemp no fue el primero en atribuir esta obra a Da Vinci, sino la experta italiana Cristina Geddo, de la Universidad de Genova, quien ha estudiado en profundidad el estilo del pintor y sus materiales y sostuvo que el retrato coincide con las primeras obras en pastel de Da Vinci, técnica de la que fue pionero en Italia.
Aunque la teoría de Kemp parece estar más debilitada ahora, para el historiador, quien lleva más de 30 años de carrera estudiando al autor de La Mona Lisa, con varios libros y exposiciones sobre el italiano, este es sólo un bache en el camino. Su receta es tomarlo con humor: “El lado positivo de todo esto es que me proporciona otra historia pintoresca para el libro que estoy escribiendo llamado Living with Leonardo, que será publicado próximamente por la editorial Thames and Hudson. ¡Haha!”, ríe el británico.
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