¿Podrá Johny Depp resucitar al cine del oeste?
La nueva versión del clásico, con Johny Depp, será una prueba de fuego para el género del Lejano Oeste, en franca decadencia. ¿Podrá estar a la altura de los años dorados del género?<br><br>
¿Puede la mina de oro Johnny Depp salvar al género western, ahora que firmó contrato para una nueva versión de "El Llanero Solitario" o será que se acabaron los días de oro de este género?
En mayo del próximo año se estrenará una adaptación cinematográfica de "El Llanero Solitario", protagonizada por Armie Hammer en el papel principal y Johnny Depp como su compañero aborigen, Toro.
Si esta película por fin ve la luz, será un resultado triunfal e inesperado de lo que eufemísticamente se ha descrito como un "largo período de desarrollo".
La idea de hacer una película así fue planteada por primera vez hace diez años por Columbia Pictures y desde entonces el proyecto ha sido aprobado de estudio en estudio, de guionista en guionista y de una estrella a otra, antes de acabar en Walt Disney.
Mientras tanto, el presupuesto se ha disparado a una suma superior a los US$200 millones y hay críticas de que haya sido Johnny Depp y no un nativo americano, el elegido para interpretar a Toro.
Y si esto no es lo suficientemente desalentador, los precedentes de semejante emprendimiento lo son aún más. La última película del Llanero Solitario, hecha hace 30 años, fue un fracaso en términos de crítica y una decepción comercial, lo cual no muy es buen augurio para la nueva cinta.
Qué diferente parece esto a mis días de juventud, cuando El Llanero Solitario era un ícono importante de la cultura popular estadounidense, una cita obligada con la televisión a ambos lados del Atlántico durante las décadas de 1950 y 1960.
Interpretado por Clayton Moore, el enmascarado Llanero Solitario era el último sobreviviente de un grupo de Rangers de Texas (el cuerpo especial de agentes del Departamento de Seguridad Pública), y con su fiel compañero Toro (en inglés Tonto), interpretado por Jay Silverheels, le dedicaba su vida a la búsqueda de la verdad, a la lucha contra la injusticia en el viejo oeste americano y también a la preservación de su identidad secreta.
¡ARRE, PLATA!
El Llanero Solitario siempre tuvo éxito en esos objetivos: cada semana, al final de cada episodio, luego de restaurar el orden, se alejaba de la pantalla al galope de su caballo blanco, al son de la trepidante obertura de Guillermo Tell de Rossini, al grito de "Hi-yo, Silver, away!" ("¡Arre, Plata, adelante!").
Entonces, alguno de los beneficiados por las buenas acciones del Llanero Solitario se preguntaba: "¿quién era ese hombre enmascarado?". Pero nunca había respuesta.
Era tan fuerte la asociación entre la música y la serie, que el periodista británico David Frost una vez dijo que la mejor definición de una persona culta era la de alguien que pudiera escuchar la Obertura de Guillermo Tell (que dura seis horas) sin pensar de inmediato en el Llanero Solitario.
El Llanero Solitario no era la única serie de su tipo en la pantalla chica entre la década de 1950 y principios de la de 1970, ya que esos fueron los años dorados de los westerns en la televisión. Fluían como cataratas de los estudios de Hollywood, en un flujo aparentemente ilimitado, y las cadenas de televisión los compraban con avidez y los repetían sin parar:
* Para los niños pequeños, "Las Aventuras de Champion" y "Roy Rogers".
* Para los que querían mezclar realidad y ficción, "La Vida y Leyenda de Wyatt Earp".
* Para los que gustan de la narrativa que viaja por todo el país, estaban Wagon Train (Caravana) y Rawhide.
* Y para aquellos que prefieren los westerns sobre una familia, allí estaba "Bonanza".
Esta es una pequeña muestra del género, que también incluía a "Cisco Kid", "Cheyenne", "Hopalong Cassidy", "Bronco", "Laramie", "The Range Rider", "El Virginiano", "La Ley del Revólver" y muchas más.
Este exceso de oferta de westerns para la pantalla chica tuvo su réplica en la pantalla grande, inaugurada con la versión del clásico de John Ford "La diligencia", realizado en 1939. Y una vez más, los años 1950 y 1960 fueron una época dorada, que vio la producción de películas como High Noon -conocida como "A la Hora Señalada" (Latinoamérica) y "Solo ante el peligro" (España)- "Los Siete Magníficos" y "La Conquista del Oeste".
Al igual que la proliferación de programas de televisión, al mismo tiempo la mayoría de los westerns de la pantalla grande eran simples cuentos morales: estaban los buenos, del lado de la ley y el orden, unos nuevos caballeros andantes valientes y fuertes que trataban a las mujeres con caballerosidad y cortesía, y luego estaban los malos, de sombrero negro, que podían ser ladrones de ganado, asesinos, o simplemente borrachos y jugadores.
