Opinión: El pillaje
Hay antecedentes literarios que entregan pistas para entender el fenómeno.

Como la mayoría de los chilenos, con el terremoto y sus calamidades, he sentido que se detiene el tiempo. Percibo que mi experiencia se funde con los relatos de los demás en el transcurso de la conversación, según las noticias que leo y, sobre todo, ante las impactantes imágenes de pavor que la televisión se ha regocijado en mostrarnos a veces con una desgraciada música de fondo. Más que preguntas y conclusiones, en estos momentos se vive entregado a los acontecimientos, como un integrante más de la masa aterrada. Sabemos que la naturaleza se ha expresado con violencia y que al lado de ella somos nada. Nuestra tranquilidad ha desaparecido y, en ocasiones, reaccionamos con extrañeza ante la manera en que reaccionamos frente al miedo.
Puesto que los terremotos se caracterizan por generar emociones fuertes, concentradas y perturbadoras, sentimos mucho al mismo tiempo: escuchamos un ruido atronador, vemos nuestras inmediaciones envueltas en el caos, olemos el polvo que se levanta y podemos tocar lo que se ha caído. El paisaje se transforma y aparecen las ruinas. El sufrimiento y los lamentos no se hacen esperar, También aparece el coraje de algunos. Era el libreto que hasta ahora conocíamos. Pero esta vez la destrucción trajo consigo lacras sociales que no veíamos desde décadas: el pillaje, el saqueo y la miseria moral que se han presentado con descaro en estos días. No es frecuente que personas de clase media roben en tumulto, que se dejen seducir por las estrategias del lumpen, que lo sigan y piensen que si los otros pueden por qué ellos no.
Pero hay antecedentes literarios del pillaje que dan por lo menos un rastro para comprender este vil fenómeno. Deberíamos considerar el cuento El terremoto en Chile del escritor romántico alemán Heinrich von Kleis. En él se relata un episodio ficticio de 1647. Es una historia basada en lecturas del autor sobre terremotos. En un pasaje hace referencia al saqueo de la ciudad de Santiago. Se detiene en el caso de un "infeliz que había escapado de una casa ardiendo y que fue atrapado por su dueño y ahorcado". Es decir, la rapiña va asociada a los terremotos en Chile desde hace siglos. Otra referencia al pillaje está en las crónicas de Edwards Bello, quien señalaba respecto del terremoto de 1906, que más que el temor al sismo había que temblar ante las bestias humanas que eran los chilenos, capaces de arrasar con lo poco que quedaba.
Las secuencias en que aparecen una y otra vez sujetos en calidad de predadores también recuerdan el primer capítulo de Idola, la novela de Germán Marín. Ahí está la experiencia de un sujeto con resaca, que vive un descomunal terremoto en un hotel de Santiago. Cuando sale a la calle, ve que la ciudad es pasto de bandas de forajidos y rufianes. Cuando se publicó, y hasta hace unos días, el episodio parecía alucinante y apocalíptico. Ahora se puede leer como realismo brutal.
La experiencia reciente nos sobrepasa, sin duda. No podemos explicarnos ni lo que nos está pasando ni las mutaciones que hemos visto en personas antes comunes convertidas en cosa de horas en delincuentes. La rapacería organizada nos tiene consternados. En estas circunstancias confusas algo iluminan ciertas lecturas. Recomiendo Masa y poder, de Elías Canetti, entre otras: "La masa ya no se conforma con condiciones y promesas piadosas, quiere experimentar ella misma el supremo sentimiento de su potencia y pasión animales, y con este fin utiliza una y otra vez cuanto le brindan los actos y exigencias sociales. Es importante dejar en claro ante todo que la masa jamás se siente satisfecha. Mientras le quede alguien por engullir, mostrará su apetito".
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