Histórico

Presión inflacionaria y bajo crecimiento en el horizonte

Sin espacio para estímulo fiscal o monetario, con dificultades generadas por la economía internacional, el Gobierno persiste en políticas de desincentivo a la inversión.

HA HABIDO un continuo deterioro en las expectativas de crecimiento,  agravado por  inflación más alta que lo normal. El reciente flujo de indicadores económicos, con un Imacec al mes de julio creciendo 2,7% en doce meses, y una tasa de inflación mensual correspondiente a agosto de 0,7%, sólo confirma el difícil tránsito de nuestra economía.

En lo relativo al crecimiento, ni el mercado ni las autoridades han leído la última cifra de Imacec -que con 2,7% en doce meses fue superior a lo esperado- como anticipo de una nueva tendencia.  Esto -más allá de que las cifras mensuales son volátiles, lo que obliga a mirarlas con cautela- porque tanto las condiciones externas como las políticas domésticas, siguen apuntando en el mismo sentido de dificultades crecientes para el desempeño de la economía.

Por su parte, la inflación de agosto (0,7%) volvió a sorprender al alza, al mostrar un registro superior al del mes anterior (0,4%) y por sobre lo anticipado por el mercado. En términos anuales, la inflación se situó en el 5,0% (4,6% en julio), un punto porcentual por encima del límite superior del rango que contiene la meta inflacionaria. Los precios de bienes no transables internacionalmente  siguen creciendo al mismo ritmo anual (4,9%) que el mes pasado y relativamente en línea con lo observado en 2014, lo que parece ser reflejo de un mercado laboral menos holgado que lo que sugeriría el bajo dinamismo local, posiblemente debido a lo que hasta ahora ha sido creación de empleo asociada a un fuerte crecimiento del gasto público. De esta forma, la más reciente sorpresa inflacionaria parece derivar de la aceleración de la inflación de bienes transables internacionalmente, que registró un aumento importante hasta el 5,1% en agosto, desde el 4,4% registrado en julio, consecuencia del debilitamiento que ha estado sufriendo el peso.  En un contexto de salarios nominales creciendo a ritmo anual superior al 6%, muy por encima de la productividad media del empleo, e impulso inflacionario adicional derivado del ajuste cambiario, la preocupación debe estar por evitar que las expectativas inflacionarias vayan a desanclarse. Así, los últimos registros de inflación no hacen más que validar el diagnóstico más reciente del Banco Central que anticipa utilizar ajustes al alza en las tasas de interés para velar por la credibilidad de su meta de inflación.

Con un ajuste monetario en ciernes, un gasto público que deberá restringir su expansión, y una economía externa deteriorada, es más urgente que el Gobierno revise en profundidad sus propuestas de reformas que afectan el futuro económico del país. Sin embargo, en materia tributaria, el Gobierno no está disponible para revisar la gravosa estructura de tasas que consagró la reforma. Asimismo, en torno a la reforma laboral, las autoridades reducen el debate a tecnicismos secundarios, todos consistentes con consagrar una nueva capacidad de negociar rentas de los trabajadores sustentada en el derecho a paralizar el funcionamiento de las empresas, sin sujeción a criterios de productividad. Si los indicadores recientes no han sido leídos como anticipo de un nuevo escenario de crecimiento es porque lo esencial del escenario actual sigue intocado.

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