Histórico

Por la razón o la fuerza

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">Tras la nueva arremetida contra Lan, al menos se dejó en claro que a Chile le incomoda el trato que recibe en Argentina. Esa es una línea que se debe mantener.</span></font>

SI TODA relación se define por la confianza, el de Chile con Argentina es un vínculo imposible. La historia y la geografía nos unen; la actitud de sus gobernantes nos distancia. Es difícil sostener lazos serios con quien exhibe casi nula empatía y privilegia todo el tiempo sus intereses. Si esto fuera matrimonio, Chile sería el marido perpetuamente desilusionado.

Hoy es Lan, que ve amenazada su presencia en el mercado transandino a raíz de un intento nada disimulado por beneficiar a Aerolíneas Argentinas, cuyo presidente ha solicitado a la Presidenta Cristina Fernández que suprima rutas a la compañía chilena. Aunque él dice que la mandataria no le hizo caso, la evidencia sugiere lo contrario: ya en dos ocasiones Lan ha debido enfrentar medidas arbitrarias de parte de entes controlados por La Cámpora, el grupo liderado por el hijo de la jefa de Estado.

Antes fueron Enap y el Protocolo del Gas. Mientras Chile extradita a un argentino acusado de violaciones a los derechos humanos que buscó refugio en nuestro territorio, Argentina prefirió darle asilo político a quien sería autor intelectual del asesinato de Jaime Guzmán. El año pasado, la Casa Rosada decidió no renovar el acuerdo de doble tributación que existía entre ambos países; hace un par de semanas en Asunción, Cristina Fernández plantó al Presidente Sebastián Piñera, cancelando intempestivamente un encuentro entre ambos.

Es cierto que en muchos casos estas medidas no han ido dirigidas específicamente contra los intereses chilenos. Pero también lo es que han terminado afectándolos, lo que es grave. A estas alturas, nadie espera grandes gestos desde el otro lado de los Andes, sino que, al menos, se respeten las reglas, los contratos y se guarde la cortesía diplomática.

Hasta ahora, Chile ha enfrentado estos continuos desaires como si Argentina fuera un país normal con el que es posible dialogar de manera amistosa. Esto ha significado que, la mayoría de las veces, la Casa Rosada se salga con la suya y La Moneda obtenga algunas concesiones menores. No parece caber duda de que el bajo costo que hacemos pagar por estas transgresiones termina abonando el camino para que la conducta se repita. Se afirma que Chile actúa de esa manera porque teme que Argentina fuerce una definición del tema limítrofe en Campo de Hielo. Habría que ver si la Casa Rosada está dispuesta a gastar esa supuesta bala de plata. Si la usa, incluso podría resultar liberador para nuestro país.

La actitud de Chile debe cambiar. Lan ha mostrado el camino. Tras un manejo recatado en la primera crisis que vivió en mayo, la aerolínea decidió escalar cuando se produjo la segunda la semana pasada: calificó el incidente de "político", reclamó públicamente y pidió la intervención del gobierno chileno. Ya sea por obligación o por convicción, éste se mostró más activo que en otras ocasiones. Y aunque probablemente la resolución final del asunto tenga más que ver con las dinámicas políticas y sindicales internas argentinas, al menos se dejó en claro que a Chile le incomoda el trato que recibe en el país vecino. Esa es una línea que no debe ser abandonada y que, todo lo contrario, debe ser profundizada frente a un socio que no respeta la razón y sólo reacciona cuando se le enfrenta con fuerza.

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