También estaban los indios, como se les decía entonces a los nativos americanos. Se los solía representar como salvajes analfabetos, a los que Occidente debía "ganarles" sacándoles sus tierras y sus medios de subsistencia y matando a tantos como fuera posible.
Algunos de ellos, al igual que Toro, tenían la inteligencia de poder ver hacia dónde soplaba el viento y se unían con el hombre blanco que todo lo conquista.
ANTECEDENTES
Estos vaqueros no aparecieron de la nada. Algunos de ellos, incluido El Llanero Solitario, habían aparecido ya en programas de radio en EE.UU. durante los años 1930 y 1940 y antes del cine sonoro hubo westerns mudos que se remontan a "Asalto y Robo de un Tren", de 1903.
Y hubo muchas otras maneras en las que los westerns aparecían en el imaginario popular a principios del siglo XX. Mucho antes de que Rodgers y Hammerstein escribieran "Oklahoma", Puccini compuso una ópera titulada "La Chica del Vaquero del Oeste", que se estrenó en Nueva York en 1910.
Antes de eso, Theodore Roosevelt, que había organizado una caballería de voluntarios conocida como los Rough Riders para luchar en la Guerra Española-Estadounidense, parecía tener como presidente la esencia misma del vaquero. Mientras que el Circo del Lejano Oeste de Buffalo Bill fue muy popular en ambos lados del Atlántico durante el cambio de siglo.
Sus espectáculos, que muchas veces representaban escenas de vaqueros contra indios, son considerados por muchos como el principio de toda la tradición y la estética del western.
Basándose en estos antecedentes tan remotos, desde 1900 hasta principios de los años 1970, el western tuvo su apogeo.
La era de los vaqueros y las manadas de búfalos, de las caravanas de carretas que cruzan las praderas, de las fiebres del oro y de las guerras contra los indios: todo esto se había terminado hacia finales del siglo XIX y no puede ser coincidencia que en 1893 el historiador Frederick Jackson Turner anunciara que la frontera estadounidense había sido cerrada.
El verdadero Oeste, con su vida dura y al margen la ley, era historia. Con el cierre de la frontera, su transformación de la realidad a la ficción estaba a punto de comenzar.
Así nació el western: en el teatro de la ópera, en la radio y más tarde en la pequeña y la gran pantalla. Florecía en medio del apogeo de la televisión, época en la que tuve la suerte de crecer.
Pero no podía durar, y no duró mucho. En los años 1970, la mayoría de las series western de televisión que yo y mi generación habíamos visto terminaron su producción. Una explicación puede ser simplemente el aburrimiento y el exceso: había demasiados westerns, eran demasiado parecidos y muchos de ellos simplemente no eran muy buenos.
Pero también era que el estado de ánimo estaba cambiando. Eran las décadas turbulentas de la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate, y las certezas fáciles de los westerns parecían el mejor de los casos ingenuas; en el peor, deshonestas.
En la era del movimiento de derechos civiles y en un momento de creciente toma de conciencia racial, la representación de los nativos americanos como subhumanos salvajes o como colaboradores interesados ya no parecía correcta. Y para una nueva generación de feministas, la representación de las mujeres como esposas pasivas o dueñas de burdeles era igualmente ofensiva.
ATRACTIVO
El resultado fue que para los años 1980, la época dorada del Oeste ya había terminado y no es de extrañar que los intentos de revivir al Llanero Solitario en ese momento no lograran levantar vuelo.
Sin embargo, a pesar de que los westerns convencionales parecen ahora políticamente incorrectos y ya no son tan populares, el atractivo del mítico Oeste ha mantenido una fuerza poderosa en la vida política, casi hasta nuestros días.
Ronald Reagan apareció en westerns durante sus años como actor de Hollywood, y como presidente le gustaba ser fotografiado montando a caballo en su rancho de California.
George W. Bush llevaba botas de vaquero a la Casa Blanca y, en el lenguaje de los carteles del Lejano Oeste, tras los atentados del 11 de septiembre dijo que quería a Osama bin Laden "vivo o muerto".
Pero incluso ese estilo presidencial, que se remonta al mundo de Theodore Roosevelt y sus Rough Riders, ahora parece claramente en decadencia.
Sea cual fuere el destino que sufra el actual intento de rehabilitación de El Llanero Solitario, es imposible imaginarse a Barack Obama, o incluso a Mitt Romney, ensillando un caballo y cabalgando hacia la puesta del sol entre los acordes de la Obertura de Guillermo Tell, al grito de "Hi-yo, Silver, away!".
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