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Sandra Ollo: "Publicamos lo que queremos, más allá de criterios comerciales"

La editora del sello español Acantilado habla de sus títulos de calidad, tradición y buen gusto. Estuvo en Chile para la presentación de la última novela de Jorge Edwards, parte de su catálogo.

Desde miles de páginas a delgados cuadernillos, desde autores clásicos a la apuesta por noveles: Chateaubriand, un desconocido Javier Cercas, Joseph Roth o Stefan Zweig son habitantes del edificio que levantó Jaume Vallcorba con su editorial Acantilado. A la muerte inesperada del editor español, en agosto de 2014, su viuda, Sandra Ollo, asumió el mando.

No fue una aparición abrupta. No obstante su juventud (nació en Pamplona en 1977), Ollo es una participante avezada en el mundo editorial. Ya trabajaba desde hacía varios años en Acantilado: ha pasado por labores de edición y gestión, de lo artesanal a lo burocrático, para conocer todos los componentes del oficio de editor, el cual considera un gusto: “conjuga una afición y una necesidad, una búsqueda y un descubrimiento que resulta en un diálogo con el lector”.

Todo indica que ella comparte la mezcla de rigurosidad y delicadeza que caracterizaba a Vallcorba. Quizá comparta alguna de sus obsesiones. Entre los retratos sobre personas importantes en su vida que el arquitecto y escritor Oscar Tusquets reúne en Amables personajes (Acantilado, 2014) aparece su editor, Vallcorba, quien en una estadía en Venecia, un tórrido verano de 2009, parte con su esposa con la excusa de mostrarle a ella las pinturas de la ciudad, pero terminaron viendo libros de tipografía.

¿Fue una decepción?

No, al contrario. Él era un guía delicioso, con quien se cumplía como con nadie aquello de aprender deleitándose. Fue una escapada inolvidable. Las pinturas seguirían allí para verlas en otra ocasión.

Hay algunas señas de identidad de Acantilado: recuperación de clásicos, etc. ¿Continuará así?

Sí. La editorial está muy bien trazada y planeada, y así va a seguir. Dentro de este río puede haber meandros inesperados, pero sin nada asonante, todo dentro de un cauce. Ahora bien, me siento con libertad para explorar nuevos caminos. Los libros tienen un espíritu común que los hace dialogar, y fruto de esa conversación se configura un catálogo.

¿Y no hay una modulación distintiva suya?

No tengo voluntad de lucimiento; no quiero diferenciarme. La labor del editor, su catálogo, es la huella de su crecimiento personal. De manera involuntaria irán quedando las trazas de mi evolución.

Con la novela de Edwards, ¿hay un giro hacia la literatura latinoamericana, terreno poco explorado por la editorial? 

En realidad, no. La última hermana, de Edwards fue un libro que nos gustó, que coincide con el espíritu de la editorial y que casualmente está escrito por un autor latinoamericano. Acantilado tiene una voluntad europeísta, pero no como una cuestión de fronteras, sino de ideas. Así, conviven en ella Montaigne, Hawthorne, Hudson y Séneca.

Dada la concentración editorial, ¿no le han tentado a vender?

No hay intención de vender la editorial. En todo caso, no he recibido oferta alguna, quizá porque se sabe que no está en venta. Seguiremos independientes, lo que nos da libertad. Hacemos lo que queremos; publicamos lo que queremos, más allá de criterios comerciales o de moda. Esto es incompatible con cualquier otra estructura.

¿Hay algún libro próximo en el que tenga especial expectativa?

En todos. Pero, por ejemplo, para conmemorar El Quijote aparecerá un libro de Isabel Soler sobre el período de Cervantes prisionero; es un libro poco ortodoxo porque propone al lector un viaje. En historia, un ensayo sobre el surgimiento del cristianismo, Por el ojo de un aguja, de Peter Brown. En música, una serie de diálogos sobre Mozart del recientemente fallecido Nikolaus Harnoncourt y una gran biografía de Beethoven, escrita por Jan Swafford.

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