Histórico

Ser o no ser Hamlet: la versión con Benedict Cumberbatch que divide a la crítica londinense

Nominado al Oscar por El código enigma, el actor volvió a las tablas como el príncipe shakespereano.

El viento no soplaba en las costas de Yemen en septiembre de 1608. Durante un mes, su ausencia mantuvo al barco británico Dragón Rojo flotando inmóvil sobre las aguas, y la tripulación comenzaba a desesperarse. Para calmar los ánimos, el capitán William Keeling convidó a un dignatario que vivía a poco más de 6 kilómetros de allí, para un improvisado espectáculo a cargo de un grupo de marineros. La presentación fue una de las primeras de La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca, la obra que William Shakespeare había terminado de escribir siete años antes.

El impacto que suscitó la obra, la más larga del dramaturgo británico fallecido el 23 de abril de 1616, a los 61 años, con el tiempo le daría eterna popularidad: según la Royal Shakespeare Company, se estima que hoy, a cada minuto del día, se está representando en algún rincón del planeta. Desde inicios del siglo XX, además, ha sido la base para más de 50 producciones cinematográficas, incluidas las protagonizadas por Mel Gibson (nominada a dos premios Oscar en 1990) y Kenneth Branagh. Ahora, el mismo texto revoluciona la escena teatral de Londres con una nueva versión en el Teatro Barbican, conducida por Lyndsey Turner, y protagonizada por el británico Benedict Cumberbatch, nominado a Mejor Actor este año por El código enigma.

Las expectativas eran altísimas: las 100 mil entradas puestas a la venta el 11 de agosto del año pasado se agotaron esa misma mañana en cuestión de horas. La prensa local hablaba del “Efecto Cumberbatch”, probablemente por la estela de su aplaudida interpretación de Alan Turing. Sin embargo, y aunque los fanáticos más afortunados estuvieron dispuestos a pagar entre 32 y 65 mil pesos chilenos, mientras otros 30 mil esperaban que alguna butaca se vaciara, un ensayo general del 5 de agosto dejó a varios críticos con la vista pegada al piso. Con su estreno, el martes recién pasado, la crítica aplaudió la humildad de Turner por devolver el soliloquio más famoso de todos los tiempos al tercer acto, en lugar de correr el telón con él, como pretendía hacerlo. A pesar de ello, el Hamlet de Cumberbatch no convencía.

“Atrapado en una funesta producción”, firmó Michael Billington en The Guardian. El crítico fue uno de los tantos que había alertado sobre el riesgo de que la “Cumberbatchmanía” trivializara al nuevo Hamlet. Los dardos, sin embargo, no apuntaban precisamente al actor de Sherlock Holmes, sino a su directora: “Un gran papel para un gran actor. Pero Dinamarca, nos cuenta Hamlet, es una prisión, y esta producción también lo es”, agregó en su crítica, coronada apenas por dos magras estrellas, sobre la obsesión de Turner con la sobredosis de efectos visuales “absurdos” por sobre el peso de un texto aún erguido y a cuatro siglos de su debut.

El Daily Mail tampoco pareció rendirse ante la contemporánea adaptación de la obra, que el próximo 28 de noviembre saltará a la pantalla grande del Teatro Nescafé de las Artes, por el ciclo National Theatre Live. Al inicio, Hamlet aparece absorto en el álbum de fotos familiares mientras un gramófono despide las notas de una canción de Nat King Cole. Pero el talento “del pobre Benedict”, consigna el periódico, y apoyado por un reparto “de segunda clase”, apenas logra echarse al bolsillo cuatro estrellas.

“Nunca tenemos la sensación de que el actor se desnuda”, anota el crítico Paul Taylor en The Independent, avalando la tesis de que Cumberbatch no ha podido volcar aquí todo su potencial. Solo tres estrellas le otorgó al montaje, las mismas con que Dominic Cavendish, del Daily Telegraph, calificó al ahora frustrado gran estreno teatral del año.

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